El debate de investidura del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, a la presidencia del Gobierno tomó impulso el pasado domingo cuando trató de exhibir músculo ante los suyos para proyectar una imagen de cohesión frente a los que siguen cuestionando su liderazgo. Llegados de todos los rincones del país, los militantes populares tomaron la madrileña avenida Felipe II para postrarse ante su candidato y reivindicar su inquebrantable adhesión a la “indisoluble unidad de España”. Sí algo proclaman casi al unísono PP y su adosado VOX es que ambos son los verdaderos guardianes de la unidad de España, “su España”. La España de “los españoles de bien”, expresión acuñada por esta derecha centralista que nos ha repetido hasta el hartazgo a lo largo de los últimos 40 años y siempre contra cualquier propuesta con la que estuvieran en desacuerdo, fuera por el divorcio, el aborto o la eutanasia, la reforma educativa, el matrimonio igualitario o la ley de memoria histórica. Solo ellos saben interpretar qué es España, siempre, eso sí, supeditada a su ideario. Feijóo, que ha perdido la primera votación del debate de investidura – la aritmética no da, lo sabía desde un principio- se ha presentado como el político honorable, de palabra y de principios frente al presidente en funciones Pedro Sánchez, al que sigue acusando de traicionar a España por negociar con los partidos independentistas – su partido lo ha hecho también pero de tapadillo-. Pero no nos engañemos, Feijóo no ha ido al Congreso a informar con pelos y señales de sus propuestas de gobierno, la hipotética amnistía ha sido el eje real de su discurso. Hemos asistido así a una investidura ficticia con un candidato en diferido. “Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio que me piden para serlo”, aseguró; pero no es verdad. No es verdad, porque un posible acuerdo con Junts le despojaría de los votos de VOX. Aitor Esteban, del PNV, también se lo ha recordado que con la extrema derecha ni agua. Y ahí sigue engañando a los españoles y, probablemente, engañándose a sí mismo.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaPolítica ficción
Hemos asistido a una investidura ficticia con un candidato en diferido