Hace unas semanas un diario de tirada nacional dedicaba un amplio reportaje a Luis Alfonso de Borbón Martínez Bordiú, bisnieto de Franco. En la entrevista no sólo ensalzaba la figura del dictador, su abuelo, sino que además defendía su legado, así como la continuidad de la Fundación que lleva su nombre. Este barniz de buen gobernante con el que honra a la figura de Franco coincidía casi en el tiempo con el polémico fallo del Tribunal Constitucional, que rechazaba una vez más investigar los crímenes del franquismo, y con la decisión de los gobiernos autonómicos de Valencia, Aragón y Castilla y León de promover leyes de concordia que recogen, entre otros puntos, suprimir términos como “dictadura”, mantener símbolos franquistas, eliminar el mapa de fosas comunes e incluso retirar subvenciones a organizaciones que lleven a cabo tareas en favor de la memoria democrática. Quienes defienden estas leyes son ni más menos que PP y VOX, los mismos que enarbolan la Constitución un día sí y otro también, dan lecciones de democracia y agitan la bandera de la “libertad”; así y todo siguen atrapados en esa tupida red de telarañas que es la dictadura franquista. Han tenido que venir tres relatores de la ONU para poner freno a la ofensiva “antimemoria” de PP y VOX, salir en defensa los derechos de los represaliados de la Guerra Civil y la dictadura y exigir al gobierno de España que adopte las medidas necesarias “para garantizar el estricto respeto de los estándares internacionales de los derechos humanos en materia de preservación de la memoria histórica de las graves violaciones de los derechos humanos”. La ONU apunta a que las leyes de concordia avivan teorías "revisionistas o negacionistas" sobre la Guerra Civil y la dictadura; pide que no se mezclen las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo con las víctimas de terrorismo, porque estas últimas ya tienen su propio reconocimiento legal; y hace hincapié en que los pactos internacionales suscritos por España no sólo deben de ser aplicados por el Gobierno central, sino también por los gobiernos regionales o locales. Pero quizás lo que no sabe aún la ONU es que el franquismo, además de seguir sobrevolando por los cielos de España, tiene un fiel aliado en las derechas de este país que nunca han mostrado interés por hacer justicia, ni siquiera por reparar el daño ocasionado a las víctimas de la represión. Lo más triste de todo, como dice nuestro dramaturgo Alberto Conejero, es que “los muertos de las cunetas siguen sufriendo la violencia después de muertos”. No le falta razón, la memoria histórica es sobre todo un asunto de dignidad y humanidad. Cuesta creer que haya alguien a quien le parezca mal que un familiar saque a su abuelo, su tío o su padre de una cuneta para darle una sepultura digna. Y eso no es memoria o desmemoria, es mala sangre.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaUn informe para desmemoriados
La memoria histórica es sobre todo un asunto de dignidad y humanidad