Por mucho que nos duela, al final, todo se acaba. Aunque a nadie le gusta leer esto, los indicadores económicos hablan de escenarios apocalípticos tras el verano. La inflación seguirá disparándose, subirán mucho los tipos de interés y, con la deuda española, si se cumplen las amenazas rusas de cerrar el grifo del gaseoducto, no parece que haya ninguna vía de solución. No obstante, lo que más me preocupa no es lo que está por llegar sino cuál será nuestra capacidad de reacción. Pese a vaivenes de crisis y pandemias, lo cierto es que venimos de un largo ciclo de paz y comodidad. No sé en qué medida ha engordado el guerrero que llevamos dentro. No sé si aún le cabrá la oxidada armadura de cuando había que luchar y, ahora que se está escribiendo la palabra “fin” en nuestro cuento de nunca acabar, no sé si seremos capaces de cambiar esta acomodada mentalidad, hacer frente a tanta catástrofe imprevista y levantarnos de la silla para dejar de ser un simple espectador.
“Espectador” es uno de los temas que sonaron el pasado 1 de julio durante el brillante espectáculo que la banda madrileña “Nonno” ofreció en el ciclo de conciertos “Noches de Valdebernardo”. Un ciclo bien organizado en un enclave precioso que, sin embargo, me sorprendió por el hecho de encontrar que habían puesto sillas para el público cuando se trataba de un grupo de Hard Rock. Reminiscencias del covid, supongo. El caso es que, a la cuarta o quinta canción y de forma espontánea, la gente empezó a levantarse de sus cómodos asientos, se acercó al escenario y participó de todos los cantos dejando, así, de ser simples espectadores. Esta, en otra escala, es la transformación de la que hablaba. La que es capaz de provocar la buena música de Nonno. Una banda a la que, sin miedo a equivocarme, defino también como visionaria. Sí, tres largos años llevaban sin subirse al escenario y, ahora, justo ahora, tras todo lo que ha ocurrido en este período, sus canciones están más vivas que nunca. Sus llantos por el cambio climático se han cristalizado en lágrimas, sus gritos sordos ante el drama de la inmigración retumban en nuestros oídos y, sobre todo, su espíritu crítico ante nuestra actitud comodona abogando para que nos levantemos y se produzca un cambio de dirección, hoy, se ha materializado en un cuerpo alimentado por la necesidad y la urgencia. Profundas letras repletas de sabiduría y valor a la vez que de poesía y belleza que solo pueden ser escritas por Nito Serrano, líder y vocalista de este gran grupo que, actualmente, nos deleita con su proyecto en solitario de Folk fronterizo “Lapurasangre” a través de un hermoso disco-libro que se llama “Salvaje”. Aunque su carisma llena de arte cualquier actuación, Nonno es más que Nito. Juan Zurdo es un baterista de raza que rompe como nadie la estructura y armonía de cualquier tema. Un volcán que erupciona cuando nadie lo espera, la perfecta coctelera que nos mueve y nos mezcla. Dave Medina, al bajo eléctrico y coros, es la pasión. La locomotora conducida por un loco que grita “más madera”, el torrente de champán si se descorcha una agitada botella. No obstante, mi debilidad se llama Ángel Antonio Berdiales “Berdi” a la guitarra solista. Un místico del rock. El ascensor que te lleva a otra dimensión. El que ata con seis cuerdas al amor para que no se fugue si hay problemas. El que, levitando, sabe escapar de las tinieblas.
De esta manera, la noche en la que dejamos de ser simples espectadores, sonaron con potencia los mejores temas de Nonno y, como siempre, terminaron con un enorme himno que nos animó a seguir de pie frente a la adversidad dejando atrás un montón de sillas vacías y descolocadas. Sí, “Quién dijo miedo” es la canción que nunca quieres que concluya pero, por mucho que nos duela, al final, todo se acaba.