Ahora hay un enorme paquete de pañales al lado de su guitarra. Nuevas responsabilidades y distracciones. Inéditas preocupaciones y alegrías. Desconocidos miedos y amores. Ahora hay otro brillo en su mirada y motivos para componer más canciones.
- Valle, no fumes aquí.
- No, no se me ocurri…
- ¡Mira! – interrumpe – esa se la hicimos recién nacido. En el hospital.
Sí, ahora hay nuevas normas y nuevas fotos. Risas en el aire y un colorido peluche en el suelo. Ahora en el alma no cabe la tristeza. Hay más fuerza en la cabeza, más volumen en el corazón y…
- ¿Es que no tienes cerveza?
- Pues… no sé, no habrá.
Menos espacio en la nevera.
En mitad de la promoción del portentoso disco “La liturgia eléctrica” nacía Simón, el primogénito de Antonio Hernando y Meri Moon. Una pareja que contradice mi creencia de que el amor no existe por el simple hecho de ser lo primero el uno para el otro. Así, este insigne músico jiennense tuvo que doblegar esfuerzos para atender a dos criaturas que no paran de crecer: su precioso hijo y su último trabajo discográfico que se ha convertido, durante este período, en uno de los mejores álbumes de España. Un año increíble que va a culminar con la gran noticia de la publicación de dos discos en directo que corresponden a sus inolvidables conciertos en Madrid y en Sevilla.
- Antonio, ¡cómo ha cambiado todo!, ¿verdad?
- Ya te digo. Mira que te avisan con “es la sensación más bonita que hay” o “la vida te cambia 360 grados”, pero hasta que no te toca vivirlo no puedes llegar a entenderlo. Hay que sentirlo, no hay más, por muchas ideas preconcebidas que tengas. Y fíjate que nosotros seguimos con la música como eje central de nuestras vidas desde el embarazo: Meri venía con nosotros en la furgoneta como conductora en la gira y ya, en los últimos conciertos, la barriga estaba a un dedo de distancia del volante. Se ponía abrigos durante la actuación en la tripa para frenar las vibraciones, pero bailando y sonriendo. De hecho (te acordarás porque estuviste allí) justo en el segundo bolo de Madrid no pudo venir porque, unas horas antes, tuvo una falsa alarma con contracciones que le obligó a guardar reposo. Pero le cantamos entre público y banda el “Meri Moon” en una llamada con altavoz en mitad del concierto. Fue muy emotivo y ese espíritu de equipo y de amor a la música y a la vida sigue ahí. Yo diría que ahora multiplicado por mil. Con una personita risueña descubriendo el mundo y haciéndote ver el mundo a través de sus ojos, tan ávidos por conocer y experimentar todo: los rayos del sol, los ruidos, los pájaros, las formas, las canciones… Pocos días antes de nacer Simón estábamos viendo a los Flamin’ Groovies en directo y lo primero que escuchó, a los pocos minutos de nacer, fue el “Beautiful Boy” de John Lennon. Ahora llego con más sueño acumulado a los conciertos, es cierto, pero con una bola de amor tan gigante que ni me cabe en el pecho.
- Amén. (sonrisas). Oye, y siguiendo con nuestra religión… “La liturgia eléctrica” va a cumplir su primer aniversario. Antes habías lanzado grandes trabajos pero algo más experimentales y en este, aunque siempre has sido un disfrutón, te he visto más cómodo. ¿Has encontrado en la vieja escuela, en lo que siempre has mamado, tu rumbo a seguir?
- Totalmente. Yo creo que ha sido un proceso natural porque no deja de ser eso, lo que siempre he escuchado: Dylan, Waits, el blues, los Stones, el rock clásico de los setenta… Es a donde siempre vuelvo, a esa colección de vinilos que tengo desde que hice mi primer viaje a Londres. Fíjate que el otro día, echando la vista atrás, veía muchísima similitud a “Haciendo Ruido”, mi primer álbum de 2009, precisamente el que grabé en Inglaterra. Pero claro, con todo el bagaje añadido de más de una década de carretera e inquietudes. Siempre digo que me veo reflejado en cada época y en cada disco porque era lo que había en mi cabeza en ese momento, aunque no tengan tanto que ver musicalmente. Este disco es un claro homenaje a mis ídolos de siempre, mis “santos sagrados”, una reivindicación de un sonido y una época. Pero esos toques de swing, de Nueva Orleans, de rock, de adrenalina, de oscuridad en algunos pasajes, de guiños literarios… de alguna manera ya aparecían. Sin embargo, siempre lo digo, este es el primer disco que refleja cien por cien lo que yo escucho diariamente en casa, lo que me remueve, por lo que hago canciones. Otros discos anteriores me han hecho experimentar, estudiar estilos, escalas, historias… pero este lleva el ADN de cualquier mitómano. Por eso quizás, también lo he disfrutado tanto y se grabó de forma tan fluida con Miguel Herrero en Asturias.
- Lo que también me agrada es que ha habido un punto de inflexión y, por fin, se ha valorado de verdad tu talento. ¿Crees que esto ha sido posible gracias a estar con las personas adecuadas?
- Por supuesto. A ver, nada pasa por azar. Todo siempre es fruto de constancia y esfuerzo pero creo que en este disco ha habido conexiones y personas que han hecho muy mágico el resultado. Al primero ya lo he nombrado, Miguel Herrero, el productor. Yo había hecho un trabajo previo muy potente en composición, maquetación y arreglos. Pero sin su toque, su ejecución como instrumentista y su aporte de ideas, no hubieran quedado las canciones tan demoledoras. Y cómo no, que Maite Moreno me llamara aquel día de septiembre para quedar conmigo y ocuparse de la promoción del álbum ha sido esencial. Ella hizo que grandes medios y periodistas se fijaran en el disco con unas críticas más que positivas. Hay muchos sueños que he cumplido gracias a que ambos aparecieran en mi vida en este momento.
Simón mira embobado a Antonio. El padre, devolviéndole la mirada, le hace una pedorreta con la boca y el bebé suelta una carcajada. (risas).
- Me parece formidable que “La liturgia eléctrica” se alargue más con estos discos en directo. Fueron conciertazos con un sonido espectacular. ¿Con qué instantes te quedas de lo que llevas de gira?
- Buf, demasiados. Tú fíjate que, independientemente de lo mucho que me gusta este repertorio en directo, estas canciones han hecho que, por fin, haya sacado el coraje y las ganas de volver al formato de banda. Algo que no hacía de forma fija desde 2015. Después, quitando locuras como la de aquel cabaret de ocho músicos para la presentación de “Los 30 Aullidos” en 2017 que, por cierto, también se grabó en directo y está en descarga libre en mi bandcamp, el formato de banda era una apuesta costosa y arriesgada para los tiempos que corren. Pero este disco me hizo apostar por el sonido en eléctrico y, por suerte, tengo la mejor banda del mundo. No lo digo por decir. Javi Quintana se nos unió a la guitarra solista. Eso es otro regalo que me ha hecho “La Liturgia Eléctrica” y, junto a Dani Patillas al bajo y Nacho Labrador a la batería que proceden de mi banda favorita de siempre (“Le Punk”), siento literalmente descargas de adrenalina y se me pone el vello de punta en el escenario. Puedo ser yo al cien por cien, como te contaba antes con la descripción del álbum. Sueno a como me gustaría sonar. De ahí que haya querido dejar constancia con alguna grabación en directo, “incendiando” las salas al calor del amplificador ardiente, el bombo retumbando a mis espaldas, la distorsión y los solos de guitarra al borde del acople, las risas de carretera y los amigos invitados compartiendo micro y melodías. Las canciones terminan de madurar en directo con el último barniz del público, desarrollándose y terminando de crecer. Y por suerte, el destino también quiso brindarme la curiosa casualidad de que tanto la noche de Madrid como la de Sevilla fueran grabadas casi de forma fortuita. La primera con la banda más extensa de toda mi trayectoria (11 músicos contando teclas, vientos, coristas y, entre ellas, Meri). De ahí sacar ambos directos (disponibles desde el 12 de septiembre), dos discos a la vez. Esto puede chocar a mucha gente pero el sonido, el tratamiento y el planteamiento del repertorio es totalmente diferente. Aunque, eso sí, con el mismo espíritu festivo y arrollador.
- Ahora que dices esto, a mis lectores de Extra Jaén les aconsejo que no se los pierdan el próximo 10 de noviembre en el Café Teatro Central de Baeza.
- Sí, lo daremos todo.
- Y, pasado un año, ¿Qué canción del disco guarda más tu esencia?
- Pues yo diría que “Como los demás”. Por el desarrollo que hay en directo con un largo pasaje instrumental al final del tema en el que toco el techo con los dedos. Creo que es mi momento favorito en los conciertos. Además, esa canción guarda mucho significado ya que fue la última en incluirse en el álbum al desnudarme, tras una serie de abortos, antes de la llegada de Simón. Digamos que él ha hecho que esa canción sea todavía más especial y se haya cerrado el círculo. Me quedo con un verso de ella: “no hay mayor pasión que la que corre por tus venas”. Porque, al final, en eso consiste todo. En la pasión, en sentir, en crear, en vivir, en amar, en el poder de la música… y Meri y Simón me lo recuerdan cada día.
El dulce llanto de Simón me devuelve a la realidad tras la embriaguez provocada por las palabras del artista y Meri, su madre, lo coge en brazos. Entonces, Antonio Hernando se levanta. Yo pienso que se dirige ahí porque es el momento perfecto para que nos deleite interpretando su canción “Como los demás”. Pero no. Ahora hay un enorme paquete de pañales al lado de su guitarra.