El bar de la esquina

Antonio Reyes

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Gran parte de la prensa y muchos periodistas freelance de este país han conseguido el máximo nivel en ilusionismo. Que hay un escándalo de corrupción...

Gran parte de la prensa y muchos periodistas freelance de este país han conseguido el máximo nivel en ilusionismo. Que hay un escándalo de corrupción o algo que no conviene al patrón que me paga, pues hago que el público mire allí, un lugar donde hace dos días no había nada y que ahora late con fuerza en las tertulias por un bulo creado al efecto.

Lo curioso es que cada vez es más evidente que, a pesar de tener diferentes medios con una ideología supuestamente opuesta, su parecido es más que razonable. Todos hablan de lo mismo y les dan el mismo toque editorial, con pequeños matices, eso sí, no vaya a ser que el populacho se de cuenta y se le ocurra levantar la voz. Están tranquilos porque saben que, desde hace mucho tiempo, con cuatro mentiras son capaces de decirnos lo que tenemos que pensar hoy, mañana o cuando le haga falta al que arrima la máscá.

De toda la vida de Dios sabemos que la mejor carne es la que se cría en el campo, comiendo lo que da la tierra y no pienso procesado. Pues oye, que llega la prensa y sus jefes y nos hacen creer que esa carne es tan buena como la de las macrogranjas. Que la justicia archiva esta y aquella denuncia creada para levantar cortinas de humo y no ver así la viga en el ojo de los que esquilman lo público, pues llevan el foco de atención a un nuevo y falso asunto y listo, otra vez que caemos en la trampa.

Son tan buenos creando mentiras y nosotros tan tontos creyéndonoslas, que damos por bueno que nuestros derechos están por detrás de sus intereses políticos y económicos. Son esos magos que consiguen que el público mire su dedo cuando señalan una nueva mentira y no al asunto en cuestión.

No les importa regar la actualidad de noticias falsas si con ello consiguen desviar la atención sobre sus propias miserias y delitos. Lo trágico es que van ganando la batalla de los titulares, ya que saben que jamás leeremos la noticia completa ni nos informaremos de si es cierto o no lo que cuentan. Aprovechan nuestra indignación para hacernos creer que ellos y solo ellos tienen el derecho divino de comer jamón del bueno y nosotros pollo blancuzo alimentado con pienso transgénico. Ni siquiera nos damos cuenta de que nos quieren recortar derechos, pero eso es menos importante que creerse un bulo o permitir que alguien arruine un buen titular.

Somos corderos, pero no de la Sierra de Segura, sino de macrogranja.