Que el final del siglo XX supuso la revolución definitiva por la que las mujeres llevaban décadas luchando es algo incuestionable. Que la dictadura fue el palo en las ruedas que todas tuvieron que sufrir, también, dejando atrás los logros de la República, como el sufragio femenino, el matrimonio civil, la ley del divorcio o del aborto y que ellas pudiesen continuar en su puesto de trabajo después del matrimonio.
Larga vida al feminismo en su definición más pura y auténtica, no la que otros cacarean, como esa estupidez de que lo que relamente quieren es tener más poder que los hombres y pisotearnos si las dejamos: que ningún hombre esté por encima de una mujer simplemente por ser eso, un hombre. Ni techos de cristal, ni más dedicación en el hogar, ni piropos por la calle, ni manadas, ni control y manipulación en los jóvenes, ni mirar hacia atrás de vuelta a casa por la noche.
Pero hay algo en lo que quizá la mayoría no ha caído: el orden de los apellidos. Desde 2017 (solo hace cinco años) el Registro Civil deja a elección de los progenitores este tema. Todos tenemos como primer apellido el paterno, un detalle tan interiorizado que nadie se cuestiona.
Me gustaría saber qué pensarían los hombres que van a ser padres si sus parejas planteasen la posibilidad de que sea el apellido materno el que vaya primero. Es algo tan interiorizado que, a pesar de tener ya esa opción legal, está muy arraigado que primero es el hombre y después la mujer, Y si hablamos de los países anglosajones veremos que directamente el apellido materno desaparece tras el matrimonio.
Sí, el feminismo, manque a muchos todavía les pese, ha ido evolucionando y creciendo, pero quedan muchas rémoras tan dentro de nosotros que ni siquiera nos planteamos, porque tocan la fibra más emocional, esa que afecta a nuestra familia, a nuestro padre, y que nos hace decir a veces aquello de “como no tengo hijos varones, mi apellido se pierde aquí”.
Así que no estaría nada mal que todos esos hombres que se autoproclaman feministas o que apoyan esta revolución, hablen abiertamente, por ejemplo, de este asunto. ¿Qué harías tú? ¿Aceptarías un debate con tu pareja para ver qué orden llevarían los apellidos de tu hija o hijo? ¿Seguro? ¿No tendrías la sensación de que algo de ti y tu familia se perdería por el camino?
Lo dudo. Eso tendría que verlo con mis ojos de varón que lleva primero el apellido paterno.
Antonio Reyes
El bar de la esquinaEl apellido perdido
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