El bar de la esquina

Antonio Reyes

Dragones y princesas

Uno, que ya tiene una edad en la que es más lógico que vaya buscando un pastillero, tomándome la tensión de vez en cuando y mirándome la próstata, se para...

 Dragones y princesas

Foto: EXTRA JAÉN

Mujeres libres.

Uno, que ya tiene una edad en la que es más lógico que vaya buscando un pastillero, tomándome la tensión de vez en cuando y mirándome la próstata, se para a pensar alguna vez en cosas que llegan con los años. Estoy justo en ese momento en el que me empieza a molestar que no rellenen las botellas de agua vacías, que abro las ventanas para ventilar y no me gusta que aprieten la pasta de dientes por el centro (¿qué mente descerebrada es capaz de tal cosa?)

Uno de esos pensamientos ha sido el ver y escuchar cómo lleváis los jóvenes vuestras movidas amorosas. Los viejos del lugar son de los que dicen seguro aquello de que «los jóvenes de ahora no saben querer. Querer es otra cosa». Y por ahí no. La sexualidad o el amor, como ellos lo llaman, también cambia. Si antes muchos matrimonios tenían que estar juntos de por vida porque así eran las cosas, el tiempo y la verdadera libertad ha cambiado el estigma de despertarse siempre al lado del mismo hombre o mujer. No digo yo que las parejas mayores no se quieran, claro que no, pero cuando sueltan esa retahíla también están lanzando sin querer un mensaje de miedo. La vida cambia y con los nuevos tiempos llegó el fin de la vida de esas mujeres que buscaban casarse para alejarse de unos padres represores o asegurarse el sustento. Se acabó aguantar a esos maridos que se pegaban medio día en el bar o tenían asumido que la mujer a las tareas de la casa, parir y a la crianza de los críos.

La libertad sexual y amatoria es lo que cada mujer elija para sí misma. Sois libres de acción y pensamiento, de acostaros con quien queráis, de vivir solas, de vestir como os salga de los ovarios, de tener o no hijos, de ser más o menos femeninas. Lo que vosotras queráis ser, pero libres. Hace años que se acabó aquello de soportar al marido de turno que hacía y deshacía a su antojo y que no se acompañaban de su señora a asuntos que solo eran de hombres. Ahora decidís sobre vuestros cuerpos y vuestras vidas personales, que para eso las que estuvieron antes lucharon para que así fuera. Estáis aquí para derribar muros si las puertas adecuadas no se quieren abrir.

Lamentablemente, existen diques de contención que ni vosotras ni nadie lograrán derribar. Murallas coronadas con concertinas que buscan cortar alas y sueños. Pero tranquilas, que la mayoría de nosotros os dejaremos una pértiga para saltar lo más alto que podáis. El tiempo de ser simplemente personas en busca de un futuro paritario ha llegado para quedarse, por mucho que algunos ideales crean que lograrán pararos los pies. Se acabó vestir como princesitas desde pequeñas, recibir una cocinita el día de Reyes, llevar patucos rosas en la cuna y pasarse media vida esperando al príncipe azul. No os dejéis el pelo largo para hacer una trenza por la que ascienda vuestro rescatador hasta lo más alto de la torre y os libere del yugo de lo que significa ser femenina. Demostrad al mundo que las princesas del cuento sois de acero, heroínas y dueñas de la fortaleza inexpugnable de vuestro cuerpo al que nadie esclavizará en nombre ni de ningún dios ni de ese olor a rancio que todo lo inunda.

Aquí nadie ha nacido para estar a la sombra de nadie, y mucho menos para hacer caso a esas mujeres que se niegan a luchar con vosotras, que también las hay. Cada una que coja el camino que quiera, pero que guarden silencio cuando alguien como tú decida escribir su propio camino lejos de estereotipos y vejaciones propias de tiempos en los que muchos de los que ahora dicen defenderos os cortaban las alas y no os dejaban hacer nada si no era con la aprobación del marido. Siguen entre nosotros, poniendo palos en las ruedas para no perder la superioridad que solo sus mentes enfermas ven.

Así que ya sabes. Cuando te encuentres frente a frente con el dragón del cuento, enfúndate la armadura, coge tu mejor espada y a luchar. Y si lo que te ofrecen es una manzana prohibida, cómetela bocado a bocado hasta que solo quede el corazón, que ya se encargarán los gusanos de eliminar lo que sobre.

¿Has terminado los deberes? Pues venga, a cenar y a la cama, que mañana hay cole. Ya seguiremos hablando sobre cómo ser una mujer fuerte y libre otro día.