El bar de la esquina

Antonio Reyes

Muertos en vida

Hay personas que sufren destierro de sus propias casas porque los buitres no saben de humanidad ni tienen sentimientos de amor hacia el ser humano...

 Muertos en vida

Foto: EXTRA JAÉN

Colas del hambre.

Hay personas que sufren destierro de sus propias casas porque los buitres no saben de humanidad ni tienen sentimientos de amor hacia el ser humano. Otras cuyos sueldos no llegan ni a mitad de mes y tienen que disfrazarse a diario e interpretar una obra de teatro frente a sus hijos para que estos no vean que sus días no son como ellos se merecen. Gente que come lo que otros desprecian para comprar ropa y libros a su descendencia y ríen camino de la escuela cogidos de la mano, inventando con rabia una vida que no es vida. Personas que a diario mueren de dolor, tristeza y pena porque no se les permite salir del ostracismo al que los demás los desterramos.

Hay personas que dan forma a diario a las colas del hambre y se calientan al amparo de una lumbre, echando al fuego su rabia para que las llamas consuman su irremediable camino al olvido y no sean ellas mismas quienes saquen el demonio que otros siembran a diario. Gente que ha perdido la ilusión y la capacidad de inventarse una nueva historia que les ponga de nuevo en el camino. Familias sin cimientos que otros dinamitaron en nombre del libre mercado y de un mundo que camina hacia adelante como el burro con viseras que no le permite mirar hacia los lados.

Hay personas que mueren cautivas en hogares a punto de derrumbarse mientras sus historias y las de sus hijos mueren con ellas, historias que a casi nadie importan. «Algo habrán hecho mal para estar así». «Es la libertad de mercado». Muertos de hambre y muertos de frío, muertos de esperanzas y muertos de sueños. Muertos en vida a los que nosotros hemos condenado a galeras de por vida para que creamos que no vivimos tan mal como algunos nos quieren hacer ver. Así que a cerrar la boca, que bastante tenemos como para reclamar mejoras sociales.

Hay personas que no quieren pasar sus días sin tender sus manos a esas que han perdido toda esperanza porque así lo sienten, porque así lo aprendieron en casa, porque así es como creen que debería ser el mundo. Gente que se remanga, se pone el mono de trabajo y se desvive por ti, aunque no seas de los más necesitados. Hacen de barrera entre la ley y la humanidad, dos conceptos que cada día se distancian más y alejan al hombre de la razón más pura. «Es la libertad de mercado». Hombres y mujeres que echan de menos al resto de la ciudadanía que se fustiga y lamenta de invasiones inventadas, de la descomposición ficticia del país o del futuro de un cigoto.

Este país lleva años roto por los cuatro costados, no por Catalunya ni por el País Vasco, ni por comunistas ni bolcheviques. España se desangra porque miles de familias mueren de hambre, pena y sed a diario, porque a esos buitres a los que defendéis en nombre de la libertad de mercado son depredadores con un solo dios verdadero. Se ríen en nuestra cara porque se sienten protegidos por sus compinches, que dibujan una felicidad inexistente para hacernos creer que así es como deben ser las cosas. Nos meten el dedo en el ojo y después se mean dentro para que nos escueza.

Ellos van a lo suyo, a sus colegios elitistas de donde saldrán quienes los sustituyan, sus calles bien delimitadas por firmas importantes, las vacaciones en la nieve, su mirar por encima del hombro, su desprecio por los que supuestamente rezan cada domingo. Vivid tranquilos, malditos don nadie, vivid tranquilos. Sabemos quiénes sois, con quien os movéis y quiénes os protegen. Aprovechad los días que os quedan porque la mecha se está acabando. Seguid inventando eufemismos para proteger vuestras inversiones al amparo de políticos que sueñan con vuestro estilo de vida.

Las calles se están llenando de zombis, pero no olvidamos, ya no nos callamos. Os señalamos con el dedo para desvelar vuestro plan. Es un trabajo duro, porque dentro de nuestras filas hay quienes se creen que pueden llegar a tener lo que vosotros tenéis. Qué bien hacéis vuestro trabajo de manipulación y engaño, que hasta los muertos en vida todavía creen que algún día serán como vosotros. Ese es vuestro gran éxito, que no sepan que entre un chiste y su futuro no hay diferencia.