Que las libertades individuales corren peligro en Estados Unidos es algo que se conoce desde que ese país existe. Un alto espectro de la población lleva una vida ultracatólica, como si sus hogares fuesen una réplica de la Santa Inquisición. Sí. Viven todavía en la edad media, por muy avanzados que se crean. Un nuevo retroceso al derogar el Tribunal supremo la ley del aborto. Interrumpir un embarazo, no. Que un menor pueda comprar armas, sí. ¿Pro vida? Cada uno defiende la vida como quiere. Alabado sea el fusil.
En nuestro hogar de toros y pasodobles, no nos libramos tampoco de esas personas que cada noche se fustigan con el cilicio, así que no penséis que vamos para adelante. No lo hacemos porque mientras los ultracatólicos tengan el poder que tienen, tanto si están en política como si no, jamás permitirán que llevemos una vida lejos de su doctrina ultra.
Supernumerarios paletos que no ven más allá de lo que les marca su idea de sociedad que se pierde en la noche de los tiempos, cuando los señores feudales dominaban al resto y la iglesia quemaba viva a toda mujer que osase luchar contra el yugo eclesiástico.
Se hacen llamar pro vida, pero en sus actos, opiniones o decisiones no existe ni el más mínimo rastro de lo que predican. ¿Sois pro vida? Pues coged las maletas y marchaos hasta los campos de refugiados, a la Cañada Real o a las tres mil viviendas y demostradlo, no vaya a ser que la gente crea que vuestro cacarear no es más que el deseo de revivir el poder que vuestra institución tuvo en tiempos del gallego.
Ser pro vida significa luchar para que el prógimo tenga una vida más digna, una vivienda, un empleo, educación de calidad, que nunca falte comida en su nevera y que sus hijos puedan crecer con todas las atenciones que se merecen y con un futuro que no los marque por haber nacido en una familia sin recursos. Eso es amar la vida, no meter las manos en el interior del cuerpo de una mujer para obligarla a hacer lo que no quiere.
Respeto a quien no quiera abortar porque no es agradable para una mujer tomar la decisión. Pero lo que más respeto por encima de todo es sentir que ellas son libres para hacer con su cuerpo y lo que hay dentro de él lo que crean mejor para ellas.
Si mañana aparece una turba con sus guadañas y crucifijos para llevaros a la hoguera por querer abortar, acercaos con calma y susurradles al oído: «las mujeres libres no arden».
Antonio Reyes
El bar de la esquinaHogueras purificadoras
Que las libertades individuales corren peligro en Estados Unidos es algo que se conoce desde que ese país existe. Un alto espectro de la población lleva...