El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

Kerouac en el laberinto

Escribir es leer, igual que vivir es respirar, no hay más secretos

Caminos, carreteras, viajes, amigos/as, amores, ¿cómo se forja un escritor?

Me refiero a un escritor de verdad, no a los que escriben panfletos, ya sean contemporáneos o clásicos, y desean con fervor y con fiebre, recibir los más altos premios de la literatura.

Los escritores de verdad tienen ampollas en los pies, y las manos endurecidas de cooperar.
¿Hay escritores de mentira? No creo que los haya, pero sí es cierto que discurrimos por caminos muy diferentes.



Y no se es mejor o peor escritor, por las ventas, esto es un oficio, no una competición. Quien espere una medalla o un título aristocrático, lo tendrá si sabe ser un buen bufón y aclamado sapo.

Los demás, los más feos y atrevidos, los que arriesgamos creando nuevos caminos y nuevas estructuras, estamos con la voz underground sujetando al ser humano por esa indefinición de la humanidad, llamada alma.

Con esto no quiero decir que haya un porcentaje que parta de cero, sino que de toda maldición se puede sacar energía positiva.

En este sector no hay glamur, ni alfombras rojas, ni nada que se acerque a la pedantería y si alguien se ha acercado, la pedantería tiene gravedad de satélite sin camino de vuelta, a no ser que te pongas un cohete en tu literato culo, así volverás al mundo de los vivos.

Escribir es leer, igual que vivir es respirar, no hay más secretos.

En cualquier libro podrás encontrar un fallo y cabrearte y despotricar del autor, seguro que tú lo hubieras hecho mejor, ¿verdad? Estar horas y horas pensando, trabajando con letras, frases, hojas enteras, y se te olvida poner un acento, una coma, y ya no vales nada pero tu historia a lo mejor está bien, pero no tú.

Los medidores y mediocres del arte, siempre están ahí casualmente.

Para mí Kerouac ha sido de los mejores escritores conocidos. Un tipo real, carismático (no confundir con pedante), viajado (estuvo en Europa con la marina, en la segunda guerra mundial), con perspectiva más allá del bien y del mal. Siempre apostando por la aventura, por las nuevas etapas, por la creación a partir de la vida y las experiencias. Un escritor empírico, vivo, realista, creador.

Sí, era otra época. Otras realidades pero los mismos sueños y ganas de conocimiento, y no me refiero a soñar tener un casoplón o un Maserati, eso es para mendigos del arte. El sueño al que me refiero, es el combustible que hace rodar a cualquier buen escritor: conocer el mundo donde vive. Esta es la maldición, porque después de cada parte conocida, quieres salir a toda prisa a tomarte una cerveza.