El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

La cultura del odio

Todo esto es una vergüenza de alto nivel para la democracia y las comunidades autónomas

El título de este artículo hace referencia al libro escrito por Tania Lavin, en el cual hace un gran trabajo de investigación sobre el fascismo en las redes sociales y medios de comunicación. Porque hay que identificar al fascismo como lo que es: un peligro inminente para la democracia y la convivencia.

Hace cien años y seis meses, Benito Mussolini fue nombrado presidente del Consejo de Ministros Reales de Italia después de marchar sobre Roma con su ejército de paramilitares fascistas y hacerse con el poder para disolver el sistema parlamentario italiano. Hoy día Italia, cien años después, está gobernada de nuevo por un partido fascista. Y la influencia que “Hermanos de Italia” ejerce en la ultraderecha europea está fundamentada en hechos.
VOX es un partido fascista, influenciado también por Hermanos de Italia, y cuya ideología es similar: el odio. Odiar es la máxima de todo partido fascista. Odiar y despreciar a quienes no son iguales a ellos, ya sea en ideología, color de piel, sexualidad, religión y hasta en la forma de vestir y peinarse, y cómo no, la violencia de género, pasa a ser un hecho anecdótico dentro del entorno familiar, porque en la familia se puede consentir todo, hasta el punto en el cual la violencia contra la mujer se convierte en un derecho y una obligación del marido, porque la mujer para los fascistas también forma parte de la propiedad privada e intransferible.

Vemos con perplejidad como el Partido Popular cede presidencias de parlamentos autonómicos a fascistas de VOX. Los incluye en sus gobiernos y hasta utilizan el propio lenguaje de la ultraderecha para crear una simbiosis ideológica. Todo esto es una vergüenza de alto nivel para la democracia y las comunidades autónomas. Consejerías de Justicia, Trabajo, Cultura, Servicios Sociales, Agricultura, son regaladas a los fascistas para poder formar gobierno, y pretenden hacerlo pasar como algo normal y bueno para la democracia.
Y el problema según ellos es Pedro Sánchez, y no el fascismo que el Partido Popular promueve con tanta naturalidad y poca vergüenza. Son los garantes de que los fascistas entren en sus gobiernos. Anteponen la supervivencia de su partido a la existencia de la democracia. España les importa un comino. La democracia española no significa nada si ellos no ostentan el poder. Y a esto lo llaman patriotismo. Porque quienes no somos fascistas, tampoco somos españoles y españolas, y en consecuencia no tenemos derecho a nada más que a obedecer y a vivir sin derechos. Siguen viviendo bajo la influencia espectral franquista. Bloqueando las instituciones de Justicia porque siempre han pertenecido a los adeptos a la dictadura franquista y es un disparate que sean jueces y fiscales progresistas quienes ostenten los sillones del poder judicial como apéndice del poder ejecutivo y servicio a los propios intereses del Partido Popular.



Pedro Sánchez, demócrata, partidario de la convivencia y el diálogo, es sometido a escarnio continuo por el Partido Popular y VOX. Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno de España, de un país demócrata y mayoritariamente progresista. Y los fascistas continuamente manchan su imagen por esto mismo, porque no quieren democracia, porque les encantaría disolver el Parlamento español para ejercer de nuevo la dictadura de un único partido: un partido fascista.