He acudido, sin el más mínimo remordimiento, a la tan de moda inteligencia artificial (GoatChat) para preguntar cual es la diferencia entre artista y artesano, y la AI me dice: “La diferencia clave entre un artista y un artesano radica en el propósito y la intención detrás de su trabajo. Mientras que un artista busca principalmente la originalidad y la expresión personal, un artesano se centra mas en la habilidad técnica y la creación de productos funcionales o decorativos. Ahora, en cuanto a las similitudes, tanto los artistas como los artesanos comparten una pasión por la creatividad y la expresión artística. Ambos buscan crear objetos u obras [la u es mía; el Chat había escrito o, que le vamos a hacer] que sean visualmente atractivos y que puedan transmitir un mensaje o una sensación al espectador…” Es decir, la Inteligencia Artificial, que todo lo sabe, parece reducir la discusión a una cuestión semántica…
Me preocupa este asunto cuando se acerca la conferencia que el Centro de Estudios del Renacimiento, CERU, que ha iniciado sus actividades en Úbeda este año, programa una interesante conferencia (“Del Renacimiento a nuestros días: el arte y la artesanía del hierro, del barro y del fuego.”) que quiere reivindicar la antigüedad, la belleza y el arte de la fragua donde se forja el hierro, y de las piezas de barro que los alfareros cuecen en el horno. Dos milenarios oficios -y no dejaré de llamarlos así- que tienen origen divino. En el Génesis podemos leer: “Entonces, Yahvé Elohim formó al hombre con el polvo de la tierra, e insuflándole en la nariz el aliento de vida, convirtió al hombre en un alma viva.” Y Vulcano, que asimiló las características del dios griego Hefesto, era el romano dios del fuego y de los volcanes, pero también de la elaboración de los metales. Vulcano creaba armas y armaduras singulares para dioses y héroes, como Velázquez nos mostró en “La fragua de Vulcano”, una obra maestra que podemos contemplar en el Prado. Creo yo que el origen y la influencia divina en estas tareas, ya sea cristiana o mitológica, no puede transformar más que en arte las obras de sus herederos, a los que ahora se les llama, administrativa y eufemísticamente hablando, maestros artesanos, no artistas; eso si, sin que tal maestría les habilite para impartir clases. No hay mayor despropósito, pero no importa porque, buscando al maestro, los alumnos y los que no lo sean encontraran siempre el ejemplo, y eso importa más.
Alejandro Vergara Sharp es doctor en Historia del Arte y Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Pinturas del Norte del Museo Nacional del Prado. Un hombre sabio, enamorado de su trabajo, al que la pandemia le animó a escribir un breve, esclarecedor y hermoso ensayo, “¿Qué es la calidad en el arte?”, que os animo a leer. Vergara, -que cita a Cervantes cuando en el Quijote habla de Orbaneja, el mal pintor de Úbeda, que si por ventura pintaba un gallo, debajo escribía “esto es gallo, para que no pensasen que era zorra”- nos enseña que la calidad técnica no es más que uno de los ingredientes del arte, no necesariamente el más importante. Y, aunque el ensayo habla, sobre todo, de pintura, de la calidad en la pintura, tendremos que convenir con el experto en que, al final, en el arte todo se conjuga para que aquello que no es, sea; para que la obra de arte, sea la que fuere, nos provoque y nos haga creer y sentir en algo que está más allá de lo que vemos. También en la artesanía que, como dice Pablo TITO, es un arte que no necesita explicación.
Juan José Almagro
Estilo olivarArtistas y, además, artesanos
Para José Garrido, Tiznajo y Juan Pablo Martínez. Pablo TITO