Estilo olivar

Juan José Almagro

Encuesta(dos)

Nadie duda, creo yo, de que hay una profunda crisis del sistema capitalista

Suena el móvil y, al otro lado o vaya usted a saber desde donde, una persona que se identifica como encuestadora (¿y si fuera el CIS?, ¡que ilusión!), pregunta mi opinión sobre que sea “que las cosas funcionen”, la frase con la que -según me dice- casi todas las personas anteriormente encuestadas han contestado sobre que deberían hacer los candidatos y candidatas que, finalmente, sean elegidos en las próximas elecciones municipales y, dónde toque, autonómicas. Pienso, pero no se lo digo a la encuestadora, que esa pregunta encierra el secreto del utilitarismo moderno, la doctrina filosófica del inglés Jeremy Bentham, que -basada en el principio de utilidad- trata de alcanzar “la mayor felicidad para el mayor número de personas”. El utilitarismo, que identifica el bien con el resultado de una acción, es una ética finalista o, como diría un clásico, teleológica.

Disquisiciones aparte, le comento a mi interlocutora que España es un viejo país que ha sido capaz de sobreponerse (o está en trance, vaya usted a saber) a su más reciente, dura y atormentada historia hasta ocupar, ahora, un rol protagonista en el concierto mundial; una vieja nación que alberga a un pueblo esforzado y trabajador, amante de las tradiciones, que debería ser respetuoso y practicar el cuidado de los detalles, que -según decía Churchill- es lo que atrae a la suerte, y falta nos hace. Y que, hablando de municipios y/o autonomías, que “la cosa funcione” se debería notar en el día a día: que la educación y la sanidad públicas (que son bienes comunes) sean ejemplares y con alto grado de eficacia; que los trenes y el metro sean puntuales y estén limpios, como deben estarlo los taxis, los autobuses, los baños públicos, las calles, los parques, los edificios; incluso las obras, públicas o privadas, deberían estar limpias y dotadas de amplias medidas de seguridad. Las gentes -felices/infelices- deberíamos acudir a nuestros trabajos y ocupaciones o disfrutar del aire libre con seguridad, sin ruidos y sin molestar a los que con nosotros comparten el espacio común y público. Pagando impuestos, naturalmente, y colaborando en el bienestar común con nuestro ejemplo y nuestro comportamiento ético, y exigiendo a los llamados servidores públicos transparencia y, si cometen errores de bulto o engañan/defraudan/malversan o son procesados, que dimitan. Ser transparentes y ejemplares, además de formar parte de una ética del comportamiento, debería ser la norma porque dar cuentas públicamente nunca es una humillación sino una obligación para con los demás, y esa exigencia sí que es una señal de respeto que en España no practicamos ni en demasía ni con frecuencia. España aprueba, pero ha descendido (Informe de Tranparency International) por segundo año consecutivo en el Índice de Percepción de la Corrupción: ocupa el puesto 35/180 del indice global junto con Bostwana, Cabo Verde y San Vicente y Granadinas; y se mantiene en el puesto 14/27 de los Estados Miembros de la Unión Europea, dos puntos por debajo de Portugal y Lituania y solo un punto por encima de Letonia. El descenso no es significativo estadísticamente, pero si es una clara señal de riesgo y peligro de seguir descendiendo en 2023.

Nadie duda, creo yo, de que hay una profunda crisis del sistema capitalista. Pero hay también -como nos enseñó Sábato- una crisis de la concepción del mundo y de la vida basada en la deificación de la técnica y de ciertas explotaciones inhumanas. Hemos reforzado con la Inteligencia Artificial, y no sé si conscientemente, un tiempo complejo que se ha llamado “capitalismo de la vigilancia”, y que protagonizan las grandes multinaciones del mundo digital. Y hay que volver a la recuperación de los valores, de la ética limitadora de los descontroles, a la mejor Educación -la fuerza espiritual que hace grande a las personas y los pueblos- que debe liderar el cambio huyendo de privilegios y ofreciendo verdadera igualdad de oportunidades, y la Sociedad Civil -todos y cada uno de nosotros, no lo olvidemos- debemos transitar por esa senda e instar a los poderes públicos a conseguirlo porque, como Séneca dejó escrito, “Sapientia, quae sola libertas est”, en la sabiduría está la libertad.