Estilo olivar

Juan José Almagro

Hablemos de las "CES"

Viviendo en este tiempo de mentiras estaría bien preguntarnos por qué este modelo de las 5C no se aplica en muchas organizaciones

Próximo el otoño, investidura/s pendiente/s y cercano el inicio de la temporada aceitunera (los cosecheros se siguen acordando del refrán: «hacendado en olivos, un año en terciopelos y cinco en cueros vivos»), es tiempo de que, a riesgo de que nos manden a freír espárragos, recordemos esta cosa de las «ces». En los últimos meses ha sido Carlos Alcaraz, nuestro tenista emergente, quien la ha puesto de moda cuando, además del talento que atesore cada uno, habla de jugar —y ganar— como siempre le dice su abuelo, con las tres «ces»: cabeza, corazón y cojones. Visto el resultado de su excelente trayectoria, no es mal consejo el de su abuelo…

Hace más de diez años le pregunté a un alto directivo empresarial, un hombre honesto que había alcanzado la cima con esfuerzo, estudio y trabajo (se inició a los quince años como botones en la empresa), que reglas guiaban su actuar en la vida y en el mundo de los negocios. Me dijo que seguía a las tres ces: compromiso, convencimiento y cumplimiento de las normas, una especie de triple salto mortal sin red que define a las personas que, como mi amigo el directivo, son coherentes y cabales. Tres conceptos para la reflexión, tres argumentos que resumen el arte de dirigir y tres ces que, al declinarse, encierran en su interior una indestructible fe en los valores y en el papel central que el hombre y la mujer, las personas, deben protagonizar en las organizaciones. Desde el compromiso, desde el proyecto común con otros, mi amigo supo siempre que en las organizaciones no hay buen gobierno sin transparencia y sin comportamiento ético, y que tampoco cabe un proceder recto si en primer lugar no se obedece a la ley, y si la ley a la que se obedece no está fundada en la razón.

De pronto, en esta mañana luminosa sin tormentas, me acuerdo de lo que decía, y dice, a propósito de las ces, Tom Peters, el reconocido y  famoso escritor, gurú y consultor empresarial norteamericano, especialista en management. Peters sostiene que en las organizaciones debería imponerse el trabajo en equipo siguiendo la regla de las 5C, a saber: Compromiso de cada uno, para aportar lo mejor de sí mismo y realizar todas las tareas propuestas; Confianza de cada quien en el buen hacer de sus compañeros de equipo y en la consecución del objetivo propuesto; Complementariedad, de forma tal que cada miembro del equipo domine una habilidad y/o algún  conocimiento; Coordinación, asumiendo que alguien (¿el líder quizás?) oficie de coordinador/a para sacar el proyecto adelante. Y, finalmente, Comunicación, involucrando a todos en el proyecto común y hablando con claridad.



Viviendo en este tiempo de mentiras, más de intemperie que de protección, estaría bien preguntarnos por qué este modelo de las 5C no se aplica en muchas organizaciones y jamás en la política. De los gobiernos ni hablamos. Con lo fácil que sería que los gobernantes se aplicaran a la tarea de las 5C (me conformo solo con 3C), sabiendo que los cargos nos obligan, por muy altos que sean, al trabajo, a la disciplina, al ejemplo, a la austeridad y al compromiso responsable. Los gobernantes se deben a la institución para la que trabajan; no son más que ella ni están por encima de ella, aunque en estos tiempos que corren algunos lo crean y, además, lo practiquen. En fin, nombres y adjetivos son solo accidentes del verbo, como decía Machado, y nuestros gobernantes no se percatan de que el futuro, como escribió sabiamente Borges, «no es lo que pasará; el futuro es aquello que haremos».