Andalucía no es un laboratorio político, Andalucía es una tierra grande, vieja y sabia que suele generar tsunamis con efectos, si no devastadores, sí decisivos en la historia política española de las últimas cuatro décadas.
Cuarenta años han pasado de la primera y más importante ocasión en la que Andalucía tomó la decisión de pelear por la misma autonomía que tenían asegurada vascos y catalanes, esa que, sin ni siquiera pelearla en las calles, tenían asegurada gracias a la Historia 'por la cara', se escuchaba por el sur.
Gobernaba la derecha reformista, la menos franquista, bajo las siglas de UCD y el ex ministro del Movimiento, Adolfo Suárez González, como gran timonel de la transición; los que aún llevaban las sobaqueras azules por ser 'camisas viejas’ se quedaron en AP con Manuel Fraga; los irreductibles de las camisas azules, pistolas y cadenas, con Blas Piñar y Fuerza Nueva.
El PSOE de Felipe y Alfonso acabaría rompiendo pactos ¿de Estado, de caballeros? no escritos con la UCD sobre el modelo autonómico final de la España democrática; fue ante la presión del PSOE andaluz liderado por un dirigente populista y atractivo al que llegaron a tachar en su partido de 'loco' y 'ambicioso', de nombre Rafael Escuredo Rodríguez, por lo que el PSOE cambió y dio un giro de 180º. Véase la noticia de la huelga de hambre de Escuredo en la portada de la prensa americana, pidiendo que el gobierno convocase de una vez el referéndum andaluz; supuso que el PSOE se montara sobre la marcha en el tren de la autonomía del 151. Junto al presidente preautonómico, codo con codo, estuvo el ministro Manuel Clavero y fueron las dos voces de mayor autoridad política que alzaron la 'Arbonaida' blanca y verde pidiendo trato igualitario para Andalucía; así rompieron los esquemas diseñados bajo la mesa por el centralismo de entonces, -el PSOE y la UCD con Guerra y Abril Martorell en la sala de máquinas- amén de los poderosos poderes fácticos de la época que mandaban, y mucho.
El referéndum del 28 de febrero de 1980 -hoy popularmente lo llamamos 'Día de Andalucía' en recuerdo de la gesta- con un resultado adverso a los intereses del gobierno convocante de la consulta que solo ganó en Almería, dejó a Adolfo Suárez sumido en una debilidad política considerable.
La revista de referencia de la transición, Cambio16, dirigida entonces por el gaditano Pepe Oneto, le dedicó a Suárez tres portadas durante el año de vida política que le quedó tras lo de Andalucía; «Patinazo andaluz: primer fracaso» titulaba la revista al iniciar su serie el 16 de marzo de 1980. El último y tercer patinazo fue en Cataluña. Y en efecto, el golpe andaluz fue el primero y posiblemente el más letal de todos para el presidente que fumaba Ducados. Ni siquiera los milicos golpistas llegaron a tiempo para echarle de presidente. El 23-F del 81, Suárez ya había dimitido y confesó al irse: «Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España», o lo que es lo mismo, evitar otro enfrentamiento entre españoles y volver a la España que, aún hoy, algunos reivindican sin haberla conocido y sufrido.
El PSOE, como alternativa en la oposición entonces a la espera y calentando, tuvo una enorme capacidad para aglutinar el antisuarismo creciente en España (lo mismo que ahora sucede con el antisanchismo) y también habilidad para rentabilizar políticamente la gesta autonómica andaluza, hiriendo mortalmente a Suárez, al que Alfonso Guerra, (ese señor que ahora sienta cátedra cada vez que habla), le llegó a llamar, entre otras lindezas, «Tahur del Mississipi, con su chaleco y su reloj». O esta otra, "Suárez llegó a perder toda credibilidad. Se convirtió en una bailarina de pasos contrarios".
Las elecciones de mayo del 82 con 66 escaños logrados por el PSOE de Escuredo, fue la primera gran mayoría absoluta socialista en Andalucía y el preámbulo de lo que sucedería después en las generales de octubre con la llegada a Moncloa de Felipe, Alfonso y 'el cambio'.
¿Puede tener el 19J el mismo efecto que el 23M del 82?
Llegados a este punto cabe preguntarse si puede repetirse la historia, si la mayoría absoluta lograda por Juanma Moreno hace algo más de un mes puede tener el mismo efecto hoy para el PP de Feijóo que lo tuvo en favor del PSOE y Felipe Gonzalez en 1982. Nada es descartable en esta política veloz en la que cabalgamos hace años. Desde luego, los populares están muy convencidos e ilusionados -al menos eso es lo que transmiten- que tras el empujón del PP andaluz, Alberto Nuñez Feijóo se sienta en La Moncloa del tirón, con Vox o sin Vox, cosa que es secundaria ahora porque los populares sureños han aprendido a soñar. Lo dicen sin tapujos, pero además en este PP no desaprovechan puntada para envolver todo lo que hacen con celofán, guirnaldas y muchos focos, recreando una especie de mundo mágico a la americana, pelín Disney, aporte rosáceo incluido. Ahí quedaron las imágenes de la toma de posesión - algunos han hablado de 'entronización'- de Moreno Bonilla el sábado, videoclip de Canal Sur incluido -nada que envidiar Cana lSur a lo del Concierto de Año Nuevo en Viena-. Una toma de posesión a lo grande, deslizándose por las escaleras palaciegas hasta la misma calle, ante el palacio que fue de los duques de Montpansier; asientos de sol y sombra agotados sin reventa y con una sensación térmica de 30 grados a las diez de la mañana. Para otros el acto tuvo bastantes tics de celebración o aniversario de bodas, propio de la alta sociedad aristocrática del lugar, esa que ahora vende los palacios a escondidas donde ya no se celebrarán más puestas de largo; pero en realidad lo que acaba de instaurar Bonilla para perpetuarse -tras aquella lejana segunda toma de posesión de Manolo Chaves- son las tomas de posesión en la calle, cerca de la gente, fundamentalmente gentes del partido rigurosamente seleccionadas e invitadas, amén de las autoridades de rigor. Moreno Bonilla ha prometido política de puertas abiertas para los andaluces. A ver como lo administra con la que nos viene de camino y que el mismo reconoce. El populismo tiene infinidad de caminos por descubrir y los iremos viendo en estos años por llegar.
La gran victoria electoral de Juanma Moreno ha puesto a Andalucía en la agenda política española de manera muy destacada. Y eso tiene su importancia. Salvo en el 92, quizás en ningún otro momento fuimos tan observados como ahora desde fuera. Tiene su mérito, pero se asume al mismo tiempo una gran responsabilidad. Juanma es un nuevo 'Influencer', seguramente el andaluz que más poder político de decisión ha tenido en lo que llevamos de democracia. Y eso, que a priori puede parecer bueno, puede tornarse en contra ante cualquier deriva imprevista. Pero ciertamente ninguno de los presidentes que han pasado por la Junta en su historia cuarentona, -Escuredo, Borbolla, Chaves, Griñán y Díaz- ha tenido en sus manos tanto poder político y real como el acumulado por Moreno Bonilla desde el pasado 23F, el día que decapitaron a Pablo Casado. Como todo, la clave de su éxito estará en su capacidad para digerir y administrar el atronador triunfo electoral logrado. Desde el primer minuto debe tener claro que no existe ningún condicionante externo que se conozca que obligue al presidente. Él y solo él será el responsable ante el Parlamento y los andaluces de lo que haga o no haga su gobierno a partir de este verano. Ahora Juanma se tiene que arremangar y ponerse a trabajar en serio. Ya no tiene excusas, pero sí un buen paquete de medidas urgentes por adoptar que le esperan una vez formado el gobierno que acaba de nombrar.
Marín, hombre del presidente
El presidente le ofreció a Juan Marín seguir en el gobierno como independiente a lo que su leal vicepresidente durante tres años y medio le dijo que no. Quizás le asesore en algunas cuestiones puntuales. ¿Cuánto vale tener acceso directo al presidente y que te escuche lo que le digas o propongas con interés? Marín tiene pinta de querer hacer un master acelerado como 'Influencer’. Lo de ser consejero como que no era muy presentable visto lo visto. Cabe imaginar que se estaría diciendo y escribiendo hoy en las redes si el sanluqueño hubiese aceptado volver a sentarse en el Consejo de Gobierno sin la camiseta naranja. Especialmente desde las filas de la ultraderecha que se la tienen jurada.
Vox y su portavoz, Macarena Olona, hace semanas que dejaron de quitarle el sueño a Marín, y por suerte, a muchos andaluces. Incluido Juanma Moreno, al que se le ve demasiado confiado ante el descarado cortejo desplegado por Macarena Olona durante la sesión de investidura y el anuncio de su (Sic) «Afectuosa abstención». Tanto buen rollito quiso escenificar la portavoz de Vox, que sobrepasó las líneas de la lógica cortesía parlamentaria para entrar en el arte de la comedia, una actitud que ha tenido su continuidad y que ha acabado con la Sra. Olona metida hasta en las cocinas de San Telmo, haciendo uso el sábado de la toma de posesión de las instalaciones de Presidencia del gobierno para dirigirse a los medios de comunicación. Moreno Bonilla parece que no se acuerda de la famosa fábula de la rana y el escorpión. Debería.
Otra crisis nacida en Andalucía
Esta semana la ministra de Podemos Ione Belarra ha cesado como Secretario de Estado de la Agenda 20-30 a Enrique Santiago, que da la casualidad que es, además, Secretario General del PCE. Un cargo históricamente respetado en la izquierda española, ocupado por nombres y apellidos admirados en general por la militancia comunista como los Pepe Díaz, Santiago Carrillo, Gerardo Iglesias, Cayo Lara, Julio Anguita. Fue bajo el liderazgo del político comunista cordobés cuando esta formación coaligada con otras obtuvo los mejores resultados de su historia, superando los dos millones y medio de votos en 1996 (10,54%) y 12 diputados en el Congreso.
En Andalucía la fuerza del PC, al que se le puso el apellido Andalucía tras la batalla autonómica, siempre fue notable, aunque tuviesen más influencia política que votos. Se les escuchaba porque sabían de lo que hablaban desde su larga experiencia vital y de lucha. El partido tuvo implantación en toda la comunidad. Al cabo de un cuarto de siglo, 26 años después, el PC ha entrado en una deriva que su historia de lucha contra la dictadura y su papel en la transición no merecen.
La crisis en la izquierda española no ha empezado ahora, la crisis en la izquierda que gobierna España junto a Pedro Sánchez lleva hirviendo hace meses y, miren ustedes por donde, parece que todo parte también desde Andalucía.
Efectivamente, los dos ajustes políticos -he oído también la palabra 'purgas'- realizados por ministerios de Podemos sobre Amanda Meyer, la jefa de Gabinete de Irene Montero y Enrique Santiago, Secretario de Estado, ambos fulminados de sus cargos, lo han sido a raíz de las fuertes discrepancias habidas durante y después de la confección de la lista electoral andaluza que finalmente Podemos no firmó porque se les pasó el plazo ante la Junta Electoral. Sin duda uno de los más lamentables episodios que ha podido ofrecer la izquierda andaluza en las últimas cuatro décadas. (Superar las cosas de Juan Manuel Sánchez Gordillo en Marinaleda parecía imposible, pues lo han logrado). Una operación que ha culminado con la práctica desaparición del PC en beneficio de Podemos, todo ello con unos enrevesados acuerdos (económicos) que ya veremos si se cumplen a plena satisfacción de los intervinientes y no empiezan las tortas antes de que el simpático presidente Jesús Aguirre abra el primer pleno del Parlamento de la XII Legislatura.
La gente progresista se cabrea con razón cuando hace las cuentas y constata que si no hubiesen triunfado las tesis de presentarse por su cuenta las diversas tribus del frente andaluz de Judea, es muy probable que el bloque de izquierdas hubiese obtenido al menos diez escaños más, diputados que sí lograron unidos en diciembre de 2018.
En todo caso, no sería una buena noticia ni un espectáculo agradable para cualquier demócrata, comprobar como el Partido Comunista de España se autodestruye lentamente, agónicamente, sin posibilidades de recuperarse nunca más. Para eso, mejor la muerte asistida, con la dignidad que merecen unas siglas y una militancia que fueron claves durante la larga y compleja transición española. Cuestión de memoria.
Pepe Fernández
Eventos consuetudinariosCasi todo suele empezar por Andalucía
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Foto: EXTRA JAÉN
Toma de posesión de Bonilla.