Eventos consuetudinarios

Pepe Fernández

Las caras de Carlos Herrera

Conozco a Herrera desde hace más de cuatro décadas, cuando en 1977 coincidimos en ‘la mili’ en Sevilla. Él, como yo, procedíamos del remplazo de catalanes...

 Las caras de Carlos Herrera

Foto: EXTRA JAÉN

Las caras de Carlos Herrera.

Conozco a Herrera desde hace más de cuatro décadas, cuando en 1977 coincidimos en ‘la mili’ en Sevilla. Él, como yo, procedíamos del remplazo de catalanes (incluidos los que fuimos infantes emigrantes) que entonces enviaban a la otra punta de España ‘para servir a la Patria’. A Carlos Herrera te tocó Ferrocarriles y a diario venía a Capitanía General a entregar el parte del día correspondiente y, de paso, ‘fer petar la xerrada’. Herrera vestía como nadie el uniforme, el soldado más elegante de todo Ingenieros. Nos unía entonces la procedencia, la edad, nuestros recorridos paralelos, geográficamente muy cercanos, él en Mataró y yo en Blanes, a 40 kilómetros escasos. Pero sobre todo nos unió el estar ambos enamorados (y a esa edad ya ‘casados’) con la radio.

Nos volvimos a reencontrar tiempo después en la cadena SER y finalmente en Onda Cero y, siempre, mantuvimos esa relación de afecto personal que dura cuatro décadas después, aunque no cultivemos ni el fiesteo ni el contacto gastronómico de otras épocas. En el ámbito profesional coincido con Herrera en pocas cosas, quizás en el valor cultural y sentimental de la copla andaluza y nuestra admiración por la poesía de Rafael de León. Su posición editorial e ideológica en términos políticos, apoyando y justificando sin reservas a la derecha y martilleando sistemáticamente a la izquierda, no siempre fue tan duramente ácida, pero sin duda su deriva ideológica y su capacidad contrastada como comunicador le convierten en uno de los más influyentes, cuyas opiniones mañaneras los dirigentes políticos de la derecha suelen incorporar a sus argumentarios del día.

Sirva este preámbulo para justificar la impresión que tuve el día que Herrera fue testigo en directo del acto político más determinante en la implosión padecida por el Partido Popular la semana pasada.



Recuerdo que estaba en otras cosas y, de fondo una pantalla ofrecía imágenes de la entrevista de Carlos con Pablo Casado en la Cope. No escuchaba lo que decía el entonces líder del PP, pero sí veía la cara muy seria del Herrera que tan bien conozco. Tras elevar el volumen, efectivamente, pude comprobar el motivos de su semblante de preocupación más que justificada.

Pero si el rostro de circunstancia que mostraba el entrevistador fue más que evidente cuando preguntaba y miraba a los ojos a Casado, el semblante de Carlos fue mucho más grave cuando, por teléfono, entró en su programa Isabel Díaz Ayuso para replicar lo dicho por Casado poco antes. ¡Anda jaleo, jaleo!

Herrera y sus oyentes de esa mañana tuvieron claro nada más concluir ambas entrevistas -un desahogo de ambos dirigentes- que el PP se había roto por la mitad. Sorprendentemente la cadena de los obispos había sido el escenario elegido para el arranque de una guerra santa de partido que acabaría desembocando en un golpe de mano contra Casado y su número dos en Génova, todo ello en una fecha tan simbólica para los españoles como el 23 de febrero. Otro 23F anotado en el cuaderno de navegación de nuestra democracia cuarentona. Donde, por cierto, a punto estuvo de reeditarse también un actualizado «pacto del capó», las condiciones de la rendición del líder, que debía contemplar, por escrito, que Casado dimitía y calladito, con el compromiso de no volver a presentarse frente a Alberto Nuñez Feijóo.

Los ‘generales’ de las 17 Capitanías del PP, aquí llamados Barones -ni una señora- cada uno por razones distintas y algunas no confesables, se plantaron en Madrid con nocturnidad. Salvando tiempo y distancias recordaron a aquellos viejos generales fascistas que llegaron a intimidar con una pistola sobre la mesa a Adolfo Suarez en La Moncloa. A Pablo Casado le han dejado solo, desnudo, aislado y fuera de juego. El padre de Suárez Illana aguantó en los 70 la presión golpista con dos pares y el BOE y sin ceder, hasta que lo echó el emérito con un ‘golpe de timón’ que vaticinaría Josep Tarradellas sin que casi nadie le entendiera en ese momento.

Pablo Casado, cada vez que pregunta qué he hecho mal para que me echéis y no recibe respuesta, aumenta el capital político que no logró reunir ante la sociedad española antes de ser víctima de la guillotina pública de los suyos. Con esa pregunta Casado pone sin necesidad de mencionarlo el dedo en la llaga que sangra a borbotones en el PP. Una pregunta que debieran responder quienes como Monago, el primero y más virulento en la reunión de barones en pedir que se largara esa misma noche, no fue precisamente un ejemplo en el uso de fondos públicos para viajes de placer a Canarias donde tenía cosas de su vida privada.

Porque, en el fondo, no nos engañemos, la mecha que ha incendiado finalmente al PP ha sido la corrupción, palabra que todos condenan de boquilla, pero casi nadie lucha activamente contra ella, especialmente cuando beneficia a los intereses del partido o amigos del…

Ni siquiera Pablo Casado es creíble cuando sostiene que todo esto ha sucedido por su firmeza contra la corrupción y por exigir a los suyos transparencia y explicaciones en la gestión pública. Él sabe, porque tonto no es, que su caída se debe en gran medida a su número dos, sistemático tocapelotas de baronías y califatos, entes orgánicamente claves como se ha visto y se verá en el congreso.

Lo manifestado por Pablo Casado, sin guión ni papeles por delante, a bocajarro, sobre los negocios que el hermano de la presidenta de Madrid había hecho en el arranque de la pandemia con la Comunidad que presidía su hermana, cuando morían a diario más de 700 españoles, puso sobre el tapete la cuestión ética y moral de la que nadie quiere hablar ni habla. Para muchos un caso de libro en materia de corrupción. Ahora todos remiten a lo que diga Fiscalía, pero que nadie dude de que si prosperan las investigaciones penales iniciadas no faltará quien acuse a la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, de estar moviendo los hilos acusatorios contra Díaz Ayuso, la joven lideresa del PP que también ha perdido sus mejores plumas en esta pelea de corral.

«¿Qué he hecho yo para merecer esto?» se sigue preguntando un almodovariano Pablo Casado sentado en su trono de treinta días sin corona. Le echan exactamente por lo que le dijo a Herrera y por cómo lo dijo. De ahí la cara de espanto y sorpresa de Herrera mientras escuchaba las respuestas a sus preguntas. Sabía mejor que nadie y en tiempo real que se estaba apretando el botón nuclear en el PP y para colmo se estaba lanzando una excelente noticia para el presidente del gobierno ‘socialcomunista’ Pedro Sánchez, al que Carlos suele vestir de limpia día sí y día también.

Este es el análisis que en privado hacen casi todos en el partido, reconocer en público lo de las comisiones del hermano de Ayuso es tanto como aquello del ‘gato escaldado del agua caliente huye’ y en el PP hasta la gaviota del logo está desdibujada por tanta corrupción de estas décadas.


El corazón de Moreno Bonilla


No debe pasar desapercibido el papel y la figura política de Juan Manuel Moreno en la batalla que se está librando dentro de su partido. Desde luego vaya por delante que este conflicto, si algo bueno ha tenido para el presidente andaluz, es que se le haya dado su sitio y se le reconozca que lidera una organización con peso especifico que, recordemos, en Valencia hizo presidente a Mariano Rajoy gracias a un maniobrero Javier Arenas. Y ante tambores de congreso, los votos, los casi quinientos delegados que lleva Moreno detrás cuentan, siendo Andalucía árbitro de la situación por su peso electoral y, ojo, porque, además, gobiernan la Junta de Andalucía.

Bonilla ha estado discreto, nada agresivo en público, muy en su papel, pero bien que se ha encargado de apoyar desde el minuto uno la operación Feijóo, apoyo que tiene una lógica aplastante. Bonilla, los cuadros y la militancia del PP andaluz, saben muy bien el calvario que ha supuesto el ordeno y mando -«putadas y cacicadas continuas» dice un damnificado- soportando a Teodoro García Egea en la organización del partido en muchas provincias andaluzas. Por cierto, hoy no les debe llegar la camisa al cuerpo a los apadrinados por Génova para presidir el partido en al menos cuatro provincias, siempre contra los intereses de B&B ( Bonilla y Bendodo). El caso de Sevilla es uno de los patios que siguen instalados en la inestabilidad. La presidenta Virginia Pérez se queda ahora sin la protección de su amigo Teo.

Juanma Moreno ha conseguido convertirse en un político de referencia estatal y su correcto comportamiento público le tiene que haber ayudado positivamente. Eso, a priori, no es una mala noticia para Andalucía, aunque ya saben, obras son amores. Llegar a las puertas de la sede del PP y, en un ambiente de linchamiento general, donde todos pedían la inmediata ejecución política de Pablo Casado, proclamar como hizo Moreno que había que emplear «la cabeza y el corazón» logró poner un punto de equilibrio y de cordura entre los amotinados. Parece que le secundó Núñez Feijóo y, ambos, lograron imponer una salida más presentable que digna para un presidente que ha tenido que soportar como las mismas manos que ayer le apuñalaban, hoy le aplaudían a rabiar en el Congreso en su despedida. Debe ser el gran teatro de la política, puro teatro. Nadie respondió a la pregunta que corroe a Casado, ¿qué he hecho mal, por qué me echáis?

Concluida la noche de cinco horas de cuchillos largos en la segunda planta de Génova 13, al día siguiente, se confirmaba documentalmente que Casado no mintió cuando le habló a Carlos Herrera de los casi trescientos mil euros cobrados -¿como comisión?- por el hermanísimo de la Sra Presidenta de Madrid de una empresa de un ganadero amigo de la familia, metido al negocio de las mascarillas que compraba la Comunidad.

Los años y el seguimiento de la vida política enseñan que acontecimientos como el que está sucediendo en el seno del primer partido de la oposición en España, tardan mucho en cicatrizar. Cosas que se perdonan pero no se olvidan jamás. De hecho a nadie se le escapa que en este lio han vuelto a dar la cara, aunque solo sea para resituar personajes, clanes y familias que se enfrentaron en las primarias del PP donde el objetivo fue que no saliese Soraya Saénz de Santamaría, derrotada por los perdedores en los despachos en favor de Casado. Aunque digan lo contrario son alianzas y batallas que no se olvidan, y en eso Bonilla le ha respondido siempre a la exvicepresidenta que apoyó en las primarias y sino que se lo pregunten a Enric Millo o a Tomás Burgos, por ejemplo.

Para Moreno, siendo duro lo sucedido hasta ahora porque electoralmente le debilita, lo que le viene de camino no será un camino de rosas. Tiene que acertar a la hora de dar el nombre de la persona que sustituya a Teodoro García Egea en la Secretaría General de Feijóo, avalado por la importancia y el peso del PP andaluz. Descartado Elias Bendodo la rumorología se abre paso, pero ese capitulo aún no ha empezado a desarrollarse. Loles López, SG del PP-A, tampoco parece que tenga muchas papeletas. Y como las desgracias nunca vienen solas, Bonilla sigue sin resolver el sodoku de la fecha de elecciones que algunos, visto lo visto, empiezan a situar en el último tramo de calendario que la ley permita, principios del 2023.

La subida de la extrema derecha en los sondeos publicados este 28F - en este de Voxpopuli duplica- no ha sido una buena felicitación para el acto central del Día de Andalucía, definitivamente descafeinado y descolorido desde la oficialidad institucional, pese a contar con un nieto de Blas Infante en el escenario, en esta edición convertido en un mitin de lujo del presidente y candidato del PP andaluz. Ah y por supuesto han seguido el manual que empleaba el PSOE a la hora de repartir las medallas de Andalucía y que se resume en este dicho: «entre col y col, lechuga». Desde luego creo que este año se les ha ido la mano con la lechuga.