La chapa

Carlos Oya

Antiguo Régimen

Hay una etapa que hace de bisagra entre la edad moderna y contemporánea occidental que nos define y que a la postre definió no sólo a la Europa Occidental...

Hay una etapa que hace de bisagra entre la edad moderna y contemporánea occidental que nos define y que a la postre definió no sólo a la Europa Occidental sino a los territorios que le pertenecían en ultramar y no es otra cosa que el paso del denominado Antiguo Régimen al Nuevo Régimen. “Grosso modo” se pasa de una sociedad en que tu puesto y tus obligaciones para con la ley difieren si eres hijo de un “no privilegiado” (campesino, artesano, burgués) para mal o si desciendes de un “privilegiado” (nobleza o clero, éste último abundante en sobrinos que son clavados a su tío obispo) para bien. Este sistema se fue diluyendo como un azucarillo desde el siglo XVIII hacia un sistema liberal (palabra tan denostada ahora como incomprendida) en el que se defendían las libertades individuales, la soberanía nacional y la igualdad ante la ley (insisto en que sigo hablando de modo general, cada territorio siguió su propio ritmo en el tiempo con evoluciones e involuciones de todo tipo). Un sistema plenamente democrático y garantista se basa en que todos sus ciudadanos son iguales ante las leyes y el ejecutivo debe hacer cumplir las sentencias. Por supuesto que uno puede no estar de acuerdo con los veredictos de los jueces y ahí se le presenta un abanico de opciones. Lo que no se puede permitir es la desobediencia. Si no te gusta el parecer de los jueces recurre o recusa, protesta, escribe… Si no te gusta la ley vota para cambiarla. Pero las sentencias en una democracia son de necesario (en sentido filosófico) cumplimiento pues cimientan las bases del sistema y la igualdad de todos. Esto viene al caso del pitoste que se ha montado en Canet de Mar por la sentencia que obliga a un centro a impartir 25% de horas en castellano por la demanda de una familia en particular. Olvidemos que esta familia (incluido el menor) ha sido coaccionada por las redes y no precisamente por mindundis, sino por un profesor y un mosso de escuadra (“Me apunto a apedrear la casa de este niño” , “Este niño se tiene que encontrar absolutamente en clase”) y a ese conseller de Educación que en vez de mantener un perfil bajo no duda en colaborar para la conversión de la multitud en turba ni a la tibia reacción de nuestro presidente (“condeno el acoso venga de donde venga”) que recuerda ciertos circunloquios de formaciones execrables de las que no quiero acordarme. Quedémonos que a estos partidos que se les llena la boca con igualdad, libertad y fraternidad se les cae la careta cuando el viento se les pone en contra pues en el fondo sueñan con una vuelta a esa época en el que los señores feudales no sólo no cumplían la ley, sino que además imponían la suya.