La chapa

Carlos Oya

Turing

Alan Turing, entre otros grandes logros (como desencriptar el código ENIGMA nazi en Bletchley Park o inspirar el logo de APPLE, pues se suicidó de un mordisco..

Alan Turing, entre otros grandes logros (como desencriptar el código ENIGMA nazi en Bletchley Park o inspirar el logo de APPLE, pues se suicidó de un mordisco a una manzana a la que previamente había inyectado cianuro) es considerado como uno de los padres de la informática y en este campo es de sobra conocido su famoso test (conocido, valga la redundancia, como el “Test de Turing”) el cual consiste en un método para determinar si una máquina puede pensar. El insigne matemático lo resume así: “Una computadora puede llamarse inteligente si logra engañar a una persona haciéndole creer que es humano”. Cuando Casado se refirió a la metedura de pata del diputado Alberto Casero en la votación de la reforma laboral como “error informático” se reveló ante nuestros atónitos ojos que Alberto Casero era una máquina que hasta ahora nos había engañado. Hasta entonces había cumplido su función (aunque es verdad que ya daba señales de estar estropeado) de votar lo que decía el partido pero el otro día una sobrecarga, un cortocircuito o vaya usted a saber saboteó sus protocolos y por dos veces votó en contra de sus amos. Así que todo fue un problema técnico, como lo justificaron en el partido y así y con todo debemos agradecer que el androide popular no emulara a Yul Brinner en “Westworld” cuando hacía de robot loco y se dedicaba a masacrar al personal. Los partidos deberían revisar de cuando en cuando a sus robots pues para eso se les paga y que cuando tienen que hacer el ímprobo esfuerzo de pulsar un botón garanticen a la nación que pulsarán el botón correcto. Que no tienen que ganar al ajedrez como el autómata de Maezel del que nos habló Poe. Ya Philip K. Dick (no Dyc) fabuló en su cuento “La segunda variedad” (en el que luego se basó libremente James Cameron para su primer “Terminator”) que llegaría un tipo de robot que sería indistinguible por los humanos. Por ahora estos fallos informáticos en algunos de nuestros diputados nos indican que todavía queda camino por recorrer no obstante una duda siniestra recorre nuestra espina dorsal, imaginemos que alguna vez un diputado vota en contra no por error sino que usando el libre albedrío se opone por conciencia a la postura de su partido. Diputados que piensan por sí mismos. Entonces sí que íbamos a tener un problema.