Cuando alguien me pregunta sobre quién es el culpable de alguna situación social injusta, sobre un problema de índole mundial o sobre alguna crisis global en concreto, siempre respondo con una de estas tres propuestas: el patriarcado opresor, el racismo institucionalizado o el capitalismo. Generalmente, todo el mundo contento. Y eso que respondo la primera que se me viene a la cabeza de las tres, pero funciona y quedo como un tipo sensibilizado y buena gente, que es de lo que se trata cuando se adoptan corrientes en boga al tuntún.
Si en vez de haberme criado en la España de la constitución del 1978, fuese un tipo apellidado Heinrich que está viviendo su adultez en la Alemania del 1930 y encajase con la ficción fenotípica de la raza aria según los ideólogos nazis, a las mismas preguntas respondería: el contubernio judío, la degradación moral de la Europa victoriosa en la primera guerra mundial o el comunismo. Quedando igual de bien y de tipo sensibilizado y buena gente. Y eso es asíns.
Pero tampoco hay que ponerse tan histórico, no, no hace falta. La gente coge una rama y suelta hacia otra cuando le viene a bien, negando haber sostenido la primera o, asegurando, que la asió por accidente o por obligación. Los monos sin pelo lanzados al espacio exterior.
Recuerdo, con unos quince o dieciséis años, eso rondaría los años noventa, a unas viejas en los Jardincillos poner a caer de un burro a una señora o señorita; igual la mujer tendría unos treinta, vecina también, entonces para mí una vieja del carajo, pero igual era así de joven la señora; porque había dejado a su marido por otro tipo más joven que ella. ¡Y con dos nenes la señora! ¡Pobre hombre, tan trabajador y familiar! No voy a transcribir los apelativos que le adjudicaban y los juicios morales salomónicos que proponían para su ignominiosa infracción y las diferentes paternidades que le suponían a las dos criaturas, porque estoy deconstruído y porque me acabo de limpiar los dientes y enjuagado con una delicia de colutorio. Pero te lo puedes imaginar. Y todas se aplaudían las unas a las otras y apreciaban su integridad moral y sus buenas costumbres compartidas. De hecho todo el que se unía al juicio sumarísimo sito en los Jardincillos, hacía alarde de la misma calidad de valores y culpaban a la falta de cristiandad en la juventud, al Psoe, a los Cuarenta Principales o a los homosexuales, porque ya que empiezas. Todos estaban quedando muy bien, de gente sensibilizada y de buenas personas. Presión de grupo se llama eso y adoptar corrientes en boga al tuntún.
¿Cuántas de las hijas y nietas de aquel aquelarre inquisidor sito en los Jardincillos no se vio, una década después, en la misma situación o parecida o peor? Digo peor según los cánones de los noventa, que tampoco en Jaén es que fuesen el Mayo del 68, ni de lejos. Pero si me puse unas bermudas con las Martens, porque quería ser yo muy grunge, y por poquito infartan cuatro señoras del asombro y la risa.
Y, ¿qué hicieron esas viejas cuando sus hijas y sus nietas empezaron a divorciarse, casarse de nuevo, tener hijos con diferentes tíos, cosa que premia la genética, o, simplemente, dedicarse a la Dolce Vita, como debe de ser? ¿Volvieron a los Jardincillos a ponerlas verdes? No, porque “los tiempos han cambiado”. Son otros tiempos y mi yerno es que era un cabrón y un hijoputa y una mala persona. Suelto esta liana y me cojo la siguiente. Donde dije digo, digo Diego. Pero en los noventa, a aquella pobre, seguro que la dejaron bien jodida. O, por lo menos, un disgusto bueno le dieron.
De igual modo, supongo que todos los que se están llenando ahora la boca con arengas a favor o en contra de cuestiones de las que no tienen ni puta idea y que solo esgrimen porque están de moda, los hace parecer mejores personas o más sensibilizados o superiores moralmente, tendrán que hacer como las viejas de los Jardincillos cuando llegue el momento: cambiar de liana, decir Diego donde antes dijo digo. Alegar que ella no, que eran las demás y su yerno es un cabrón, para así evitar que llamen puta a su hija. Además es posible que esa a la que llamaron puta en los noventa se lo recuerde y bien que haría, solo por el quítame allá esas pajas. No se dan duros por tres pesetas.
P.D.: Tercera Ley de Newton. O eso o el patriarcado opresor, el racismo institucionalizado o el capitalismo. Al gusto.
P.P.D.: Tanto cagarse en las banderitas y no tardáis ni un pedo en colocaros una en la imagen de perfil de las redes sociales. Luego os tocará recular, como las viejas de los jardinillos.