Me suda la Polca

Jesús Calamidad

Decolonialismo, descolonizar del inglés decolonization

Endofobia, si será por neologismos

¿Recuerdas el chiste ese del transbordador espacial Challenger? Sí, mujer, si en el instituto nos partíamos la caja con él. Uno muy machista, puro humor negro y que se le ocurrió a alguien semanas después del lamentable accidente porque la mala baba vuela. La gracia consistía en que ésta era una de las primeras expediciones extraterrestres que contaba con tripulación femenina, contando con que el Challenger ya había completado, al menos, nueve misiones con éxito hasta la fecha, hasta esa fecha en concreto. También es mala suerte, carajo. Digo gracia desde el punto de vista de la construcción del chascarrillo, el hecho no tiene simpatía ninguna, pero la trivialización de las sombras de la humanidad y sus temores, ayudan terapéuticamente a seguir avanzando sin caer en las tinieblas del nihilismo. Es condición humana e instinto de supervivencia.

Personalmente creo que el humor jamás debería de tener límites por muy bruto u ofensivo que pueda resultar, ya que siempre habrá alguien que se tome cualquier cosa a título personal, siempre, indefectiblemente. ¿Y, sobre todo, quién pone esas fronteras? Peligroso. Ofenderse es gratis y además hoy día, proporciona aforo y palmaditas en la espalda. La sociedad líquida es la sociedad del victimismo, que no de las víctimas, paradójicamente, lo que promueve que cada hijo de vecino quiera alzarse laureado en alguna de las atalayas de la opresión, la injusticia y la discriminación. De ahí tanto revisionismo oportunista y neologismo partidista a modo de mercadillo de ocasión, desde donde rescatar cualquier micropartícula de pertenencia a cualesquiera grupo oprimido, excluido o damnificado. Véase a cualquier paleto norteamericano reivindicando su nonagésima parte Navaja o a cualquier sudamericano su vigesimoquinta Mexica, por poner ejemplos chulis porque lo de ultramar siempre es más chuli. Ya lo cantaba Raimundo Amador en su “Gitano de temporá”, con otra intención, pero vamos, que viene a ser lo mismo: sacar conejos de la chistera para hacerse el centro de la fiesta o para desviar la atención de lo que está pasando en la mesa de la sangría. Pero ya tocaré ese tema más adelante.



Sí mujer, te lo cuento, te cuento el chiste: “¿Qué se oyó por la radio en Cabo Cañaveral antes de que la Challenger explotara?.. Dejad que tripulen ellas.”

Ahora es cuando se cierne un silencio sepulcral sobre el respetable. ¿Hay alguien ofendido en la sala? ¿Todos? Normal. En los ochenta ésto era un descojone, ahora, por suerte o por desgracia, es una ofensa. No me refiero a que por suerte o por desgracia ésto no haga gracia hoy día sino a que ofenda, porque la ofensa trae en bomborombillos a la evidencia. La mentira puede difamar pero no puede ofender, ya que ofender es herir el amor propio o poner en evidencia, en e-vi-den-cia. Si no hay evidencia, no hay ofensa. Recuerdo que mi profesor de Taekwondo, de cuando era un moco, nos decía: “Si alguien te llama ladrón y lo eres, solo está enunciando una verdad. Si no lo eres, está equivocado o quiere provocarte.” Algo así, era una movida Koreana, pero tenía razón, además supongo que no querría que nos liásemos a patadas en el recreo.

Yo mismo conduzco como las mierdas y soy un tío, de hecho no conduzco por deferencia a la salud pública. Sin embargo, mi coleguilla es campeona estatal de motocrós y una fitipaldi. Me pasea como a Miss Daisy, hecho una reina y medio cagado en los calzones porque se cree ella, la muy, que está en Montecarlo y solo vamos al hiper. Una crack al volante y yo un pulpo en un garaje. Le he contado, como he podido en alemán, el chistecito. Y, ¿sabes qué? Se ha reído y luego ha subido una ceja socarrona. ¿Por qué, si es un tía? Debería de haberse ofendido y llamarme “sexistisch” o “Schwein” o algo con los ojos juntos y el dedo acusador. Fácil, ha captado el anacronismo que supone la consecuencia de resolver que el transbordador estalló porque lo tripulaban mujeres. No se ha ofendido porque su amor propio y su experiencia vital, la evidencia empírica, le proporcionan la certeza de que el hecho de manejar efectivamente un vehículo no depende de lo que tengas entre las piernas.

El chiste es una infamia, no una ofensa, y de las infamias es mucho más sano reírse. ¿Verdad? De modo que yo, que aprendo mucho de ellas, de las tías, he optado también por reírme de Claudia Sheinbaum, la descendiente alemana y la futura nueva presidenta de Méjico, y de su conejo en la chistera, de su infamia. Esa que se ha sacado sobre el supuesto perdón que Felipón el Mandilón ha de pedir a los mejicanos por lo que Hernán Cortés les hizo hace siglos. ¿A qué mejicanos? No había Méjico alguno. ¿A ella también? No sé cuando su familia llegó allí, pero vamos, mínimo del valle del Rhein eran, y solo hay dos motivos por los que un alemán, en los tiempos en los que emigraban a latinoamérica, emigraría a Méjico. Solo dos y tienen que ver con dos bandos muy diferenciados de la Alemania de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. Insisto, ni puta idea, pero no la veo yo muy Mexica, a no ser que tenga la afamada vigesimoquinta parte, por supuesto. ¿Ves? Esto es difamar.

No voy a entrar en lo que aquellos a penas quinientos extremeños pudieron o no hacer, con ayuda de otros miles de indígenas que ya estaban hasta los huevos, o en los diferentes modelos de imperios, que no son monolíticos, ni en la alfabetización de un pueblo casi primitivo o en la creación de universidades o en la asimilación cultural, no voy a entrar. Eso lo dejo para los historiadores que para eso están y tampoco estoy blanqueando la realidad de un período histórico que se las traía en cada punto del planeta. En lo que sí voy a meterme hasta el corvejón es en este revisonismo partidista y emocional, tan lisérgico que clama al sentido común, en el que cuatro malandrines están volcando toda su vocación perversa, solo para tirar balones fuera y que nadie se percate de lo que pasa en la mesa de la sangría. ¿Méjico no tiene problemas más acuciantes que el oro Azteca, no? Ni de coña, es un puto paraíso, joder. Al pobre Méjico le va fatal porque unos extremeños barbudos y cabronazos se llevaron todo su oro, vaya por dios, cuando ni siquiera existía Méjico. ¡Claro, Extrema y Dura, todos lo saben! De lo de que los norteamericanos se apropiaran de la mitad de lo que Méjico fue, cuando ya era Méjico, de eso otro día, ¿no? Ya si eso, total, Arizona, Tejas, Nevada... ¡nah, fruslerías! ¡El oro azteca, eso! Ahí está toda la cuestión contemporánea, ofenderse y pedirle cuentas al más débil de entre los posibles ofensores. De ahí que los potenciales violadores seamos los occidentales, europeos, y no otros que tapan a sus señoras como a muebles viejos... y hasta aquí puedo leer, que ese tema es un circo. Toda la inquina del “decolonialismo”; descolonialismo sería, pero hay que darle voz anglosajona, por supuesto; va dirigida a la vieja, elegante y achacosa Europa, pero ni una mala mirada a la enérgica, choni y visceral América del Norte, porque miedito y porque mal rollo.

P.D.: Estas señoras o son muy lerdas o muy malas, pero vaya ejemplo están dando. En España también tenéis unas cuantas que... Si fuese tía mandaría la sororidad a la verga y les llamaría la atención un rato largo. Ese es el problema de formar grupos monolíticos, que todos al mismo saco. Yo como soy tío, si tengo que decir que menudo sinvergüenza es el Alvise o el que sea, pues lo digo. Si me equivoco o no, lo sufriré yo y no todo mi sexo, porque ni lo represento, ni quiero. Son todos unos cabronazos y unos salidos. ¿Ves?, otra vez difamando.