Me suda la Polca

Jesús Calamidad

Duda

¿Qué me gusta? ¿Qué me apetece? ¿Qué me sienta bien?

Soy un fanático de la duda. Dudo de todo, salvo de que la sílaba previa a “culo” siempre se tilda y de que los “Hombres G” son la hostia, películas incluidas. El círculo de la vida. De todo lo demás dudo por sistema. Por eso no lo entiendo. Por eso no entiendo eso de posicionarse así, tan a la tremenda y sin calzones, a lo culo desnudo. Así, radicalmente, íntimamente, fervorosamente dando sangre y vida en ello. No lo entiendo. La artrosis te enseña que hay que reservar los puñetazos para ocasiones especiales y a seleccionar las batallas porque ya no están las articulaciones para forzarlas por nada ni por nadie que no lo valga. De la próstata ni te cuento, días señalaítos. La duda, en eso, la duda ayuda a escoger los momentos únicos e ineludibles y a no cerrar las puertas del todo a la rectificación, por si las moscas, por si te viene al culo. Se ha de dudar incluso de lo que tengas más cierto, de tus cimientos, sobre todo de tus cimientos. Hay que dudar dinámicamente, hay que actuar porque la vida es acción, pero sin olvidarse de planteárselo todo, sanamente. Sana, sana, culito de rana. La buena duda no paraliza, te mueve. La buena duda, la duda simpática es la vacuna contra la credulidad y la vitamina que energiza a la confianza honesta.

Entiendo que ser, por ejemplo, del Real Madrid sin dudarlo; que no es ser porque no eres, me refiero, si no juegas en el Real Madrid o no participas de su organización, no eres y ya está; rectifico: si eres admirador, sin duda alguna, de cómo el equipo que se nombra como el Real Madrid juega ese deporte llamado fútbol, puedas dejarte llevar por lo emocional y no atender a la razón porque se te llevan los demonios si no. Lo que se llama en el argot “sentir los colores”. Yo mismo, sin gustarme el fútbol porque siempre he estado como medio deconstruído para mi desgracia, me emociona el Real Madrid y voy con él cuando compite contra otros, me pongo hecho un basilisco. Menos este mes con el Bayer que tenía el corazón partío, pero me alegré al final. ¿Por qué? Ni puta idea, de eso se ocupa el psicoanálisis, no yo. Pero entiendo, de algún modo, ese posicionamiento, claro, el corazón celebra y entiende de chuminás que la razón desconoce. Lo razonable es dudar. ¿Haga lo que haga esa institución o club o lo que sea, tengo que estar con ellos a piñón fijo? Sentir, sen-tir, sentir los colores. Pues mira, no. La emoción es mentirosa y, habitualmente, torpe, sorda y ciega. Todo aquello que esté bajo el paraguas de mi emoción puede tener mi simpatía eterna pero no mi consentimiento abnegado y mucho menos mi genuflexión.



Igual me pasa con la política. Como ser humano me reconozco afín a ciertas tendencias, a unos más que a otros, pero no siempre y no siempre a los mismos. No soy tan barato de comprar aunque esté hecho de materialillo así como made in China, como la ropa del Amancio. Soy chapuza pero cara, que es lo que se lleva ahora. Aún así, no me vendas la moto, por favor, que ya se le ve que tiene muchas vueltas y yo ya no tengo la ciática como para esos viajes de fe. Y es que cuando compras un paquete ideológico parece ser que te lo tienes que tragar enterito, por huevos, como cuando pagas Netflix. Eso no va conmigo y no debería de ir con nadie. En el Nesflis para ver una peli que te mole tienes que estar horas dándole al mando y al mando y al mando. Venga carátulas y sinopsis y carátulas y sinopsis, para nada, para tragarte luego un mojón. Los cabrones esconden cuatro buenas entre toneladas de estiércol. Cuando lo más fácil es sentarte tranquilo y pensar: ¿qué me gusta? ¿Qué me apetece? ¿Qué me sienta bien? Y de entre todas las opciones de cine a la carta sin afiliación, simplemente, alquilar lo que de verdad te hará pasar una buena tarde. La oportunidad en política surge cada cuatro años, con suerte, y es el momento de elegir a la carta. Eso se puede hacer, de verdad, y no tienes que fidelizarte con nadie, solo tienes que alquilar esa peli, para esa tarde. Esa peli en concreto que vibra contigo esa tarde o la nueva que te han aconsejado o que te pinta bien. Si no te gusta, pues la quitas. Cuesta más que pagar una cuota pero es que la libertad es cara. La libertad se paga, de muchas formas, se paga porque siempre tiene un precio. En el caso de la política de cuatro años de tu vida, con suerte o por suerte.

No hay que tragarse toda la pasta al pesto, puedes ser crítico y cambiarte de bando. No pasa nada, no le debes nada a nadie, salvo al banco. No le vas a poner los cuernos al Psoe o al PP porque no les importa un carajo, mira por ti y por los tuyos. Además, eso de casarse con un partido político es como comprometerse con la puta del pueblo, vas a acabar jodido, con cara de tonto y pagando los platos rotos. Desaparecen partidos políticos cada cierto tiempo. No pasa nada porque lo haga del que tan enamorado estás que eres capaz de pelearte a mamporrazos con todo al que sí que le importas en algo porque, ¡coño, está ahí, hablando contigo en persona! Te estás cabreando con los que saben que existes y los que te utilizan, sí, quizá sin querer, solo de vez en cuando y no por sistema, en favor de los que ni saben si te gusta más la Mirinda o el Bitter Kass y les da igual una vez acaban de recoger todos los votos.

Parece que estoy hablando de relaciones románticas, pero no. Ahí, esa es otra historia. Hablo de lo que no es tan importante pero es relevante. Hablo de yo soy de izquierdas y yo de derechas y yo del Rayo Vallecano y yo de Nikon y yo Iphone y yo de cualquier otra chorrada. Lo que no hay que ser es de rebaños, que no somos ovejas. Eso espero. No hay que aplaudir a la casta gozante, ya se aplauden ellos solitos, tan agustito, de lo tontos que somos. La fidelidad no se exige, se obsequia con condiciones, se acuerda entre las partes. Cuando una de las partes la infringe, deja de ser válido el contrato y uno ha de sentirse libre de oler otras flores y oír otros cantos de sirena. Y punto. Personalmente siempre me he sentido afín a los pensamientos progresistas, al socialismo. Bah, soy más rojo que la sangre, ¿a quién quiero engañar? Eso no significa que vaya a tragar carros y carretas porque vienen los fachas. Pondré a caer de un burro a mis simpatías cuando me apetezca y cuando me huela a zorruno o note a un notas que las usa para medrar vilmente y sacar reales sin dar un palo al agua. Que sea más rojo que el carmín, no significa que me molesten los toros, no impide que adore la zarzuela, no hace que la bandera de España me cause conjuntivitis y mucho menos urticaria, no está reñido con que crea que la unidad familiar es la base de una sociedad sana y que una mujer es la hembra de la raza humana. Y por supuesto no me incapacita, de ningún modo, para disfrutar de las canciones de “Los hombres G”, ¡faltaría más! Luego, tranquilamente, uno se sienta con un café y discute puntos de vista en conflicto y evidencias anecdóticas. Se dialoga sosegadamente, se crean excepciones y se duda porque hay que dudar de todo, coño, aunque luego escojas creen en algo. Que sea más rojo que el culo de un mandril no va a impedir que, de vez en cuando, mire coqueto el planteamiento del que piensa diametralmente opuesto a mí, incluso que le guiñe un ojo a ciertas tendencias contrarias a mi deriva. Por supuestísimo no me parto la cara con otro pringado como yo, solo que se viste con los colores del contrario, si es que hay contrarios, en éstos temas porque no les voy a hacer la cama a los gerifaltes de la política y porque, gracias a rock, la guerra civil se acabó y no creo que sea prudente soplarle a las pocas ascuas que aún quedan titilando por obra y gracia de esos desarrapados morales que tenemos como dirigentes. ¡Cómo echo de menos a Don Julio Anguita, por el amor de los servicios públicos! Os vais a cagar cuando os lo privaticen todo, os vais a cagar vivos. Y eso lo están haciendo “los dos bandos” a lo putilla.

Últimamente sigo con moderada atención el programa político de un partido político jovencísimo. Son unos chavales, en comparación mía, claro, pero me llaman la atención porque están abriendo armarios que ninguno se atreve y eso está muy bien. Los armarios hay que airearlos, ordenarlos y tirar lo que ya no sirva, lo que esté roto o la chorrada que no se sabe por qué compraste y conservar lo que valga, atesorar lo útil y lo que igual no lo es, pero que es precioso. El espacio es finito.

Eso sí, en lo romántico soy un fanático y lo entiendo porque me entiendo. En eso sí soy un puritano, anglicano casi protestante, como ser de izquierdas sin saber de política o de Cannon sin tener ni puta idea de fotografía o de Apple sin ni pajoletera de Photoshop. Es una disfunción, como lo de ser del Real Madrid o del Atleti manque pierda, algo de lo que debería de ocuparse el psicoanálisis, si tuviese dos dedos de frente. Evidencias anecdóticas, herencias, influencias, querencias, filias. ¿Qué te gusta? ¿Qué te apetece?¿Qué te sienta bien?¿Qué quieres?¡¿Qué quieres?!¡¿Qué quieres tú?! Al margen de todo el mundo, ¡¿qué quieres tú?!