Me suda la Polca

Jesús Calamidad

Me flipan las fiestas populares, me flipan

Pero nos hemos olvidado de los rituales de madurez y eso está mal

Me flipan las fiestas populares, me flipan. Me flipan ahora, antes no era así, ni de coña. No lo era porque era un trágico intensito y me creía mejor que los demás, con más vida interior y toda esa mierda autocomplaciente. Un nihilista de pegatina. Menudo subnormal, guapo pero tonto, tontarraco, un imbécil. Me disculpo a mí mismo porque la juventud es un sarampión maravilloso que hay que sufrir y que, gracias a Rock, se pasa en la cama o en los servicios de una discoteca o a las faldas del castillo o creyéndotelas divino o, con suerte, preparándote para la paliza que viene después, pero hay que pasarla. ¿Qué si era guapo? ¡Claro, por supuesto! ¡Todos somos guapos cuando somos jóvenes, muy guapos! El problema es que no somos conscientes de ello. Los ojos jóvenes ven nítido pero no claro, no saben aún mirar, hay que enseñarles. Pero guapos, en comparación, a rabiar. Guapísimos y sanísimos y estupendos.

Una pena que nadie se lo diga a los jóvenes insistentemente, cada diez minutos o menos. Una pena que nadie les diga que estrujen todo lo posible ese momento, con cabecica, claro, por supuesto, pero que lo estrujen hasta sangrar y se dejen de mierdas y se preparen y cojan víveres y recursos porque luego vendrá la pedrá. Una pena que, la inmensa mayoría, no tenga un verdadero guía que se lo recuerde y les sepa decir dónde están los depredadores, los acantilados, las aguas movedizas y cuando, más o menos, podría acontecer una tormenta. Vale, para eso es que hay que tener la intención de tutelar y darse. Bueno, por ahora recuerda que guiar es indicar el camino y no empujar y tampoco dar una vaga seña con desgana. Y luego ya, pues nada, si la hostia se la van a pegar de todas formas. El buen guía ayuda a levantarse al que se tropieza, le ayuda a sacudirse el barro del camino y sigue con su labor. El buen guía es sabedor de que él conoce el camino pero que el guiado no. Las fiestas populares son, desde mi punto de vista - porque bajo mi punto de vista no vería nada - eventos creados por generaciones y generaciones de guías para facilitar el trabajo. Y me lo cuajo así de contento, sin estudios ni nada. La universidad de la calle como mucho y mis lerendiles morenos a lo “mansplaining” pues porque sí.



Nos hemos olvidado de los rituales de madurez y eso está mal. Aparte de lo que me he cuajado antes, las fiestas populares son el nieto tonto de esos rituales de madurez. No voy a entrar en conspiracionismo barato pero me huele a caca ese olvido, huele a culo. ¿Será que el desnortado consume más y peor? Lo dejo ahí. El futuro son los que vienen detrás y ahí está el tesoro. Un tesoro que hay que pulir con el paño de las experiencias de los adultos para que cada generación brille más, ¿o no? También es cierto que los adultos, los que ahora lo somos, hemos olvidado, entre otras cosas porque no nos lo están enseñando más y ni interesa, que hay que dejar pasar. Los rituales de madurez, donde los niños dejan de ser niños para convertirse en jóvenes adultos y los adultos reafirman su posición de adultos para llegar a venerables o lo que sea, qué olvido más tonto, y juntos hacen fiesta del cambio y el turno de roles, no es otra cosa que ceder sitio para dejar pasar al siguiente.

El joven aspirante cede su posición de protegido al niño y empieza a caminar como joven adulto. El joven adulto consigue ser adulto de pleno derecho y hereda el peso de la responsabilidad que conlleva. El adulto pasa a anciano y se adorna con la sabiduría del proceso para sentarse en la fría piedra del consejo. Idealmente, así debería de ser si no fuese porque somos monos sin pelo con una computadora de bolsillo, infantilizados, idiotizados, y con más pájaros en la mollera que un cráneo de elefante pudriéndose.

Ahora, para nuestra vergüenza, los adultos estamos arrastrando el cadáver decrépito de nuestra juventud, como Marley arrastraba sus cadenas en el Cuento de Navidad, por las lúbricas calles del encantamiento de la eterna adolescencia, desatendiendo a nuestros futuribles solo por la promesa de una fuente de la eterna juventud que no es ni física ni intelectualmente saludable y, aún menos, próspera. En vez de ocupar nuestro sitio en el discurrir de la edad, tranqueamos carnavalescamente junto a nuestros jóvenes, privándoles y privándonos de madurar, haciendo de la fría piedra del consejo; un lugar destemplado, sí, pero alejado de la temperatura bajo cero de las cadenas de la competición, de la premura y la necesidad; nuestra lápida y no nuestro descanso plácido y despreocupado. Ya no hay descanso del guerrero.

Te vas a morir, quieras o no quieras, y ya estás envejeciendo, ya has envejecido de hecho. No hay nada malo en ser el viejo de la tribu, no hay nada de malo en eso, está bien, es cojonudo. Piensa en todas las cargas de las que te libras, no seas puretas. Al mundo le das igual, asúmelo, no eres importante y eso es un puñetero descanso. Solo serás importante para los cachorros a tu cargo, ese es el mundo. La vida te ha pasado por encima, lo sé, pero llorar es solo un desahogo y las lágrimas desaparecen con los lametones de los cachorros.

Deberíamos de estar enseñando a las nuevas generaciones, nuestro tiempo ya pasó. Escucha a tu cuerpo que ya está empezando a apagarse y asume que esa era ya fue. Madurez. No tienes que dejarte consumir, no, solo tienes que soltar y dar. Madurez, cuando la fruta está más dulce para nutrir mejor. ¿Comprendes lo ridículo que es actuar como un adolescente con medio siglo a las espaldas? Eso no debería pasar. Tampoco es tu culpa, no del todo. Nos están vendiendo esa película porque se gana mucha pasta con eso, muchísima. Son unos psicópatas por querer alargar una época de la vida que se llamó “adolescencia” hasta los mil años, hay que ser cabrones. ¿Por qué cojones crees que hay tanta publicidad de viejos haciendo surfing, estando cachas, viajando por el mundo, implantes dentales, estiramientos y botox, modelos senior o diciéndoles que hay que follar, que los viejos follan y que nunca es tarde? ¿Nunca es tarde de qué? ¡Claro, mientras haya genitales se puede follar! No te jode. Lo que ocurre es que realmente no interesa el sexo de los cincuentones o los septuagenarios, eso le importa un pijo a todo CEO a no ser que comercialice la viagra o los lubricantes, que entonces sí, lo que interesa es el cortejo descabezado y el descontento. El insatisfecho es el gran consumidor. Igual no fueron tan inútiles los cursos de marketing. Igual hubiese sido un publicista cojonudo si no tuviese esta retráncana que me puede y estas ganas de intentar hacer las cosas bien aunque me pueda la desidia.

Las personas que hayan vínculos sinceros y sencillos no consumen compulsivamente, no encuentran la calma en parecer o tener, son y ya. Porque ser es lo único que nos está permitido mientras agotamos el segundo que estamos en esta pelota de mierda. No te vas a llevar a la tumba nada salvo tu corazón encerrado entre las costillas y lo que hayas guardado en él. Ese músculo, dividido en cuatro partes ventriculares, debería de nutrirse solo de valentía, sinceridad, compromiso y verdad. Obvio la belleza porque nos rodea insistentemente, aunque no podamos verla a veces, y en tí está siempre inscrita, aunque no puedas verla siempre, la mayoría del tiempo. No consiste en cómo luces, es cómo eres a pesar de todo.

Me gustan las fiestas populares, ahora sí, porque son la reminiscencia de algo que vuelve a ser imperante para todos nosotros y quizá podríamos, de algún modo, que recuperasen su esencia fundamental. Sin quitarles las borracheras y el follerío guarro, eso es parte del proceso y no seré yo quien falte a la mayor y jamás se me ocurriría. Pero observemos ciertas franjas de edad, por el amor de Rock. A mí es que ya hasta me da cosica ver a los Rollings, de verdad.

P.D.: Sigo pecando de no leer lo que escribo, por perro y porque quiero ver otro capítulo de la serie. Las faltas de ortografía, por favor, me las apuntas y el fin de semana las repito cien veces. En cuartilla, lineada, con estilográfica, si eso.

P.P.D.: Enrique, amigo, me hubiese encantado poder despedirme de ti, que ya cuando nos volvamos a ver me cuentas más cosas del taxi, que ahí había movidas para ladrillacos. Un abrazo y buen viaje. Se te va a echar de menos.