Todo el mundo cree ser especial, eso es norma. Todo el mundo cree que está aquí por algún motivo sobresaliente y que ese motivo tiene que ver con su relevancia, que su presencia en el mundo es particularmente importante y que significa un hito en la evolución de la humanidad o en el discurrir de la realidad. Nada más lejos de la verdad, y en el fondo se sabe, por eso nos agarramos como garrapatas, entre otras cosas, a la ideología de turno, en esa búsqueda de peculiaridad. Curiosa incongruencia.
En palabras de Palahniuk... ¡No, espera!.. Parafraseando a Palahniuk... Ya me siento más listo, como muy leído o algo... “No eres un copo de nieve único y hermoso. Eres la mierda cantante y danzante del mundo.” Bien, es la forma parroquiana, tabernaria, de ser budista, al fin y al cabo. La inmensa mayoría de nosotros somos relleno insignificante, NPCs que dirían los jovencicos, actores secundarios en el mejor de los casos. Ya puedes estar agradecido a la vida si eres un secundario cómico, uno de reparto y, por supuesto, si te han dado un antagonista, ahí estás casi rozando el cielo, estás en el Método. La verdad es que cuando estemos criando malvas el mundo no se moverá ni para mirar hacia atrás con desprecio, no va a perder el tiempo ni en levantar despectivamente una ceja, no se dará ni cuenta. Ya puedes adornarte, chillar, poner caras raras, dar la vuelta al planeta, hincharte de follar o aplaudir con las orejas, no es relevante. Los gusanos y las moscas, las malvas, ésto sí que es cierto, no padecen de sesgo alguno. Son los ciudadanos perfectos en la posmodernidad, no discriminan.
Lo mejor de todo es que a los que alzamos como protagonistas; porque los titulamos los demás no se sabe muy bien por qué, últimamente menos, últimamente es el locurón, parece coña; son los más sofistas, histriónicos y simplones de la especie, en términos generales, para nuestra privada vergüenza. Aún así los coronamos de laureles y les bailamos la conga, así de gilipollas somos: El traje nuevo del Emperador. Eso dice mucho más de nosotros que de ellos, lamentablemente. Lamentablemente, la lógica susurrada pesa menos que la estupidez dramatizada, es conditio sine qua nun. ¡Ahora sí que me siento leído, copón, o abogado o algo! Y como el sentido común, por mucho que lo enterremos continuamente bajo toneladas de subjetividad y afinidades, vibra en bajas y viscerales frecuencias que se perciben en vértigos, entramos en conflicto y nos vemos en la necesidad de levantarnos en armas en su defensa, para colmo. Así es como seguimos a los que menos y nos partimos la cara por ellos. Parece cariño pero es más habituamiento, cabezonería y negación, como tener una novia putérrima y ser un cornudo agradecido, paladín blanco de la ceguera autoimpuesta, aliado incondicional. Esto también es ser budista de bar, muy zen todo. Fuera del cuento matamos a pedradas al niño que inocentemente, con la lógica de lo impoluto, señala al Emperador como desnudo, y lo hacemos, lo lapidamos con alegría y aceptación. Puto niño de mierda, hijo sano del niñearcado. ¡Pues no que el nene, mira tú! ¡No nos jodas, nene, no nos jodas! ¡Es hermosísimo el traje nuevo del Emperador!
En la sociedad líquida es más grave llamar lerda a una encabronada en concreto, que sus motivos tendrá, no digo yo que no, y que se conoce a sí misma como guerrera ideológica, que violadores a la mitad de la población. Por cierto, ¿los hombres trans también caben en esa afirmación? ¡Falacia de composición, no hombre..! Se le ve la chorra, va desnudo el Emperador, muy en cueros, mucho. Le estoy viendo los huevos, coño. Y punto.
Lerdo, da. 1. adj. Dicho comúnmente de una bestia: Pesada y torpe en el andar. 2. adj. Tardo y torpe para comprender o ejecutar algo. 3. f. Veter. Tumor de las caballerías cerca de la rodilla.
Está claro que es mucho más grave lo primero que lo segundo, claro. Porque aunque lo segundo sea criminal, de lesa humanidad, ese brocado fino del traje es de alta costura. Por favor, claro. Todavía no había escrito “claro”, muy mal por mi parte. Puto cis-hetero-niñearcado, claro.