Régimen Abierto

Antonio Avendaño

El Gran Salto

El problema de la izquierda no se llama Juan Espadas, Inmaculada Nieto o Teresa Rodríguez. Se llama ciclo histórico y en el sur ese ciclo ha cambiado

 El Gran Salto

Foto: EFE

Juanma Moreno.

Al contrario que los países que sueñan con la paz pero se arman para la guerra, Moreno Bonilla sueña con un Gobierno sin Macarena Olona pero no levanta entre el PP y Vox ningún obstáculo que haga imposible un Ejecutivo de coalición, por ejemplo comprometiéndose solemnemente a no gobernar con ellos. Habrá aprendido Juanma del Pedro Sánchez que juró que jamás pactaría con Unidas Podemos y tuvo que comerse unas palabras que todavía a día de hoy sigue digirendo.

Juan Manuel Moreno es un político de convicciones ideológicas conservadoras pero praxis gubernamental moderada. Muy probablemente, es más de derechas que sus políticas. ¿Tiene el presidente andaluz una cara oculta, como la tenía el Aznar contenido y moderado del 96 que luego se transformaría en el Aznar sectario de 2000, guerrero de 2003 y finalmente mendaz de 2044? No es probable pero nunca se sabe.

Es lógico que Moreno Bonilla no quiera en su Gobierno a ese Vox que podría obligarlo a mostrar al mundo su cara b: dar entrada a Vox en San Telmo destruiría en un día la imagen que ha tardado años en labrarse y decepcionaría a los votantes que, provisionalmente, le habrían prestado su voto para ver qué hacía con él.

En todo caso, los datos del CIS de la semana pasada certifican que en los últimos cuatro años se ha producido en el ámbito de la derecha El Gran Salto, cuyo timonel ha sido, cómo no, el presidente de la Junta. He aquí unos pocos datos espigados de la comparativa entre el CIS preelectoral de 2018 y el de 2022: entonces, el 24,5 por ciento de los andaluces pensaban que el partido que mejor defendía los intereses de la comunidad era el PSOE, frente a solo el 8,1 por ciento que lo pensaban del PP; ahora, para el 35,6 por ciento el partido que mejor defiende los intereses de Andalucía es el PP, mientras que el PSOE ha quedado relegado a un 13,8 por ciento.

Otro dato más: en 2018, el 27,3 por ciento de los andaluces prefería que las elecciones las ganara el PSOE, frente al 12,3 que prefería que el ganador fuera el PP. En 2022, el PP es el partido preferido con el 38,2 por ciento de los andaluces para ganar, frente al 20,9 por ciento que prefiere al PSOE.

No son los únicos indicadores que condenan a Juan Espadas a una derrota casi segura el 19 de junio. Hay bastantes más y en los cuarteles generales del PP y el PSOE se los saben de memoria. Andalucía ha virado a la derecha. La autoubicación ideológica, siendo 1 extrema izquierda y 10 extrema derecha, así lo certifica: en 2018 la media era de un 4,55 (centro izquierda) y en 2022 es un 5,5 (centro derecha).

El problema, pues, que tiene la izquierda no se llama Juan Espadas, Inmaculada Nieto o Teresa Rodríguez. Se llama ciclo histórico y en el sur ese ciclo ha cambiado. Salvo que Vox incendie la autonomía y a Moreno con ella, puede haber derecha para rato.

El Gran Salto Adelante ya está aquí. Solo cabe confiar en que no acabe como aquel de Mao, que Pekín vendió como la receta milagrosa para salir de la pobreza y acabó provocando una hambruna de proporciones pavorosas. La hambruna andaluza no consistiría, claro está, en la falta de alimentos sino en la privatización paulatina de la sanidad, la preeminencia de la escuela confesional, el retroceso a la hora de ejercitar derechos sociales ya consolidados o el regreso a un urbanismo próspero a corto plazo pero insostenible a medio y largo. Esperemos que el Gran Salto no sea hacia atrás.