Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Gallardo es una fábrica de votos socialistas

Al vicepresidente de Castilla y León parece que lo hubiera contratado el PSOE: este tipo se basta y se sobra para hacerle ganar las elecciones a Juan Espadas

 Gallardo es una fábrica de votos socialistas

Foto: EXTRA JAÉN

Juan García-Gallardo.

Se diría que Juan Espadas ha fichado clandestinamente al vicepresidente de Castilla y León y cráneo privilegiado de la extrema derecha europea Juan García-Gallardo. El objetivo: sacar de su modorra a los votantes socialistas que se abstuvieron en 2018 alanceándolos con los exabruptos, disparates, ofensas y provocaciones de su fichaje estrella.

Ciertamente, no hay ni puede haber tal fichaje, sobre todo porque, de aceptar el bizarro político castellano la improbable oferta, no habría suficiente dinero en las arcas del PSOE de Andalucía para pagar unos servicios que valen su peso en oro.  No hay, por supuesto, contrato de por medio, pero de verdad que lo parece a la vista del comportamiento de Gallardo, quien, al contrario que otros políticos, él sí dice lo que piensa.

Es esa brutal sinceridad suya lo que está animando a no pocos votantes socialistas a acudir en tropel a las urnas el próximo 19 de junio. Si Gallardo dice esas cosas, ¿qué no dirá Macarena Olona si se convierte en vicepresidenta de Andalucía?, se preguntan las izquierdas peatonales andaluzas, conscientes de que ir a votar el 19-J es la única posibilidad que tienen de impedir que la gallarda Macarena siente sus reales en el palacio de San Telmo.

Alguien podría suponer con malicia que el pensamiento de Gallardo vendría a ser como como el pensamiento navarro o la música militar: un imposible metafísico. Pues se equivoca. Con solo 31 años, Gallardo es a su manera un pensador, un tipo con ideas propias sobre la vida, la muerte, el aborto, el sexo, la educación, la discapacidad, el socialismo, el clima… tantas ideas tiene sobre tantas cosas que, como un Ortega redivivo de la estepa castellana, cuando las expone en voz alta atrae y cautiva a una numerosísima audiencia que, esclava ya de su garbo oratorio, espera con ansiedad cuál será su siguiente perla filosófica. En una de sus intervenciones parlamentarias citó incluso al gran Pericles, de quien resaltó sus semejanzas con Vox. Como diría José Mota: no hace falta que me lo mejores, sólo iguálamelo.

Gallardo no solo es profundo. Además es ingenioso: al cambio climático él lo llama “delirio climático”; a los colectivos LGTBI los llama “sectas de nazis pedófilos maricones”; lo que para otros es racismo, para él es “realismo”: “Defender la limitación del acceso a la sanidad pública universal de los inmigrantes irregulares -escribió en Twitter- no es racista, es realista”; el derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo no deseado equivale a “triturar niños con discapacidad”…

La última de Gallardo ha sido dirigirse en términos faltones a una procuradora de las Cortes de Castilla y León con discapacidad. Pese a las protestas de mucha gente, el vicepresidente no ha pedido disculpas porque no cree haber ofendido a nadie. Quien se sienta ofendido que se lo haga mirar, ¿vale? Al fin y al cabo, pensará para sí nuestro Pericles burgalés, lo único que le dije es que le respondería como si fuera una persona como todas las demás, ¿tan grave es eso?, ¿tan grave?, ¿acaso la llamé puta roja minusválida tocacojones?

Si el rey emérito Juan Carlos I, como está perfectamente demostrado, es él solo toda una fábrica de producción en serie de nuevos republicanos, el vicepresidente Gallardo es una factoría de última generación capaz de producir miles de votantes de izquierdas cada día que abre la boca. Este tipo se basta y se sobra para hacerle ganar, él solo, las elecciones a Juan Espadas. Cada vez que habla Gallardo, tiembla Moreno.