A las encuestas les ocurre hoy en día como al futuro o como a los expertos en geoestrategia: que ya no son lo que eran. Lo que les ocurre, sencillamente, es que no aciertan. O que aciertan demasiado tarde, que viene a ser casi lo mismo. Los sondeos sobre Castilla y León empezaron a acertar cuando ya las elecciones estaban encima, pero fallaron con estrépito unas pocas semanas antes, cuando Alfonso Fernández Mañueco decidió imprudentemente adelantarlas.
En realidad, la ciencia demoscópica tampoco estuvo fina a solo una semana de abrirse las urnas. Recordemos que el promedio de encuestas sobre Castilla y León a fecha 7 de febrero, seis días antes de las elecciones, otorgaba al PP un 36,1 por ciento de los votos (se quedó en un 31,4) y a Vox un 13,0 por ciento (alcanzó un 17,64).
Ciertamente, las encuestas nunca fueron mapas sino brújulas, pero al menos antes, cuando la aguja señalaba el norte, era el norte; hoy en cambio ese norte puede ser tanto el noreste como el noroeste, de manera que el viajero que se guía por ellas sale de Madrid creyendo que llegará a Bilbao y se encuentra que con que adonde llega es a Santander, Oviedo, Pamplona o Huesca. Es lo que se sucedió el 13-F al pobre Mañueco: creía que su barco arribaría a las plácidas costas de la mayoría absoluta y acabó fondeado en una bahía erizada de arrecifes y controlada por los bucaneros de Vox.
La última encuesta de intención de voto en Andalucía, difundida ayer por Publicaciones del Sur, otorga a las derechas en el Parlamento autonómico nada menos que 71 escaños: 50 al PP, 20 a Vox y 1 a Cs. Aunque los diarios del grupo editorial han publicado la proyección de escaños, pero no los porcentajes de voto ni la participación probable, en las próximas elecciones se produciría un vuelco espectacular en el mapa andaluz: las derechas pasarían de los 55 escaños de 2018 a los 71 de 2022, ¡más del 65 por ciento de la Cámara!
Y algo parecido ocurriría en la provincia de Jaén, que siempre fue firmemente de izquierdas pero súbitamente se habría vuelto de derechas: según ese mismo sondeo, de los 11 escaños autonómicos en juego, 7 se quedarían en manos de las derechas (5 el PP y 2 Vox) y los 4 restantes en manos de las izquierdas (3 el PSOE y 1 Unidas Podemos).
Recuérdese que en las legislativas del 10-N de 2019, con una participación del algo superior al 70 por ciento, en Jaén derechas e izquierdas prácticamente empataron a porcentaje de votos, aunque no a escaños, donde las segundas aventajaron claramente a las segundas (3 el PSOE, 1 el PP y 1 Vox).
En cambio, cuando la participación es escuálida, como sucedió en las autonómicas de diciembre de 2018, las izquierdas caen en barrena. La suma total de las derechas en la provincia de Jaén fue entonces del 47,84 por ciento de los votos y la de las izquierdas del 47,53. Empate. El dato crucial fue la participación, que fue del 63 por ciento en la provincia, pero apenas por encima del 58 en del conjunto de la comunidad, donde las izquierdas sumaron el 44,13 por ciento de los votos y las derechas remontaron hasta un significativo 49,99 por ciento.
¿Es fiable la conclusión de las encuestas según la cual Jaén se habría vuelto de derechas? Digamos que sí y no. Sí, si la participación electoral es baja y no si la afluencia a las urnas se pone por encima del 70 por ciento. El reto del PSOE y de su líder Juan Espadas es sacar a los votantes socialistas de sus casas. Es pronto para arrojar la toalla dando por segura la derrota, pero empieza a ser tarde para reactivar a un electorado que no acaba de salir de su modorra. Jaén todavía no es de derechas, pero si PSOE y Unidas Podemos –sobre todo el primero– no se ponen las pilas, pronto lo será.