Los andaluces han dejado de mirar mal al PP. Lejos de asustarles, como sucedía hasta hace muy pocos años, hoy lo votan en la seguridad de que no es el lobo pintado por la izquierda dispuesto a zamparse el sistema autonómico de bienestar privatizando la sanidad y saturando la comunidad de colegios católicos subvencionados.
En el pasado remoto queda aquel PP que defendía la ominosa tesis del voto cautivo, según la cual los andaluces votaban al PSOE porque este los había comprado con el PER; pero ni el voto progresista de las últimas décadas del siglo XX era un voto cautivo ni este conservador de la segunda década del siglo XXI es el voto crédulo e inducido por unas encuestas hábilmente urdidas por los medios de comunicación para crear el estado de opinión que finamente debía traducirse en la mayoría absoluta del 19-J. La derecha culpaba al voto cautivo de su propia impotencia y la izquierda culpa a las encuestas de la suya.
¿Los sucesivos sondeos favorables al PP han provocado el voto masivo a Juan Manuel Moreno o ha ocurrido más bien que los potenciales votos al PP simplemente afloraban de forma verbal en las encuestas antes de hacerlo en forma de papeletas en las urnas?
La pregunta parece meramente política o sociológica pero en realidad es una pregunta metafísica en sentido estricto: ¿el voto es un ente autónomo con sustancia propia, provocado por múltiples causas unas contingentes y otras necesarias, o es más bien un mero accidente provocado mecánicamente por sagaces demiurgos y fruto, por tanto, no solo pero sí sobre todo de una única causa, en este caso, un cierto estado de opinión creado artificialmente desde los despachos de la demoscopia conservadora?
Retengamos este dato, resaltado estos días por algunos sociólogos: la autoubicación ideológica media de los andaluces se situaba en el año 2015 en un 4,20 –siendo 0 extrema izquierda y 10 extrema derecha–, mientras que en 2022 ha avanzado más de un punto hacia posiciones conservadoras: un 5,27. ¿Andalucía es de derechas? Bueno, la Andalucía que fue a votar el 19 de junio desde luego que lo era, y por ahora los votos son no la única pero sí la más fiable vara de medir las simpatías políticas reales de la gente.
Hasta donde podemos contrastar científicamente, apelando a las encuestas más fiables por su mayor volumen de entrevistados y que no son otras que las de CIS, en el corto periodo que va de 2018 a 2022 se ha producido una transmutación ideológica en el electorado del sur. En 2018, el 7,8% de los andaluces se ubicaba en el 1-2 de la escala, el 30,9% en el 3-4, el 30,3% en el 5-6, el 8,6% en el 7-8 y el 1,8%, en el 9-10. El 20,6% no opinaba.
En cambio, en 2022, el 30,9 por ciento de entrevistados que se autoubicaban en aquel 3-4 que podemos identificar con el centro izquierda han mermado hasta un 18,7%; mientras, quienes se autoubicaban en el 7-8 pasaban al 18,7% y quiene lo hacían en el 9-10 sumaban el 9,4% en 2022.
Los porcentajes pueden resultar algo farragosos para el lector poco atento, pero no así la conclusión que cabe extraer de los mismos: quienes son de derecha y ultraderecha han dejado de ocultarlo si ya lo eran o simplemente han empezado a serlo. Es lo que explica el ascenso de del PP y de Vox. Y es lo que explica el declive de la izquierda: su volumen de simpatizantes no solo ha menguado, sino a los que siguen siéndolo no les convence lo bastante ni el PSOE ni las marcas situadas a su izquierda, y por eso no los votan.
Aunque han sido muchos los análisis que han puesto el foco en la idea de que el PP ha blanqueado a Vox al pactar con ellos, lo cual es cierto, los observadores parecen haber pasado por alto que también Vox, aun sin pretenderlo, ha blanqueado al PP.
Lo ha blanqueado en el sentido de que, hasta la irrupción electoral de Vox, la extrema derecha se encontraba perfectamente cómoda dentro del PP pero, por ello mismo, al formar parte de él enturbiaba el pedigrí democrático del partido fundado por Fraga y refundado por Aznar y, en consecuencia, hacía creíble el SOS favorito de las izquierdas: ¡cuidado, que viene la derecha!
Una extrema derecha con siglas propias limpia al PP de las excrecencias ultras del pasado. Hoy, los ‘fachas’ andaluces no votan a Moreno, mientras que en el pasado sí votaban a Javier Arenas, Teófila Martínez o Gabino Puche. La mera existencia de Vox desplaza al PP hacia el centro, lo cual a su vez hará más difícil el trabajo de oposición de un PSOE que, salvo que Moreno cometa el error imitar al Aznar de 2000, ya no podrá agitar con éxito el espantajo de la derechona de antaño a la que había que frenar a toda costa.