Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

A medias

En nuestro país, si hay alguien que represente como nadie esta forma de hacer política es el PSOE, y Pedro Sánchez un ejemplo sobresaliente de ello

En muchas ocasiones parece, o al menos tenemos esa sensación, que nuestros políticos no hacen nada, más allá del espectáculo mediático que tienen que representar para no quedarse fuera de la foto. En otras, sin embargo, hubiéramos deseado que no hicieran nada, ya que las consecuencias de sus acciones pueden llegar a ser nefastas para nosotros. Pero queda una tercera opción, a caballo entre ambas. Se trata de hacer todo a medias, de forma que parezca que actúas pero sin que sea suficiente como para meter la pata. Hacer algo a medias es lo mismo que no hacer nada, porque avanzar y no terminar es quedarse en la nada, pero es un paso más que la inacción, que llama demasiado la atención. Seguro que si lo piensan reconocen esta forma de comportarse en la vida pública. Además, ser un político "a medias" tiene la ventaja de moverte en la ambivalencia, como el gallego del que no se sabe "si sube o si baja", lo que permite desdecirse de una cosa y de la contraria a la vez, algo útil en el escaparate político.

En nuestro país, si hay alguien que represente como nadie esta forma de hacer política es el PSOE, y Pedro Sánchez un ejemplo sobresaliente de ello. Ni son ni serán los únicos (que no se molesten los amigos del PSOE), ya que es algo bastante extendido, pero desde la Transición es difícil encontrar mayor arquetipo de esta forma de actuar. Quizás por haber sido durante todo este tiempo el partido sistémico, el más próximo al régimen, al Estado con mayúscula; por haber sido el encargado de impulsar las grandes reformas (ya que tenía la capacidad de hacerlas más digeribles para la gran mayoría de la población), este ha sido el papel reservado al PSOE por el neoliberalismo sistémico (igual que a casi toda la socialdemocracia europea) y lo ha cumplido con creces. Debía ser el partido a medias y, por ello, en la época en que la verdad se ha quedado reducida a la media verdad, nadie como el PSOE es el partido de las medias verdades. El partido republicano, pero a medias, ya que es el encargado de defender y sostener la Monarquía. El partido de izquierdas, a medias, al gobernar impulsando las políticas económicas neoliberales, aunque siempre con un toque social. El partido obrero, a medias, porque termina impulsando la desigualdad y el desarrollo económico de unas élites muy modernas. El "Partido a medias”, que de tanto destacar sólo por la imagen ha quedado reducido a una plataforma personalista, tan propia de esa misma socialdemocracia europea que ha mejorado la idea desde Blair hasta Macron, y terminando en un Sánchez que ni es socialista ni comunista, por mucho que lo pretenda el líder del PP, la presidenta Ayuso, que, al más puro estilo aznarista, representa otra forma política, la de la mentira entera.



Pues bien, el partido a medias nos presentó hace unos días otra muestra de su especialidad. Tras haber realizado una campaña efectiva contra las pensiones, y su falta de revalorización real, contra las jubilaciones, y su retraso más allá de lo aceptable, y contra la salud laboral, reforzando el papel de las mutuas y la sanidad privada, ahora el Ministerio de Seguridad Social ha señalado como su objetivo las bajas laborales, que ya no serán bajas como tal sino bajas a medias. La ministra Saiz, para no desmerecer a su antecesor (cómodamente ubicado en el Banco de España), anunció una reforma de la incapacidad temporal para dotarla de más flexibilidad, lo que ya sabemos que significa: menos derechos. Para Saiz, una baja laboral "flexible", o lo que es lo mismo "que no sea estar de alta o de baja" (a medias, para que nos entendamos), permitiría trabajar voluntariamente al trabajador en algunos supuestos, ya que entiende nuestra ministra que "hay personas que pueden estar en una situación de baja para una actividad, sin embargo, para otra sí que pueden desarrollar determinados trabajos".

Lo que conocemos desde siempre como la "baja", a la que añadimos los apellidos de "laboral" o "médica" (y aquí está una clave del problema), no es otra cosa que una incapacidad temporal, reconocida por la LGSS (Ley General de la Seguridad Social) como aquellas situaciones "debidas a enfermedad común o profesional y a accidente, sea o no de trabajo, mientras el trabajador reciba asistencia sanitaria de la Seguridad Social y esté impedido para el trabajo". De la legislación laboral vigente, que recordemos no se trata de un derecho natural sino fruto de las conquistas de los trabajadores durante décadas (y, por consiguiente, siempre en cuestionamiento), se extrae que la "baja médica" es una herramienta para asegurar un derecho laboral básico, como es que un trabajador no se vea obligado a trabajar por cuestiones económicas, empresariales o laborales, cuando no esté en condiciones para ello. Y, por tanto, quien debe decidir si se cumple o no esta condición es ni más ni menos que un profesional de la salud, un médico, el único capacitado (formativa y legalmente) para ello. Ni el empleador, ni el propio trabajador, ni la Seguridad Social ni la señora ministra; sólo el médico.

Sin embargo, en la práctica, lo que vemos es el cuestionamiento continuo de ese criterio médico por parte de todos los estamentos, especialmente la Administración, cuando los médicos, "especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria", deben demostrar la veracidad de los informes de baja, en un evidente proceso de "inversión de la carga de la prueba". Esto llega al grado máximo en las declaraciones de la ministra, cuando viene a decir que se puede estar de baja aún pudiendo trabajar.

La baja laboral persigue una correcta recuperación, alejada de las obligaciones, responsabilidades y presiones del trabajo (sean por el empleado o por el empleador), y una adecuada reinserción laboral, puesto que no hay que olvidar que, clínicamente, la recuperación fisiológica no siempre permite la incorporación a la actividad laboral o al puesto de trabajo, necesitándose, en ocasiones, un proceso de adaptación física o reinserción. De esta manera, la duración de la baja sólo debe responder a criterios clínicos, médicos, y, por tanto, determinados únicamente por el facultativo que controla el proceso y al paciente. Todo profesional sanitario tiene la obligación de cuidar y proteger a su paciente, en cualquier circunstancia, y en este caso no puede, ni debe, ser diferente: la única prioridad es recuperar completamente a un trabajador que sufre o ha sufrido una enfermedad. Las presiones laborales, empresariales, sociales o, incluso, políticas no pueden determinar esa recuperación y la "medio baja" de la ministra es una quimera que habla de voluntariedad del trabajador como si éste mantuviera una relación en términos de igualdad con su empleador. En ausencia de voluntariedad, que es evidente, podríamos estar hablando mejor de un consentimiento viciado.

Cualquiera de nosotros se imagina en lo que puede acabar esta idea, que supone un sueño para cualquier dirigente de la CEOE: abrir la puerta a que se te "sugiera" la reincorporación, estando de baja, por las "necesidades" de la empresa, por no hablar de otras coacciones. No plantearse las implicaciones morales, políticas y sociales de esta medida sólo se puede hacer desde el desconocimiento de quien no se ha visto sometida a la presión de una relación laboral normal, de quien no ha estado trabajando enfermo o con dolor por miedo a pedir una baja, de quien no ha sido reincorporado aún convaleciente por una mutua a la que le importa más sus beneficios que la salud o de quien ni siquiera ha sido un autónomo que sabe valorar una baja necesaria y justamente remunerada. O bien puede hacerse desde el conocimiento de que este derecho, esta conquista social, es un obstáculo en sus concesiones a un gran empresariado que anhela tener una herramienta para despedir a los trabajadores más fácilmente, flexiblemente,  si “de forma voluntaria” se niega a volver al puesto de trabajo.

Como siempre pasa en estos casos, la idea de la medio baja ha ido acompañada de un coro de justificaciones y medias verdades. Por ejemplo, que ahora hay más incapacidades temporales que nunca, lo cual es cierto. Pero lo que no dicen es que las incapacidades aumentan cuando el trabajador está pluriempleado, lo que tendrá que ver con la política laboral y salarial, o cuando tiene mayor edad, lo que está directamente relacionado con el retraso en la edad de jubilación y con la "jubilación flexible" (también flexible, claro). Es como si no existiera relación causa-efecto entre la explotación laboral y los problemas de salud. Lo que seguro que no se va a argumentar es el ahorro en prestaciones que supondrá la medida, tanto para las mutuas como para la Seguridad Social; no vayamos a pensar que una ministra del PSOE juega a medias con la salud para ahorrarse dinero.

En definitiva, y si no hubiera sido suficiente con retrasar la edad de jubilación o con haber aprobado la “jubilación flexible”, el ministerio de Seguridad Social del PSOE, de izquierdas a medias, nos lanza una baja "a medias" para acabar con una conquista política de toda la sociedad, ya que debemos recordar que lo que está en juego aquí nos es otra cosa que nuestra salud frente a los intereses económicos y políticos de unos cuantos.