Pertenezco a una de las primeras generaciones que conoció lo de "vivir peor que sus padres", dado que las dificultades para iniciar un proyecto vital (el primer empleo, el acceso a la vivienda, la emancipación, etc.) fueron mayores de las que, tanto nosotros como nuestros padres, esperábamos, aunque la mayoría salió adelante. La situación ha empeorado paulatinamente, de tal forma que son los jóvenes de hoy en día, ya casi los hijos de mi generación, los que van a hacer real esa afirmación, viviendo o "comenzando a vivir" peor de lo que lo hicimos nosotros.
Sin embargo, me sorprende la facilidad con la que olvidamos esta injusta situación, cómo se sufre y la impotencia que produce. En pocos días hemos escuchado a un líder empresarial decir, ante la falta de trabajadores en algunos sectores, que subir los salarios es "una solución populista y simplista", a algunos hosteleros quejarse de que "la gente no quiere trabajar" e, incluso, a una periodista como Àngels Barceló acusar de vagos a los jóvenes que empiezan en su oficio. Yo me pregunto quiénes son los populistas o, directamente, los sinvergüenzas.
Veamos la realidad a través de los datos. En 1999, la riqueza media de una persona de 65 años era dos veces el de una de 35. En 2016 (último año con datos disponibles) era cinco veces. Es decir, los jóvenes son más pobres y los adultos más ricos. La inflación en 2021 fue del 3,1%, sin guerras ni otras excusas, la más elevada en una década, mientras que los salarios se redujeron un 2,5% respecto a 2020. Mientras, las 55 principales empresas españolas ganaron 61.500 millones en 2021, un 88,4% más que antes del Covid.
Cualquiera que haya trabajado, aunque sea temporalmente, en la hostelería sabe que el sector se ha sostenido gracias al 12-8-4: 12 horas trabajadas, 8 cobradas y 4 cotizadas. ¿Y el periodismo? Sí, un estilo de vida, como dice Barceló, a costa de trabajar 10 o 12 horas diarias por un sueldo ni mileurista, mientras una estrella de la radio te da lecciones.
Podríamos reconocer que nosotros y nuestras familias teníamos más seguridad o sabíamos que la precariedad era mayoritariamente temporal. Haríamos, entonces, caso al BCE cuando pide, no por caridad, subir los salarios para aumentar el consumo y evitar una crisis. O podemos ser unos hipócritas, llamar vagos a los jóvenes y culparlos de su situación. Eso sí, si eres una aerolínea, una autopista o un banco, no te preocupes, te rescatamos sin rechistar porque sólo nos quejamos de los esclavos.
Manuel Montejo
Sobre nuestras piedras lunaresEl futuro trabajo esclavo
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