Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Espectáculo campechano

El viernes asistimos al regreso del Rey Emérito a España, concretamente a unas regatas en Sanxenxo, convertidas en todo un acontecimiento público con cientos de

El viernes asistimos al regreso del Rey Emérito a España, concretamente a unas regatas en Sanxenxo, convertidas en todo un acontecimiento público con cientos de periodistas. Desde entonces, se ha producido todo un debate reduccionista sobre la conveniencia y oportunidad de esta vuelta, con partidarios a favor y en contra. Incluso, en el colmo del absurdo, se ha analizado el hecho desde una perspectiva republicana o monárquica, como si se pudieran extraer conclusiones sobre una u otra forma de Estado.
Dejando claro que uno es republicano, simplemente porque me gustaría poder participar en la elección del Jefe de mi Estado, me sorprende la enérgica defensa que algunos supuestos monárquicos han realizado de la aparición del anterior monarca. Sobre todo cuando parece claro que el más molesto y crítico con todo este circo ha sido el Rey y la propia Casa Real, que había acordado con Juan Carlos un regreso discreto y privado. Quizás no hayan entendido los cambios ocurridos en España en los últimos años, manteniendo la actitud cómplice y servil que caracterizó el reinado del Emérito.
El símbolo del Juancarlismo se vino abajo y se le encargó a su hijo restaurar la confianza social en la Institución. Para ello, hubo primero que apartar, luego esconder y finalmente repudiar al padre, puesto que quedó demostrado que el mayor daño para el Rey era aquel que debía ser su principal aliado y consejero. La ejemplaridad y transparencia que intentaba poner en marcha un rey que pasó toda una vida preparándose para reinar, saltaba por los aires cada vez que se reivindica la nada ejemplarizante ni transparente vida de su padre, por mucho que se pretendiera ocultar bajo el paraguas de su "servicio a la patria".
La campechanía del Emérito y el supuesto beneficio que ha reportado a España no oculta que únicamente la inviolabilidad, interpretada como impunidad, y la prescripción lo han salvado de la condena por fraude y evasión fiscal. Y quien así lo considera es un monárquico como Felipe VI, que no puede normalizar la corrupción ni el ignorar alegremente la ética y el sistema jurídico español.
Este es el debate. Juan Carlos de Borbón no es un ciudadano privado, puesto que el RD 470/2014 le otorga vitaliciamente "el título de Rey, con tratamiento de Majestad y honores análogos a los establecidos para el Heredero de la Corona ". No estamos ante un "asunto familiar" sino ante dos reyes enfrentados por una forma de reinar. Elijan ustedes: espectáculo campechano o respeto a la Ley.