De vez en cuando encontramos hechos que parecen aportar un rayo de esperanza sobre nuestra sociedad. Hace unos días, la Universidad de Jaén se hizo protagonista en los medios nacionales por romper relaciones con aquellos centros educativos israelíes que no trabajen a favor de la paz. Te hace sentirte orgulloso que el rector exprese claramente que la UJA no va a mirar hacia otro lado ante la insostenible situación en la Franja de Gaza. Y, más aún, orgulloso por un colectivo de estudiantes que con su acampada, al igual que otras en muchos países occidentales, está empujando a las Universidades a ser pioneras en aumentar la presión sobre Israel. Llegados a este punto de la masacre no puede bastar con infantiles campañas frente al televisor en festivales musicales: o se habla claro y se actúa con contundencia o mejor callarse, asumiendo ser cómplice.
Es el mismo orgullo que siento al escribir en un medio en el que una de sus plumas de referencia se enfrenta desde hace meses, semana sí y semana también, con el peculiar mundillo proisraelí jaenero, lleno de estómagos agradecidos y servilismo. El tocayo Expósito no se arruga ante la magnitud de la barbarie y la hipocresía social; un ejemplo a seguir.
En general, se están rompiendo muchos de los tabúes que han dominado la actitud occidental ante el conflicto palestino, fruto fundamentalmente de las atrocidades perpetradas por Israel en los últimos meses. Desde las declaraciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea de la ONU, a las vistas en Tribual Internacional de Justicia y los informes sobre la masacre, pasando por la petición de detención de Netanhayu y la cúpula de Hamás, nada de esto estaría pasando sin la masacre indiscriminada de cerca de 35 mil palestinos en apenas unos meses, desde el ataque de Hamás. Pero aislar políticamente al país hebreo no es suficiente porque se sigue manteniendo, aunque más sutilmente, una cierta equidistancia por la mayoría de nuestro espacio público, además del rechazo más enconado a cualquier crítica hacia Israel, fundamentalmente desde una derecha que no es capaz de mostrar la más mínima racionalidad y coherencia en un asunto de esta trascendencia.
Desde hace décadas, soportamos una estrategia de tergiversación y silencio sobre este conflicto, de diferente nivel de intensidad y participación pero seguida por casi todo el espectro político-mediático, que ha hecho prácticamente imposible la denuncia de las atrocidades cometidas por Israel desde su misma fundación. Cualquier opinión contraria ha sido habitualmente tachada de "antisemita", sin ninguna posibilidad de matización posible, defendiéndose a ultranza al Estado de Israel, bien por intereses económicos, geopolíticos o simplemente para expiar las culpas de la humanidad por el Holocausto. Por ello, es necesario, y motivo de orgullo, que se empiecen a llamar a las cosas por su nombre y se rompa ese velo de permisividad y manipulación que ha envuelto la situación en Palestina.
Analizar el conflicto desde la realidad conlleva asumir que nos encontramos con un territorio en el conviven dos poblaciones, cada una de ellas con aproximadamente más de 7 millones de habitantes. No se trata de un problema étnico o religioso, como a veces pudiera parecer o nos quieran hacer creer, sino de un problema territorial y colonial. Estas dos poblaciones iguales en un mismo territorio sólo pueden progresar si conviven en igualdad de derechos y oportunidades. Si no, sólo queda otra solución, que es la colonización o la desaparición de una de ellas sobre la otra. No hay más. Por tanto, dos Estados o un Estado. Hay que elegir qué se defiende. Pero hay que tener claro que defender, justificar o ignorar los crímenes de una de las partes conlleva automáticamente elegir la vía de un solo Estado que aniquila al otro y ser consecuente con ello. No vale el doble rasero o la hipocresía, muy nuestra, de vender armas y enviar ayuda humanitaria a la vez.
Más contradicciones. Se apoya con la boca pequeña la solución de los dos estados pero se niega o se ponen condiciones incumplibles al reconocimiento de Palestina como Estado en la ONU. SI Palestina no es un Estado, ¿cómo van a coexistir dos estados? ¿Puede Palestina ser un Estado sin estar en condiciones de sostener todo lo que conlleva poseer esa soberanía en relación a otros? Los países occidentales, y la derecha político-mediática, condicionan este reconocimiento a la opinión de Israel (otorgándole un poder de veto no justificado a la otra parte) y a la erradicación del terrorismo de Hamás. Pero nadie expone que mientras gran parte del territorio palestino sea objeto de ocupación, y dada su limitada capacidad para asumir las funciones propias de gobierno, ese reconocimiento es estéril, insuficiente y absurdo.
Así, hemos llegado a otro escollo del asunto: Hamás. Su sola existencia y denominación es la excusa y motivo para manipular el conflicto. ¿Es un grupo armado de resistencia o un grupo terrorista? Durante años, hablar de este tema conllevaba, o bien condenar las matanzas israelíes y obviar las acciones de Hamás (igual de criticables y condenables que las de Israel), por un lado, o no pasar de la condena a Hamás para culpabilizar a los palestinos de todas las "acciones de defensa" de Israel, por el lado contrario. La misma postura desde dos ángulos distintos; el mismo objetivo. ¿Se puede criticar las acciones de Hamás y defender la causa palestina? Sí, y se debe. ¿Se puede condenar las muertes provocadas por Hamás sobre inocentes mientras se admite que Israel está cometiendo el mayor genocidio de este siglo? Sí, es obligatorio.
Si son los terroristas los que no reconocen, o justifican, los crímenes que han cometido, ¿qué es el Gobierno de Israel? ¿Cómo denominamos a quien no es capaz de entender el dolor que causa? ¿A quien no reconoce que está asesinando seres humanos? ¿Cómo llamamos a quien justifica sus muertes por un bien superior y sólo es capaz de esconderse tras la defensa propia?
Más comparaciones y equiparaciones. ¿Hamás es Palestina? ¿Israel, y su gobierno, es el pueblo o la religión judía? Las respuesta son iguales para ambas cuestiones y mirar sólo a uno de los dos lados es elegir bando y, también, elegir víctimas. Una pregunta para nuestra derecha, incluso para la derecha jiennense, la más cercana al sionismo por el motivo que sea, y a esos representantes del gobierno israelí en nuestra tierra: si las acciones de Pedro Sánchez representan al Gobierno de España, ¿se realizan en vuestro nombre? ¿Vosotros las defendéis como propias u os posicionáis en contra por el "bien de los españoles"? Entonces, ¿qué tienen que ver los derechos y los intereses del pueblo judío con los del Gobierno de Israel? ¿No puede ser motivo de crítica incluso defendiendo al pueblo judío, como decís al criticar a Pedro Sánchez? ¿Por qué se silencia a esa parte del pueblo de Israel valiente y sincera que no cierra los ojos como fanáticos ante el genocidio perpetrado por su Gobierno?
Desde la acción de secuestro y muerte de Hamás, porque lo fueron y además se realizaron siendo conscientes de la repercusión que tendría sobre su pueblo, el Gobierno de Israel ha decidido implementar una nueva fase del conflicto. Han apostado por la solución de un sólo Estado, el Estado de Israel, y para ello deben acabar con Palestina. Cuando el Gobierno israelí habla de acabar con Hamás, nos está diciendo que su ataque tiene como objetivo acabar con todo rastro de Palestina en Gaza, puesto que Hamás sólo va a desaparecer si se ejecuta una limpieza étnica y se expulsa a todos los palestinos de Israel. Por tanto, se trata de un Genocidio, en su definición más completa, que busca la erradicación de un grupo social, haciendo que el territorio en el que hasta ahora vivían, la enorme cárcel en la que habían convertido Gaza cuando Israel "apostaba" por los "dos Estados" sea inhabitable. Israel ya no quiere un "ghetto" ni una cárcel; quiere un solar vacío sin palestinos. ¿Esto es aceptable por alguien?
Si la decisión política del Gobierno israelí es provocar un genocidio, ¿cuál es la posición política de nuestras sociedades? Vayan respondiendo y que cada palo aguante su vela.