Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

La ilusión viaja en tranvía

Nos hemos acostumbrado a ver cómo en otros sitios se ejecutan las infraestructuras y se inauguran proyectos

Nuestro Jaén, o mejor dicho, los jaeneros, somos una sociedad de promesas y olvidos. Cada cierto tiempo nos activan la memoria, como si fuéramos ancianos realizando ejercicios contra la pérdida cognitiva de la demencia, con declaraciones y anuncios sobre proyectos futuros que finalmente se dejarán sin cumplir, hasta que se hagan de nuevo, los anuncios, con nuevos plazos y protagonistas, pero sin que nada cambie. El tranvía es un ejemplo, pero no el único, de esta forma de ver pasar el tiempo en la que se ha convertido el desarrollo de Jaén. Podríamos hablar de Colces, Intermodales, industrias, autovías, comisarías, Ciudades Sanitarias o de la Justicia,  AVES, cercanías, etc. y todos seguirían el mismo patrón, incluso aquellos que un día supuestamente se terminaron, como el Museo Íbero, pero que se dejaron casi vacíos y sin utilizar.

Nos hemos acostumbrado a ver cómo en otros sitios se ejecutan las infraestructuras y se inauguran proyectos, sean tranvías, metros, aeropuertos o autovías, en plazos razonables, modificando el aspecto de las ciudades y la vida de sus gentes. Mientras, aquí, en nuestro eterno día de la marmota, nos limitamos a escuchar la siguiente promesa, a difundirla y a justificarla, esperando que el siguiente portavoz de la vergüenza añada alguna novedad que llevarnos a la boca. Y lo hacemos con toda la complicidad, como ciudadanía que aguanta lo que le echen y unos medios de comunicación que ejercen de meros transmisores de las malas y viejas noticias.



Esta semana hemos asistido al enésimo episodio de bochorno del Tranvía de Jaén y ha vuelto a seguirse la pauta: otra promesa sobre un nuevo plazo reabre el debate público, provoca enfrentamientos entre los diferentes partidos, ocupa espacio mediático y genera una falsa sensación de avance. Y ya está; todo queda en nada porque no pasa nada. Es un simple entretenimiento que intenta ocultar que no existe ninguna planificación, ni lo que es peor, ninguna intención, para que esto cambie. Si no se realizan los proyectos en Jaén es porque de quien depende (Gobierno, Junta, Diputación o Ayuntamiento), gobernado por quien sea, no quiere. Y no quieren no porque sean "malos padres" (ni son malos, ni nos tienen manía, ni prefieren a otros hermanos antes que a nosotros), sino porque ese no es el papel que se le ha asignado a Jaén: porque esa inversión no va a generar retorno económico ni va a reportar rédito político. Y los nuestros, nuestros representantes de aquí, se dedican a montar un espectáculo para que no se note, como si fuera posible mantener una ilusión que se fue hace tiempo, en un tranvía anterior al que no ha llegado a funcionar.

A esta forma de trabajar, porque en ocasiones parece ser el único trabajo al que se dedican nuestros representantes locales, se van sumando todos los que participan de la esfera pública, incluidos aquellos que surgieron para dar una respuesta, como Jaén Merece Más. Tan evidente es este patrón y la desvergüenza de sus protagonistas que incluso el partido-plataforma ha tenido que hacer un paripé de enfrentamiento entre su concejal y su presidente para mantener un cierto tono reivindicativo, pero sin utilizar el verdadero recurso que tienen en su mano: si el tranvía no funciona el 31 de diciembre de 2024, el PP perderá la Alcaldía al día siguiente. Así de sencillo sería desmarcarse de este engaño y frenar una nueva promesa vana y ridícula. Pero parece que no es ese el camino a pesar de que deberían saber que, junto a la ilusión viaja el crédito y los que aún lo tenían pueden perderlo en un instante, si se suman al carro de los que creen que somos todos tontos. Resignados, sin ilusión y pasivos, sí pero tontos, no.

También nosotros podríamos entrar en ese espectáculo, repitiendo lo que ya sabemos todos y, lo que es peor todavía, planteando cuestiones que en cualquier otro proyecto de cualquier otra ciudad ni se debaten: ¿era necesario hacer el tranvía? ¿Era ese el mejor recorrido? ¿Es viable económicamente y quién tiene que financiarlo? ¿Son lógicos los plazos para ponerlo en marcha? ¿Qué pasa con el aparcamiento de superficie en el que se ha convertido? Pero todas estas preguntas tienen la misma respuesta: da igual. Se podrían resolver y contestar rápidamente si hubiera intención real de ponerlo en marcha pero se utilizan como excusa para no hacer nada, porque es más fácil mantener el tranvía como recurso político, como elemento de enfrentamiento, de crítica y de promesa eterna. Todos recordamos perfectamente qué ha pasado y quiénes han sido los culpables, no necesitamos ayuda para eso, pero el juego consiste en que perdamos el recuerdo y la ilusión, que nos rindamos ante la eterna espera.

Por ello, porque todo es más sencillo y se basa en la voluntad, y porque lo contrario es participar del debate ficticio que sólo pretende anestesiar nuestra memoria, no me extiendo más. Jaén perdió, hace ya tiempo, otra ilusión en ese tranvía, porque se convirtió en un ejemplo más de cómo "malfunciona" nuestra sociedad. No era la solución a nuestros males ni el proyecto definitivo pero se ha convertido en una señal de vergüenza. Y esto ha hecho que nos dé un poco igual cuándo se pondrá en marcha, cómo y durante cuánto tiempo. Porque al final este es el problema: que el único debate ciudadano sea sobre qué haremos si nos quitan el aparcamiento de superficie del Paseo de la Estación. Y con ello, lo habrán conseguido: nos quitan la ilusión, la esperanza y la memoria, para que así no despertemos del letargo en el que estamos.