Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Pocos y viejos

El problema demográfico fundamental es doble: cada vez somos menos y los que quedamos somos más viejos

Entre los muchos problemas que asolan a Jaén, la capital y la provincia (en muchos aspectos, solución de continuidad), todos ellos interrelacionados, uno de los principales es la situación demográfica. Es conocida la enorme pérdida de población que sufrimos y, sobre ese dato, se extraen conclusiones sociales y políticas. Sin embargo, no se profundiza demasiado en el análisis, lo que dificulta encontrar soluciones válidas, más allá de las proclamas y las peticiones sin sentido.

Frecuentemente utilizamos la expresión "España Vaciada" pero, en nuestro caso, sin saber cuánto de "vaciada", cómo y por qué. Por ejemplo, sabemos que Jaén capital ha perdido cinco mil habitantes en 10 años, un 4% de nuestra población, y de esos cinco mil jiennenses, cerca de 4 mil tenían entre 20 y 29 años. Frente a ello, se levantan un cúmulo de soluciones absurdas sin plantearnos el fondo del problema.



Así, las Administraciones Públicas y los partidos políticos, pero también la opinión pública, asociaciones y colectivos sociales, reclaman medidas que pasan por una mejora estética de lo que hay, por una llamada para atraer el turismo o para lograr un breve repunte del sector de la construcción. Todos sabemos cuáles son y están muy bien para discutirlas en cualquier conversación pero ¿realmente sirven como solución para nuestro problema? No lo sé, porque antes tendremos que hacernos otra pregunta: ¿cuál es el problema de fondo y por qué ocurre?

El problema demográfico fundamental es doble: cada vez somos menos y los que quedamos somos más viejos. Perdemos población año tras año pero es que, además, como otras tantas zonas de España, y de Europa, nuestro saldo vegetativo (la diferencia entre las muertes y los nacimientos) lleva años siendo negativo porque nacen menos y la esperanza de vida es mayor. Tal es la gravedad del asunto que en los dos últimos años nos estamos acercando a un punto complicado, aquel en el que las muertes duplican los nacimientos, lo que normalmente dificulta que se pueda revertir la situación.

Hay muchas causas para este problema. Una es social: las familias retrasan cada vez más la maternidad, por cuestiones laborales y económicas, lo que hace que muchas de ellas tengan menos hijos, no sólo por una cuestión económica (no tienen ingresos para mantener familias numerosas) sino también biológica, ya que disminuye el número de años de fertilidad y se complica la concepción. Por otro lado, la baja natalidad disminuye a la larga el número de mujeres en edad fértil, lo que dificulta que se pueda revertir el saldo vegetativo. Este problema demográfico se convierte así en un problema económico, productivo y social. Nuestra economía, que ya sufre por su dependencia de la agricultura, tiende a la "terciarización", lo que afecta a la población joven con cualificación, que tiene que emigrar, y, a su vez, disminuye aún más la población en edad fértil. En resumen, como decíamos antes, cada día que pasa somos menos y más viejos.

Frente a ello, ¿qué nos ofrecen? ¿Cómo se "llena" o se "rejuvenece" nuestro Jaén? Pensemos que si cada vez hay menos gente y la ciudad se va vaciando, ¿quién va a venir, aunque sea de turismo? Nos podríamos convertir en un espacio vacío, en un decorado, un sitio de paso que no atrae nada. Si construimos más y tenemos menos población, ¿hacemos más viviendas o rehabilitamos las que están vacías? ¿Casas vacías, en barrios que se quedan vacíos, para hacerlas turísticas? Por otro lado, ¿se soluciona todo con un AVE? Podría también pasarnos que, con un AVE, la población que se marcha lo haga más rápido, porque se les facilita vivir y trabajar en ciudades grandes ahora sí cercanas, como Sevilla o Madrid. Si nuestra población joven no puede trabajar en condiciones dignas ni afrontar los gastos básicos de vivienda, ¿para qué se va a quedar? Estas son las preguntas que alguien debería hacerse para solucionar el proceso de despoblación y envejecimiento, antes de que nos surja el siguiente gran problema: el progresivo fallecimiento de la población envejecida, con lo que iremos perdiendo una de nuestras principales fuentes de ingresos y motores económicos: las pensiones.

Todo esto supondrá nuestro principal problema, con unas dramáticas implicaciones económicas y sociales que incidirán en la actividad que tendremos y en la sociedad que seremos. Además, estas consecuencias chocan frontalmente con las supuestas soluciones que se sacan a pasear cuando hablamos de nuestro futuro, por lo que se antoja más inevitable aún.

Los parches que suelen ofrecernos no contemplan el escenario en el que la gente se va de Jaén y los que se quedan no tienen niños; donde la población disminuirá drásticamente. Si Jaén no es visto como un lugar donde poder hacer ningún proyecto de vida, ¿quién se va a quedar? Si no hay población, ¿quién va a invertir aquí? Sin inversiones, ¿para qué se van a hacer infraestructuras? Y así podríamos seguir en un eterno círculo vicioso. La actividad económica y laboral y la estructura demográfica y social están tan relacionadas que sorprende lo poco que se incide en que una sociedad envejecida será menos innovadora y arriesgada, más conservadora y menos capaz de transformarse, menos dinámica y sin demasiada capacidad de solucionar problemas. En definitiva, una evolución que puede llegar a hacer que la principal actividad, el motor de la economía, sea cuidar ancianos.

La importancia de estos factores no se corresponde con su presencia en el debate público. No es tenido como un asunto político fundamental y tampoco es una preocupación para los jiennenses. Queremos transformar Jaén, que nuestra gente prospere y se quede pero, ¿qué hay que hacer para ello? Responder esta pregunta ya sería un comienzo. Se pueden diseñar y reclamar políticas urgentes para incentivar la natalidad, aunque en una población envejecida éstas por sí solas no solucionarán el problema a medio plazo. Se podría bonificar y facilitar la llegada de población pero entonces habría que debatir seriamente sobre la inmigración, su impacto social y su papel, que ahora es de cuidado y mantenimiento de una sociedad vieja. Éstas y otras muchas cuestiones podrían estar sobre la mesa para recuperarnos, para que nuestra gente viva en Jaén.

Para conseguirlo, la primera transformación es tomárselo en serio, convertirlo en algo importante y prioritario, porque ahora no lo es. Un ejemplo. Hay pocas medidas que generen más consenso de beneficio social  que la gratuidad de la educación de 0 a 3 años. Casi todos los partidos la prometen en campaña electoral y se comprometen a regularla pero nadie, ni a nivel estatal ni autonómico, la ha implantado. Y sigue siendo lo más útil para incentivar que las familias jóvenes puedan permitirse tener más hijos.

Parece que tendremos que esperar, para esta o para cualquier otra medida que de verdad vaya encaminada a intentar revertir la situación. ¿Hay algún miembro del PP de Jaén, algún Alcalde, concejal, delegado o incluso Consejera que le exija a Moreno Bonilla soluciones ya? ¿Qué se plante en Sevilla para devolver su acta y su carnet si no se hace? ¿Algún miembro del PSOE, algún ex-alcalde o Presidente de la Diputación que vaya mañana a Madrid a decirle a Sánchez que menos amnistías y más soluciones para nosotros porque en Jaén estamos peor?

Necesitamos convertir estas cuestiones en fundamentales y sistémicas, debatirlas, y encontrar soluciones al desafío social, político y económico al que nos enfrentamos. La otra opción es ignorarlo, como hasta ahora, resignarnos, seguir fantaseando con opciones inservibles y prepararnos para ser pocos y viejos.