Nuestra ciudad, su Ayuntamiento, volvió a ser noticia hace unos días. La AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) dio la alerta de que tres ciudades españolas (Parla, Jaén y Jerez) estaban en una situación económica "crítica" y sin posibilidad de salir de la quiebra. Ninguna novedad, nada que no supiéramos, pero no por ello menos trascendente, por lo que supone para nuestro presente y, sobre todo, para nuestro futuro: el Ayuntamiento de Jaén no tiene, ni va a tener, capacidad financiera para salir de la situación en la que lo han metido. Lo sabemos desde hace mucho, y casi que ha desaparecido nuestra capacidad de indignación, pero sigue siendo una auténtica barbaridad: la Administración que debería proveernos de los servicios más básicos está completamente arruinada y no tiene solución, permaneciendo abierta únicamente mediante el aumento progresivo de una deuda "perpetua" (aquella que ya no tiene obligación de devolución ni fecha de vencimiento establecida, por lo que el crédito se va reembolsando cuando se considera oportuno, aunque eso sí, pagando unos intereses, a un tipo más elevado que el de mercado por el alto nivel de riesgo del acreedor).
A partir de esta noticia, que desgraciadamente no lo es tanto, ha acontecido lo habitual: la opinión pública alza su voz contra unos y otros, los partidos que nos han gobernado en los últimos años, los mismos que durante unos días callan y desaparecen de la escena, esperando que campee el temporal. Por su parte, tanto los medios como las redes se hacen eco del escándalo y los opinadores hacen un superficial análisis del problema, sus responsables y su posible solución, pero ya está. Pronto pasamos página y seguimos a otra cosa, porque tenemos la sensación de que en este eterno "déjà vu" nada va a cambiar ni nada podemos hacer. Pero quizás en esto radique parte del problema. No, desde luego, el germen del asunto, pero sí una parte que explicaría el porqué se ha perpetuado, la parte que nos corresponde a cada uno de nosotros.
La responsabilidad es una cualidad apreciable en cualquiera: aceptar las consecuencias de las acciones propias y, también, la obligación moral ante un error. Además, responsabilidad tiene otra acepción más esquiva, que normalmente olvidamos: "deuda, obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal".
Nos hemos acostumbrado a que en política, aunque también en otros ámbitos, escaseen los responsables. Quizás por ello sólo se les busca para culparlos, sin esperar que alguno de ellos acepte las consecuencias de sus actos y, menos aún, intente repararlos. Priman así los irresponsables, los que adoptan decisiones sin previsión, sin el debido conocimiento y ajenos a las consecuencias. Y, si jamás se depuran responsabilidades políticas, resulta ridículo pensar en que se vayan a aceptar responsabilidades penales o económicas. Ésta es la principal responsabilidad sobre la que habría que debatir pero sin necesidad de dar muchas vueltas porque se responde de una forma sencilla: quién, cómo y por qué ha arruinado nuestro Ayuntamiento.
También hay que recordar que puede haber responsables por omisión, desconocimiento o encubrimiento. La responsabilidad alcanza a quien realiza promesas imposibles, porque no está dispuesto a cumplirlas, no tiene capacidad o son falsas, y de estos también hemos tenido unos cuantos, de los que han llegado después y nos quieren hacer creer que tienen soluciones y remedios. Lo único que han tenido es ganas de acceder al cargo y mirar para otro lado.
El encubrimiento supone una responsabilidad indirecta y, en ocasiones, muy sutil. He sido partícipe de decisiones y votaciones sobre la situación económica y financiera del Ayuntamiento y siempre he buscado que el problema no se amplificara, que no se hiciera perpetuo, sin conseguir imponer alguna de las que consideraba soluciones inmediatas. Pero, ¿podría haber hecho más? He leído y escuchado durante años cómo se justificaba, en medios y lugares de opinión, el proceder del responsable de Hacienda de turno, por una supuesta "responsabilidad" que es la que nos ha traído hasta aquí. ¿Se analizaba así, superficialmente, y sin ningún atisbo de crítica para encubrirlo o por desconocimiento? ¿No conlleva esa actitud pública una cierta responsabilidad? Estamos acostumbrados a que se critique el problema pero no se analice en profundidad; a que se culpe a los anteriores responsables, aunque casi sin nombrarlos, como si diera vergüenza, pero se exculpe a los que tienen la responsabilidad en ese momento, los que perpetúan y aumentan el problema sin ser capaces de resolverlo. ¿La opinión publicada no tiene responsabilidad?
Y, finalmente, está la ciudad, los vecinos. Víctimas y sufridores pero ¿con alguna responsabilidad, por pequeña que sea? Hemos llegado a un punto en que nos sabemos gobernados por irresponsables, que obvian sus obligaciones y a los que cada vez les pedimos menos. ¿Qué hacemos ante ellos? ¿Darles otra oportunidad? Porque el resultado es que nos dejamos gobernar por los mismos que nos han dejado arruinados y sin salida.
Puede que empezar a asumir, todos, nuestra parte de responsabilidad sea empezar a hablar claro y a llamar a las cosas por su nombre. No hace faltan grandes auditorías, como siempre anuncian a bombo y platillo los nuevos alcaldes o los candidatos a serlo, sino mirar detenidamente las cuentas, que son públicas.
Los problemas económico-financieros del Ayuntamiento empezaron hace casi 30 años. La economía municipal se basaba en los beneficios de la Gerencia de Urbanismo, construyendo y urbanizando, muchas veces sin planificación y siguiendo intereses personales, para llenarse los bolsillos y contribuyendo a esa burbuja que tan cara nos salió. Así se pagaban las pérdidas que generaban las dos otras patas del modelo: las privatizaciones de gran parte de los servicios, que aumentan el gasto municipal pero permite dar negocio a empresas amigas que después siempre prestan favores (aquí o en otro sitio), y el aumento desproporcionado de la plantilla, que asegura un voto cautivo importante. Además, los beneficios urbanísticos permitían sufragar todos los gastos culturales, deportivos y de eventos que mantenían la actividad y la "vistosidad". Este modelo, que empezó el PSOE en los 80, lo perfeccionó el PP en los 90 y la primera década del siglo. No había más en una pequeña ciudad de interior a la que se le fue quitando cualquier otra fuente de ingresos.
La deuda aumentó aunque al principio en poca cuantía: en los 10 años de mayorías del PP, del 96 al 2007, fue de 228 millones de euros. Y la plantilla, que en 1996 era de 700 empleados, pasó en dos años a 1400. En 2007, el PSOE, que conocía de sobra el modelo, llevó a IU a sumarse a la fiesta, pensando en seguir llenando bolsillos pero el modelo urbanístico estaba agotándose, los beneficios empezaban a escasear y, al final, le estalló la crisis aunque, con la misma agudeza que ZP, negó los problemas y mantuvo el gasto sin importarle nada más, mientras los ingresos caían, tirando de inversiones, subvenciones y Planes E. Así, la deuda en 4 años aumentó en otros 251 millones.
Por eso volvió el PP, aunque sin más solución que aumentar la deuda para que pagaran los que llegaran atrás. Y así inventó, con la colaboración del jiennense Cristóbal Montoro, el modelo que tenemos ahora: postergar los pagos, refinanciar la deuda hasta hacerla eterna y más elevada, aumentar las privatizaciones y mantener la plantilla, que va menguando a base de jubilaciones. Por eso, en el primer mandato de De Moya la deuda aumentó 210 millones. Cuando terminó el mandato de Márquez, en el que se hizo exactamente lo mismo, se llegó ya a una cifra impagable e inasumible. La vuelta del PSOE de Julio Millán no aportó ninguna novedad y la deuda siguió aumentando, hasta llegar a los casi 800 millones, siguiendo ese modus operando de no pagar y aumentar los intereses de una deuda que se ha convertido en perpetua. El PP de González Romo ha seguido la senda, más deuda, menos servicios, más problemas.
Lo primero, los datos y los nombres. La deuda real, no la deuda viva o financiera que es el dato que se suele hacer público, era únicamente de 32 millones en 1996, al poco de empezar el segundo mandato de Sánchez Herrera. Desde ahí, y exponencialmente, subió por encima de los 300 millones cuando se va Sánchez de Alcázar. Peñalver y Fernández de Moya, curiosamente a pesar de su enfrentamiento, contribuyeron en igual cuantía, aunque con diferentes modelos. Después Márquez, Millán y González Romo han arrimado el hombro para continuar el desaguisado.
El presupuesto municipal es casi de risa porque no refleja la realidad. Se utiliza como maquillaje para esconder la insuficiencia de ingresos para afrontar unos enormes gastos y se maquilla año a año con modificaciones aquí y allí. Estamos sin presupuesto desde 2017 y ya entonces se redactó un documento de risa pero bajo amenaza del Ministerio, que se comprometió a hacer lo de siempre: adelantar las transferencias a cuenta, refinanciar la deuda y postergar los pagos de intereses. Desde entonces, y por mucho que se prometa, no se puede afrontar hacer un trabajo serio para cuadrar las cuentas. Pero esto, que es sabido, ¿quién lo dice? ¿Por qué se aceptan las falsas excusas? ¿Nos echamos a reír ante la próxima promesa de hacer un presupuesto?
Ante el panorama financiero municipal hace falta poco análisis. Cualquier jaenero por la calle al hablar de la deuda apunta directamente a la plantilla, las concesionarias, etc. Entre 1996 y 2007 la plantilla municipal dobló su número, pasando de 700 a 1400 trabajadores, doblándose también el gasto del capítulo de personal, de 14 a 32 millones. A partir de ahí, pocos cambios. En los últimos años se ha ido reduciendo en base de la no reposición de jubilaciones pero, al mismo tiempo y por increíble que parezca, esto nos deja con un problema de falta de personal en muchos servicios. Sí, esta es la paradoja de la "excelente administración" de nuestro Ayuntamiento. Una plantilla excesiva para el tamaño de la ciudad a la que le falta personal municipal para cubrir servicios esenciales. ¡Toma del frasco, Carrasco! Quizás haya que ir nombrando también a los concejales de Personal responsables de este sorprendente sainete. ¿O sólo vamos a responsabilizar a los trabajadores? ¿Cargamos sobre sus espaldas esta incompetente gestión?
Y, ¿las concesionarias? A pesar de nuestra situación financiera, tenemos la mayor cantidad de servicios privatizados de los ayuntamientos españoles, que suponen más de la mitad del presupuesto de gastos municipales. Cada empresa concesionaria tiene su propia plantilla, que también paga el Ayuntamiento, a pesar de la excedente plantilla municipal que no presta esos servicios. Y además tenemos que pagarle a cada una de esas grandes empresas su beneficio, que se va de nuestra ciudad, más aquellos otros beneficios que se llevarán pero no se ven. ¿Tiene alguna lógica? ¿Quién ha hecho esos contratos? ¿Por qué?
Las causas de esta situación no acaban aquí. Ahora que está de moda, es más que evidente la falta de financiación del Ayuntamiento por parte de otra Administraciones, Estado, Junta y Diputación. Un abandono consciente y planificado que también tiene responsables entre nosotros. Todos estos políticos locales, de todos los partidos, que actúan como delegados de sus partidos, cómplices de este "robo" a Jaén, al poner los intereses partidistas, y los personales, por encima de los de nuestra tierra a la hora de posicionarse sobre determinadas cuestiones políticas. Y, cuando vienen autoridades a Jaén, ¿qué hacen? Servilismo y promesas vacías. Pero, ¿qué hacemos el resto? ¿Se le interroga sobre por qué nos ningunean? ¿Se les cuestionan sus promesas, que sabemos vanas? ¿Alguien osa declararlos personas “non gratas” o asegurarles que nunca más los votaremos? ¿O seguiremos votando a Sánchez o Moreno Bonilla como antes hicimos con Rajoy o Susana Díaz?
Y nuestros concejales, que saben que se trata de un problema de estructura económica y productiva, ¿ponen encima de la mesa soluciones viables para exigir a otros gobiernos? No, porque nadie quiere echarle presión a los suyos y poner en juego el cargo de turno. Antes de llegar al Ayuntamiento, o en cada campaña, aparecen las mismas promesas: “tenemos la solución…, sabemos gestionar…, haremos una auditoría…, no nos va a temblar la mano…” Y, nosotros, ¿nos lo creemos? ¿Se les recuerdan sus promesas? Nadie le exige nada e, incluso, se aceptan las excusas sobre la mala situación o la dificultad de tomar medidas, sobre un problema ampliamente conocido. Entonces, ¿para qué se presentan? ¿Por qué sus partidos no los despachan y colocan a alguien preparado cuando no obtienen resultados? ¿Por qué la prensa no los arrincona a preguntas? El modelo de todos los que nos han gobernado en 20 años, y de los que les han apoyado en el Gobierno o con sus votos, ha sido el mismo: ahondar la deuda, ponerla como excusa para no hacer nada y dejarle el problema al siguiente. Y así, la deuda ya es perpetua; ni se paga ni se va a pagar. Sólo sirve como excusa para seguir con el mismo modelo, que es lo que no se cuestiona. Se mantiene la plantilla y no se reforman los servicios, se mantienen, y aumentan las privatizaciones, se pierde dinero en beneficios para empresas que trabajan mal, nuestros impuestos se destinan a inversiones inútiles y mal realizadas y, mientras unos cuantos viven bien, gran parte de la ciudad, con la que se está en deuda, tanto ciudadanos como empresas, sigue con problemas. Son los responsables.
Pero, ¿y los que consienten que esto sea así? Los primeros sus partidos, los que han cogobernado con ellos y los que han votado por el modelo estando en la oposición. Pero también los vecinos que les han votado, perpetuando el modelo y contribuyendo a llegar a este punto, a endeudar a nuestros hijos y a nuestros nietos. También quien aplaude públicamente o quien opina encumbrado a los responsables, quien informa parcialmente sobre el problema, quien mira para otro lado mientras pasan los años, etc.
Los responsables tienen una deuda con Jaén, tienen una deuda con nosotros. Pero también nosotros tenemos una deuda, una obligación, con los que vendrán después, y con Jaén. Es nuestra responsabilidad. Y si se la pedimos a otros, también hemos de aceptarla. Ya está bien de que esta ciudad parezca ajena a todo y no solo dé miedo protestar sino pereza llevar la contraria o señalarse.
No conozco otra institución que despierte menos interés o en la que se confíe menos que en el Ayuntamiento de Jaén. Esto es el fruto de décadas de funcionamiento de espaldas a los problemas de sus habitantes, de no atender las necesidades de una ciudad que progresivamente ha ido retrocediendo sin que los suyos le echaran un cable. Una responsabilidad de todos los que hemos pasado por ese salón de plenos, especialmente de los que han ocupado la Alcaldía. Y de todos los que han contribuido a crear una ciudad que ya no espera nada de la Administración al mando y que se contenta con que, al menos, no moleste en el día a día de sus vecinos, como si el Ayuntamiento fuera de otros.