Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Servicios prestados

Nada nuevo bajo el sol, lo cual no es en sí mismo un buen presagio, tan necesitados como estamos, unos más que otros, de un cambio de rumbo

Llegó el final del verano, como ya nos advirtiera el Dúo Dinámico, y partieron las vacaciones, los viajes y los horarios sin reloj. La vuelta a nuestra rutina diaria se hace larga y extraña, rodeados de una falsa sensación de novedad, como si hubiera pasado mucho tiempo desde que abandonamos el puesto de trabajo, el camino del colegio o las conversaciones con los compañeros. Sin embargo, a los pocos minutos de haber vuelto, todo es reconocible y familiar, quizás demasiado, pareciéndonos que todo permanece igual, inmóvil, como si nuestra ausencia no hubiera sido más que un sueño. Y digo todo, incluida, por supuesto, nuestra actualidad política y social, tanto local como nacional e internacional. Las mismas noticias, los mismos problemas y la misma falta de soluciones, con unos protagonistas que parecieran haber permanecido en "stand by" hasta que hubiéramos abierto de nuevo el periódico o hecho "click" en el enlace correspondiente.

Nada nuevo bajo el sol, lo cual no es en sí mismo un buen presagio, tan necesitados como estamos, unos más que otros, de un cambio de rumbo para vislumbrar un futuro mejor. Ni siquiera encontramos cambios en las dinámicas de comunicación, esas que tan buen resultado ofrecen: seguimos con tanto ruido en la superficie que no vemos lo que se esconde por debajo, aquello que realmente nos afecta en nuestro día a día, y expuestos a tanta "falsa verdad" repetida que llega un momento en que la realidad desaparece de nuestra vista. Escuchamos y leemos continuamente los relatos maniqueos o simplemente la reiteración cansina (con independencia de lo que se les haya preguntado) de la declaración de turno del equipo de comunicación sobre cualquier tema, sin importar demasiado que la información sea cierta o dudosa. Y así, con esta repetición argumentativa, se consigue convencernos de cosas que no sólo no son ciertas, sino que además son perjudiciales para nosotros, que asimilados por las persistentes campañas podemos llegar a repetir afirmaciones tan poco rigurosas como las de que son los empresarios los que arriesgan su capital para crear empleo, y no para obtener beneficio, que los inmigrantes nos quitan el trabajo, como si no hubiera trabajos desechados por los españoles, que la privatización mejora el funcionamiento de los servicios públicos, lo que ya parece un chiste, o que el sistema público de pensiones es insostenible.



Un ejemplo de todo esto podría ser una de las primeras noticias del presente curso político, como ha sido el nombramiento del ministro Escrivá como nuevo Gobernador del Banco de España por parte del presidente Pedro Sánchez. La decisión, contestada por el PP y por el aparato mediático conservador, es bastante cuestionable, por las formas y por los motivos, aunque tampoco parece muy escandaloso nombrar al frente del regulador a un economista que sigue los dictados neoliberales que defienden tanto PSOE y PP y que ya ha ostentado cargos en el propio Banco de España y en el BCE, además de presidir la Autoridad Fiscal (AIReF), nombrado por el PP. Es decir, no debería ser noticioso que alguien con su currículum obtuviera un premio a los servicios prestados a distintos gobiernos, como consiguió De Guindos, porque en el fondo no se trata de otra cosa. Y quizás esto es lo que interese ocultar con tanto aspaviento fingido.

Poco se ha recordado que Escrivá, al frente del Ministerio de Seguridad Social, siguió una línea similar a la de ministros anteriores, fueran del PP o del PSOE, para los cuales eran imprescindible sucesivas reformas del sistema que hicieran las pensiones públicas "sostenibles". Curiosamente, las medidas que se han tomado para ello sólo han servido para recortar la cuantía de las pensiones, favorecer el crecimiento de las pensiones privadas y aumentar la edad de jubilación, incluso pretendiendo que trabajemos más allá de la edad legal, pero en nada han solucionado la manida excusa de la "insostenibilidad" del sistema.

Desde Zapatero hasta Sánchez, y sin olvidar por supuesto a Rajoy, los sucesivos Gobiernos han continuado aquella decisión última de Felipe González, quien acosado por Aznar y Pujol y a unos meses de que el PP ganara las elecciones, dio paso  a que el Pacto de Toledo separara las diferentes fuentes de financiación de las prestaciones y dejara las pensiones contributivas a cargo únicamente de las cotizaciones sociales. Desde entonces sólo hemos visto congelaciones y crecimientos de las cuantías por debajo del IPC, aumento de los años cotizados para poder acceder a pensiones dignas, penalización de las prejubilaciones, retraso en la edad de jubilación hasta los 67, por ahora, aumento del periodo de cálculo para establecer la cuantía de la pensión y aumento de los años para compatibilizar pensión y salario, justo este agosto, cuando se supone que no pasa nada, con la última reforma de la jubilación activa. Podríamos resumirlo en que en un país con un problema tan enorme como un paro juvenil de casi el 30% la solución que nos encontramos es alargar aún más la vida laboral y rebajar el poder adquisitivo de los pensionistas. Un absurdo técnico. Mientras, se ha seguido impulsado con dinero público unos planes privados de pensiones de empresa y unos fondos de pensiones con gestión privada, ambos sin la garantía del Estado y detrayendo recursos a la Seguridad Social y a la Hacienda Pública.

Con cada reforma se ha apretado un poco más a trabajadores y autónomos, que cada vez se jubilan más tarde y con menos pensión, dada la precariedad y las condiciones laborales deterioradas. Y todo permitido y aceptado en base a una "falsa verdad" mil veces repetida. La sostenibilidad del sistema público de pensiones se ha planteado siempre, en unos casos por ignorancia y en otros por intereses espurios, como un problema técnico cuando es un problema político.

Siendo un hecho cierto que el incremento de la esperanza de vida y la baja tasa de natalidad han variado nuestra pirámide de población, obviar factores como el crecimiento de la población inmigrante, el alto paro, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la tasa de productividad, es malintencionado. Además, considerar una decisión política oportunista ,como fue que sólo las cotizaciones sociales pueden ser la fuente de financiación de las pensiones, como una verdad inmutable es una vergüenza.

La Seguridad Social no es algo distinto y separado de los servicios del al Estado, por lo que separarlo y negar la posibilidad de que se vuelva a financiar vía Presupuestos Generales del Estado sólo tiene el objetivo de hacer imposible esa financiación y, por tanto, utilizar la excusa de la "insostenibilidad" del sistema para quebrarlo. Afirmar que son los trabajadores y los salarios los únicos que han de mantener las pensiones es un planteamiento que limita el derecho a las pensiones dignas del artículo 50 de la Constitución Española. Y, volviendo a nuestro personaje de hoy, a toda esta engañifa para recortarnos derechos ha contribuido sobradamente alguien como Escrivá, quien va a ser recompensado por ello.

Y mientras ellos reciben su premio, todo son ventajas para nosotros. Trabajamos más, cotizamos más y cobramos menos. Hay otras consecuencias que no sabemos pero que podemos sospechar: cada año extra de trabajo aumenta nuestra tasa de mortalidad y nos resta valor social. Porque hacernos trabajar más años sólo nos amarga la vida, sin que comporte los beneficios económicos con los que se justifica esa medida; sí para algunas empresas pero no para la hucha de nuestras pobres pensiones.