Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Silencio en el fin de año

En esta semana, la última del año, es habitual hacer un repaso a lo ocurrido en estos doce meses. Desde los resúmenes de noticias y acontecimientos...

 Silencio en el fin de año

Foto: EXTRA JAÉN

Hay mucho trabajo para acabar con el silencio.

En esta semana, la última del año, es habitual hacer un repaso a lo ocurrido en estos doce meses. Desde los resúmenes de noticias y acontecimientos a las listas de las mejores películas, canciones, libros o goles, los temas son variados. Ha sido un año marcado por guerras, crisis energéticas y político-judiciales. A un nivel más local, el año del Colce o del Cetedex, el de la vuelta a la normalidad, nos ha regalado pocas novedades y mucho más de lo mismo, en ese "día de la marmota" eterno en el que está instalado nuestro querido Jaén.
En esto, y en otras cosas, pensaba a la hora de rellenar estas líneas cuando, de repente, me encontré con los últimos datos sobre un tema que me preocupa desde hace tiempo pero que siempre me cuesta trabajo afrontar, por lo que uno, de forma un tanto cobarde, tiende a dejarlo pasar. Y aunque en estos días todos queremos disfrutar y ser felices con los que queremos, o quizás por eso mismo, es el momento, me dije, de dejar de silenciar un drama que afecta a muchas familias.

Según el INE, en el año 2021 las cifras de suicidios en nuestro país alcanzaron el triste récord de 4 mil fallecidos, el mayor desde que se tienen datos, desde principios del siglo XX. Esta escalofriante cifra supone que el número de suicidios sigue aumentando año tras año, en esta ocasión un 1,6%, superando incluso las cifras alcanzadas durante la crisis de 2008-2014. No sé si alcanzamos a comprender lo dramático de las frías cifras pero cuando se escarba por los distintos datos de la estadística oficial, nos encontramos con que el suicidio es la principal causa de muerte en la población de entre los 15 y los 29 años, por encima de los accidentes de tráfico, o que durante 2021 se quitaron la vida diariamente once personas de media.

No sólo en España sino en cualquier sociedad no gusta hablar del suicidio. Es un tema tabú, difícil, que asusta y sobre el que se prefiere correr un velo. Sin embargo, y como nos dicen los datos, los suicidios suceden y cada vez en mayor número. ¿Por qué? ¿Qué significa esto? Sea lo que sea, estas cifras no ofrecen una imagen positiva de nuestra sociedad, por lo que creo que resulta conveniente adentrarnos en los factores que rodean este problema social.
En primer lugar, podríamos decir que se trata de un importante problema de salud pública, que afecta a miles de personas pero, sin embargo, esto no se traduce en una visibilidad social importante. ¿Aparece en algún medio de comunicación? ¿Es noticia? El motivo de este ocultamiento es, al menos oficialmente, el miedo a provocar un efecto de imitación, por el que hablar del suicidio conllevaría su aumento entre la población. No obstante, lo que nos dicen los expertos es que el suicidio, al existir y ser evitable, requiere afrontarlo responsablemente y hablar de él ayuda en su prevención, al igual que ocurre con otros problemas sociales de los que se habla con normalidad y se hacen campañas institucionales (drogas, alcohol, accidentes de tráfico, etc.)



Habitualmente el suicidio es tratado no como un problema de salud pública sino de salud mental. Se tiende a considerar que las personas que se suicidan tienen un trastorno mental, por un lado para facilitar su comprensión y por otro para seguir ocultándolo y no adentrarse en sus causas. Quién no se ha preguntado: ¿qué puede llevar a una persona a querer suicidarse? ¿Cómo se puede llegar a este extremo? Es más sencillo pensar en que detrás del suicidio está la enfermedad mental, lo cual, a pesar de que ciertos trastornos mentales pueden aumentar el riesgo de suicidio, no es cierto. Las personas con intención suicida son personas que sufren un profundo malestar en su día a día pero no tienen por qué ser enfermos mentales.

La invisibilización del suicidio podría deberse, por tanto, a que se trata de un tabú que oculta muchas causas de difícil aceptación social. Y es entonces cuando descubrimos que el suicidio tiene que ver fundamentalmente con tres factores interrelacionados pero que no dependen unos de otros: el estilo de vida, las condiciones económico-laborales y la soledad.

Al igual que en la juventud influyen los problemas de aceptación social y los laborales, las adicciones, la precariedad y la falta de perspectiva vital, en nuestros mayores el suicidio gira en torno a la soledad, en la dificultad de enfrentarla. Como vemos, el suicidio es la expresión de problemas sociales importantes y que no siempre se afrontan adecuadamente por lo que normalizar el problema del suicidio en nuestra sociedad nos llevaría a señalar las verdaderas causas y las soluciones, pero también a los responsables. Por tanto, mejor dejarlo en ese limbo invisible; mejor no asustar ni señalar(se).

Hay mucho trabajo para acabar con el silencio y solucionar los problemas que llevan a una persona a una situación límite para la que no encuentra otra salida. El suicidio vive en el silencio cómplice del tabú, los prejuicios y los miedos pero también en el del ocultamiento de sus causas y sus culpables. El silencio en el que viven muchas familias con un gran sufrimiento emocional. Espero no estropear las fiestas a nadie pero si ayudar a desenmascarar este silencio también en fin de año, porque qué mejor momento para empezar a romperlo que éste.