Desde el mismo momento en el cual despertamos de nuestros sueños, nuestra capacidad de elección entra en funcionamiento. Podemos elegir lavarnos la cara o ducharnos, para despejar la mente y el cuerpo, y que los pensamientos fluyan orgánicamente. Elegimos qué vamos a desayunar y a qué temperatura. Si lo haremos rápido o lentamente, según el tiempo del que dispongamos. Elegimos la ropa que nos apetezca ponernos ese día e igualmente el calzado, también dependiendo del clima. Para dirigirnos a nuestro puesto de trabajo, previamente elegimos el medio. Ya sea en transporte público o en coche, moto, bicicleta e incluso andando. Si has tenido la suerte y la perseverancia de trabajar en algo que te guste y procure sustento económico, ha sido por propia elección, e igualmente si no has podido elegir otro empleo más aburrido, ha sido por el condicionante relativo a la capacidad de adaptación al medio social. En cualquier caso hay una elección objetiva en la forma y subjetiva en la adaptabilidad.
Nuestra consciencia está llena de elecciones. Y esta capacidad de decidir y elegir, forma parte intrínseca de lo que significa vivir en libertad, y más concretamente si vives en un medio social y en consecuencia, político, significa vivir en democracia. Nuestras pequeñas elecciones a lo largo del día nos hacen sentir emocionalmente. Y estas emociones, en grados diferentes, nos conforman como seres humanos y nos asemejan al proyecto común que compartimos, que no es otro que la sociedad en la que vivimos.
El sentimiento moral es unánime: trabajar por el progreso. El sentimiento inmoral es disconforme a la unanimidad.
Es momento de elegir qué partido político, según nuestro sentimiento moral, ha de representar nuestras instituciones públicas. Y el partido que elijamos para ello, elegirá también la forma y cómo hacerlo. ¿Nos representarán de forma democrática? ¿Cómo gestionaran nuestros servicios públicos?
Esta elección previa, es de vital importancia porque de ella depende nuestro día a día y lo que nos hace sentir humanos, no solo a nosotros y nosotras sino también a nuestra familia, amistades, parejas.
¿Por qué dejar nuestras vidas en manos ajenas al sentimiento unánime, ajenas a la unanimidad del progreso, ajenas a la gestión de los recursos públicos, ajenas a la democracia, a nuestras familias y su futuro y bienestar? ¿Por qué dejar en esas manos ajenas todo lo que puede hacer mejor nuestra vida?