Tribuna

Lola Fontecha

Por un ocho de marzo en el que la igualdad sea real

Ser mujer es un don vívido y privilegiado que nos ha tocado coexistenciar a más de la mitad de la humanidad de este lugar llamado mundo. Creo que mi madre...

Ser mujer es un don vívido y privilegiado que nos ha tocado coexistenciar a más de la mitad de la humanidad de este lugar llamado mundo. Creo que mi madre ya pronosticaba el camino por recorrer desde mi condición y género al llamarme María de los Dolores, pero no quise verlo en el espejo cuando el violeta se ocupaba de ocultar mis ojos verdes a la primavera incesante que apunto estaba de nacer.

En muchas ocasiones hemos tenido la sensación como mujeres de que nos llevaban a jugar a la gallinita ciega con las manos atadas a la espalda, para que nos demos contra ese techo de cristal que a día de hoy sentimos que ha sido reforzado por la pandemia que estamos viviendo y nos resulte más difícil romperlo.

Vivimos sintiendo en demasiadas ocasiones que estamos rodeadas de gente que se ocupa, quizá por aburrimiento en sus vidas, de suprimirnos de la existencia por el simple hecho de pretender ser nosotras mismas.

Nos empujan, nos tachan el nombre para que nadie sepa de nuestras vidas, nos apartan de la visibilidad, nos borran de las fotos para que nadie pueda vernos, le dan al interruptor de la ignominia cada vez que se habla de nosotras y un largo etcétera de situaciones que nos hacen la zancadilla por el simple hecho de ser mujeres, pero nada de eso va a poder con nosotras.

Y aquí estamos, en continua actividad, para hacer ver que no necesitamos ningún astro sol que nos alumbre, ya que brillamos con luz propia.

Nuestros pasos van encaminados a una lucha constante, en silencio o a voz en grito, para conseguir nuestros derechos, esos, que nos hace ser personas en igualdad de condiciones.

Independencia, libertad sexual, libertad de elección en nuestros pasos sin condiciones por nuestro género, reivindicar respeto a nuestra seña de identidad, mostrar al mundo las ganas de volar sin que nuestras alas se vean cortadas o aplastadas, igualdad de salario, nuestra valentía ante los pasos dados, así como romper estereotipos y todo tipo de ataduras por el hecho de pretender ser aquello que el cuerpo nos pida a cada instante.

Aun queda mucho camino por recorrer, tristemente es así, mas algo si tenemos claro y es que si lo hacemos acompañadas será más llevadero.