Con el alma en pie

Ana Tudela

El choteo del tranvía

Es difícil que la política nos sorprenda. Pero es verdad que nos ha asombrado vivir algunos momentos del mandato municipal, en los que los ya reconocidos...

Es difícil que la política nos sorprenda. Pero es verdad que nos ha asombrado vivir algunos momentos del mandato municipal, en los que los ya reconocidos pragmatismo y paciencia del alcalde, habían conseguido zarandear la “vía muerta” en que se encuentra el tranvía de Jaén desde hace demasiados años.

Muy despacio, con una insistencia propia de hormiguitas, y tragando saliva una vez y otra, la impresión era que el ayuntamiento podía conseguir sacar el tranvía de cocheras antes de finalizar la presente legislatura andaluza. Parece que quedaban lejos aquellos imperdonables tiempos del “yo no me subiré al tranvía”, o del postureo del equipo de gobierno del PP dejando las llaves de la instalación en San Telmo. Tiempos de poses fingidas y confrontación generada desde una alcaldía inconsciente, que solo generaron hartazgo y polémica.

Es verdad que en estos últimos años en que parecía que quebraba la parálisis, la impresión era de demasiadas reuniones, demasiada distancia entre un acuerdo y el siguiente, demasiado tiempo para que la Junta de Andalucía moviese papeles o reconociese compromisos. No obstante, el “buen rollo oficial”, el aparente cambio en la disposición del PP, esta vez en Sevilla, y el empeño municipal, traían un cierto estado de confianza, y la esperanza de que el tranvía volviese, por fin, a las calles de Jaén.

Pero la Junta y Moreno Bonilla empezaron a dilatar fechas, y a alargar previsiones. Hasta tal punto que, confieso, hace ya tiempo que personalmente pensaba que no habría tranvía antes de las elecciones municipales. Moreno Bonilla no iba a permitir la fotografía de un éxito socialista mientras Julio Millán ocupase el despacho de la Plaza de Santa María.

De hecho, sin quitarse la sonrisa indolente, hace pocos días ya llevó las previsiones de funcionamiento al “comienzo de la nueva legislatura”. Y ya no cuela el “choteo”. Dejó de colar hace tiempo. Moreno Bonilla ha jugado con la esperanza de la ciudadanía jiennense y lo ha hecho desde el tacticismo y aprovechándose de la buena voluntad del consistorio jienense. Imperdonable, uno de los peores pecados de la política. A Moreno Bonilla ya se le recordaría por no hacer nada. Pero el engaño es aún peor porque ha sometido la ilusión de la gente a las prioridades partidistas de quien, realmente, nunca pensó poner a funcionar el tranvía hasta que el alcalde no sea “de los suyos”.