Con el alma en pie

Ana Tudela

Presidente Pedro Sánchez

No sé cómo tratará la historia al actual presidente del gobierno de España. Es difícil saberlo hoy, en medio de un caos mediático y financiero impulsado...

 Presidente Pedro Sánchez

Foto: EXTRA JAÉN

Pedro Sánchez.

No sé cómo tratará la historia al actual presidente del gobierno de España. Es difícil saberlo hoy, en medio de un caos mediático y financiero impulsado por una derecha absolutamente echada al monte, y que es capaz de llenar de ruido los numerosos recovecos de la información y la opinión.

No fui de las convencidas en sus primeros tiempos. Su llegada al poder orgánico, llena de suposiciones y de guiños de quien parecía que le mandaba por delante para cortarle después la cabeza, me rechinaba; no podía salir bien en medio de un escenario general que dominaba la derecha a pesar de todo.

Pero a un líder se le ve en la dificultad, y el tiempo le guardaba las pruebas más inverosímiles que ha podido atravesar un estadista en la democracia.

Las pruebas orgánicas ya fueron indómitas, obligado a luchar frente a quien había echado los dientes en las nada nobles artes del navajazo por la espalda y el populismo retributivo. Y las ganó sin más medios que el esfuerzo y el intenso conocimiento de la mente humana, y de su apego a quien considera víctima de la injusticia.

Las pruebas políticas, con mayúsculas, las ganó con los valores socialistas de siempre, en una España dominada por la corrupción, cuando muchos daban por muerto el socialismo democrático y su capacidad para cambiar las cosas desde la justicia y la lucha contra la desigualdad.

Después llegaron los más terribles dramas conocidos. Una pandemia durísima, la guerra y el miedo. Y Pedro Sánchez no ha dejado de estar donde debía estar, a pesar de tanto “malo” inquieto, intentando acabar con él y con todo lo que huela a PSOE.

Confieso que he aprendido a admirarle, aún a sabiendas que es humano y que también comete errores. Y quién no en unas circunstancias así. Pero reconozco la inmensa distancia con cualquier aprendiz de líder que le pongan delante. Solo basta con observar las andanzas de un Feijóo que ya no es ni la sombra de quien prometía ser hace unos meses.

El vocerío organizado desde los intereses subterráneos, puede generar que haya quien, dentro de su propio espacio, y en medio de la fe en el pragmatismo propio de otros escenarios, y la falta de suficiente convicción en ideas firmes, pueda preferir esconderle, sin darse cuenta que esconde la valentía, la confianza en los valores socialistas de siempre, que son los de las gentes de las clases medias y trabajadores que pelean día a día por los suyos. Y que a este hombre le han intentado abrasar mil veces los poderosos, y mil veces se ha levantado. Desechar la lucha, la gallardía, la pelea, la fe, es una cuestión que no puede ser despachada fácilmente en estos tiempos en los que son condición de vida de los humildes.
Insisto, confieso que ahora siento admiración, y la siento en medio de su tiempo, porque admiro a quien pelea frente a la injusticia cuando la injusticia es, como hoy es, el arma de los poderosos, de quienes jamás serán capaces de renunciar al más mínimo beneficio a cuenta de quienes realmente lo generan. Curioso que cuando más se lucha y con más razón se lucha hay quien lo primero que piensa es “sálvese quien pueda”, teniendo, además, la meta a la vista. Y si Pedro Sánchez nos ha enseñado algo es que esto no va de salvarse uno, sino de no dejar de pelear por la gente.