Con el alma en pie

Ana Tudela

Mi punto y seguido

Mi punto y seguido es sobre Igualdad. Cuentan que durante el último pleno del Senado, el PP consiguió el dudoso triunfo de alargar hasta septiembre...

Mi punto y seguido es sobre Igualdad. Cuentan que durante el último pleno del Senado, el PP consiguió el dudoso triunfo de alargar hasta septiembre la aprobación definitiva de la Ley del “solo sí es sí”, que es como se conoce al proyecto de ley de garantía integral de la libertad sexual.

El “mérito” del PP consistió en apoyar una enmienda de Junts en la que se pedía la modificación de una letra en el texto, que sostendría un error gramatical que se le habría pasado a los redactores, cuestión mínima que al parecer podría tener fácil solución sin necesidad de tan larga espera.

Porque durante el tiempo que transcurre hasta que la ley vuelva a verse en el Congreso, alrededor de dos meses, seguirán sucediendo demasiados casos en los que la entrada en vigor de la ley habría tenido todo su sentido. Así, leo la agresión sexual de un conductor de VTC a una cliente, que se va a escabullir de la aplicación de una norma firme y resolutiva para con este tipo de casos, que tan frecuentemente escapan del castigo más justo por causas ligadas a la incertidumbre terminológica de la normativa actual.

La bancada del PP saludó con un sonoro aplauso su vergonzoso acto, y no dudo que hay quien, desde el odio ideológico, o amparado por su aversión a Podemos y a su ministra de Igualdad, ha hecho en su interior un aplauso similar.

Pasan malos tiempos las políticas de Igualdad. La crisis económica copa buena parte de las preocupaciones a pie de calle, y tampoco las responsables actuales de esas políticas en gobiernos y partidos han sabido cerrar extraños campos de batalla por razones absurdas, alejando a una parte de la ciudadanía de la militancia en la defensa a ultranza de la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres.

Hace falta cerrar filas, y contar de nuevo con todas las mujeres y los hombres dispuestos a la que, sin duda, es la más importante batalla social de los últimos siglos. Hace falta no dudar en defender los avances, y saltar sin miedo a defendernos contra quien se empeña en enterrar lo que tanto nos ha costado conseguir.

La lucha del feminismo no puede ser la lucha por ver quién es más versada o instruida en feminismo, que puede estar bien si una no se pierde en teorías imposibles de entender por la calle. Esto es una pelea contra la desigualdad y contra quien es capaz hasta de aplaudir la desigualdad. Y debe ser de todas y de todos. Sin cuartel.