Con el alma en pie

Ana Tudela

Miedo

Estábamos equivocados. La vida era ésta y no la que traslucía de los periodos de tranquilidad mundial que hemos podido atravesar entre siglos...

Estábamos equivocados. La vida era ésta y no la que traslucía de los periodos de tranquilidad mundial que hemos podido atravesar entre siglos. La fotografía de la primera parte del vecino siglo veinte, se llenó de epidemias, desastres económicos, guerra y muerte; y habíamos interiorizado que eso era cosa del pasado, que entre lo aprendido, los progresos científicos y tecnológicos y una cierta sensatez que podríamos haber desarrollado al ver los efectos de nuestros errores, el mundo se alejaba irremisiblemente de los desastres y las amenazas de no hace demasiado.
Pero no, ni mucho menos. Posiblemente jamás nos hemos sentido tan vulnerables. El mundo es mucho más pequeño, y los peligros más lejanos nos alcanzan; y además, eso de la globalización, que parecía que sólo arrastraba beneficios, también lo hace con enfermedades y guerra.
Y por si fuera poco, no aprendemos. En las grandes guerras del veinte, las naciones y la ciudadanía del mundo libre entendieron bien pronto que los estados solo podían transmitir unidad ante las terribles dificultades. Algo que hizo grandes además los sentimientos colectivos y que ayudó a mitigar el tremendo dolor.
Sin embargo, demasiada gente en este país sigue mirándose el ombligo y buscando “algo que rascar” para sí, en medio de los escombros de la guerra de Putin. La oposición ha llegado a acusar al presidente del gobierno de “utilizar” la guerra, haciendo un diabólico juego con las consecuencias del conflicto en cuanto a precios; estrategia que no vuelve a reflejar otra cosa que el frágil sentido de Estado de los populares. Lo de los “socios” de gobierno no apoyando las decisiones de Pedro Sánchez es igual de incomprensible. Solo la cabeza de Yolanda Díaz frenó esa llamada a la “diplomacia de precisión” que no hay forma de comprender, menos aun cuando en el lado oscuro, los instrumentos para el conflicto son la crueldad, la violencia y la muerte.
La incredulidad ha dado paso al miedo, y la propia cautela de los expertos en geopolítica nos hace que temamos seriamente por el futuro. Mientras, no podemos permitirnos que haya quien quiera aprovecharse jugando a estrategias caseras para avanzar unos puntos en las encuestas, a costa de destrozar la fuerza de la unidad que el gobierno debe mostrar. Y tampoco, por cierto, que el facherío vuelva a hacer de las suyas poniendo en tela de juicio la labor humanitaria con los refugiados.