Con el alma en pie

Ana Tudela

Pactos

Asisto con pasmo al espectáculo de algunas formaciones políticas para llegar (o no llegar) a un acuerdo que permita su presentación en coalición a las ...

Asisto con pasmo al espectáculo de algunas formaciones políticas para llegar (o no llegar) a un acuerdo que permita su presentación en coalición a las próximas elecciones autonómicas.

Lo de la izquierda a la izquierda del PSOE no es nuevo. Ese gusto por el desacuerdo hunde sus raíces en habituales prácticas asamblearias que se alargaban hasta largas horas de la noche para alcanzar acuerdos -o desacuerdos- sobre asuntos de todo tipo. Algo que sufrió y mucho la política jiennense en momentos en que el gobierno local se sustentó en una coalición de fuerzas de izquierda. Nunca le gustó el PSOE a la izquierda a su izquierda, reacios a fiarse por naturaleza, incapaces de aguantar la regla de confianza que siempre de respetar una coalición. Tampoco dio la sensación jamás de que se sentían cómodos gobernando, y, de manera similar a los navajazos dialécticos que el PSOE viene sufriendo de sus socios de gobierno en Madrid, daba la impresión de que preferían hacer oposición a la otra parte del gobierno antes de creerse gobierno.

Lo de que PODEMOS llegue tarde a presentar el documento fundamental de la coalición suena raro, raro, y más bien pareciera que se trate de un nuevo capítulo de autoflagelación y zancadillas internas.

Lo que me ha dejado con la boca abierta y esperaba poca gente, era el culebrón de los de la España vaciada. Los corrillos capitalinos hablan de historias de egos y peleas por puestos en unas formaciones que curiosamente piden a la gente que se deje “la ideología en casa”, mientras ellos se ven incapaces de dejarse las navajas. La política parlamentaria son acuerdos y pactos; uno tras otro, sesión tras sesión. Si a estas alturas quienes vienen de salvadores de Jaén tienen esas enormes dificultades para acordar un nombre o una lista, mal se presentan ante un electorado ya perplejo.

El horizonte de pactos se completa con otro que, paradójicamente, niegan sus protagonistas, pero del que nadie duda si tienen ocasión de dar el paso para garantizar el gobierno de las derechas. Estén seguros que la derecha y los que están a la derecha de la derecha, no se andarán con remilgos y tampoco se dejarán la ideología en casa; y no solo ríen a carcajadas desde ya observando el espectáculo inesperado de comunistas y vaciados, sino que toman buena nota de la incapacidad política real de estos protagonistas del desencuentro. El escenario es como para preocuparse.