Con perspectiva sureña

Antonia Merino

El sinvivir de la precariedad

Hace tiempo que la precariedad se ha instalado en nuestras vidas como un miembro más de la unidad familiar. La hemos interiorizado, pero, sobre todo, la hemos..

 El sinvivir de la precariedad

Foto: EXTRA JAÉN

Protesta por la precariedad laboral.

Hace tiempo que la precariedad se ha instalado en nuestras vidas como un miembro más de la unidad familiar. La hemos interiorizado, pero, sobre todo, la hemos normalizado en nuestro día a día. Se vive en precario cuando no se encuentra ocupación fija y estable, pero también cuando se tiene y se teme perderla. Ahora más que nunca se trabaja para una seguridad que no está garantizada. La precariedad laboral acaba haciendo precaria la vida entera de cualquiera, especialmente la de las personas más vulnerables y empobrecidas. Daña la autoestima personal, cuyo ejercicio es imposible alimentar cuando escasean las condiciones para plantearse un proyecto de vida y la esperanza de poder llevarlo a cabo. Hace que se tambaleen pilares fundamentales como la familia, la vivienda, la educación o la salud…, en suma, todo lo conseguido gracias a un Estado de Bienestar cada vez más debilitado y más cuestionado por aquellos que pretenden convertirlo en un sistema puramente asistencial. Si algo hemos aprendido de anteriores crisis económicas es que hay partidos que simple y llanamente no creen en el Estado de Bienestar, de ahí que su discurso sea el de elegir entre la austeridad que ellos propugnan o el caos. Así justifican su ‘política de tijeras”, que conlleva siempre recortes masivos en los servicios públicos más esenciales y curiosamente, en los que dan cobertura a los sectores de la población más desfavorecidos. Según un informe de la Fundación Foessa y Cáritas sobre exclusión y desarrollo social en Andalucía, la exclusión en nuestra comunidad ha aumentado más de un 36% y alcanza ya a más de 2,2 millones de personas; es decir, la exclusión se ensancha y, sobre todo, se hace más profunda. Las cifras impactan, siempre impactan, pero a la vez se pierden en la magnitud de los grandes números. Por ello, la precariedad no es exclusivamente un fenómeno laboral, sino también vital: las situaciones de subsistencia hace que mucha gente se vea abocada a acceder a condiciones tanto indeseables como indeseadas, mientras desde el Palacio de San Telmo nos venden a bombo y platillo una bajada de la carga impositiva para los que más tienen, seguramente porque evitan poner rostro a la desesperación. Más allá de los discursos y de las actitudes afables están los hechos y esos condenan hoy a la precariedad, y por tanto a un sinvivir, a millones de andaluces. No se puede gobernar solamente para unos pocos, dando la espalda a la mayoría de la población y favoreciendo un futuro de incertidumbre. Tristemente para esa mayoría de andaluces ya no se trata de avanzar, es no perder lo conseguido.