La revista mensual de ExtraJaén nos recuerda en este su segundo número un asunto tan viejo como controvertido: las drogas, su consumo y el comercio ilegal en la provincia de Jaén. Siempre es complicado y complejo hablar de la ingesta de este tipo de sustancias, pero peor aún es ignorar sus implicaciones en la sociedad y en la salud pública. Desde la antigüedad, las drogas han acompañado a hombres y mujeres hasta nuestros días; se ha recurrido a ellas para prácticas rituales y como medicina, para soñar, para olvidar, para paliar el dolor, para aliviar las penas o simplemente por pura diversión. Al día de hoy tenemos constancia de que es un negocio millonario que funciona a base del sufrimiento de los sectores más vulnerables de la sociedad. Sabemos que este negocio irrumpe en la infancia (la edad de inicio de consumo de drogas ha descendido hasta los diez años), destruye familias y a historias aún por escribir. De nada sirve aferrarse a los datos y mirar hacia otra parte, si como sociedad no somos capaces de plantarle cara. Como bien cuenta ExtraJaén, esta lucha ha convertido al narcotráfico en una hidra de mil cabezas de difícil erradicación. “Cuando le cortas la cabeza a una serpiente le salen dos o tres más”, señalan fuentes de la lucha antidroga de la provincia de Jaén. Las cifras que se manejan invitan a la reflexión, a pensar y meditar sobre la utilidad de los programas de prevención, tratamiento y rehabilitación. Todos los días leemos en el periódico noticias relacionadas con el consumo de estupefacientes, detenciones y el tráfico ilícito de drogas. Casi siempre asumimos que se está haciendo lo correcto. Que el Estado, siempre protector, intenta a toda costa protegernos de algo terrible, pero la pregunta es hasta qué punto han fracasado las políticas punitivas que convierten a los adictos en delincuentes y nutren a una economía criminal cada vez más poderosa. La ONU propone un viraje radical en el enfoque de la lucha contra la droga, sugiere un debate sosegado sobre la despenalización del consumo y el acceso controlado. La medida debe ir acompañada de un esfuerzo paralelo para informar, rehabilitar y prevenir el consumo de estupefacientes perjudiciales para la salud. Su legalización no eliminaría de un plumazo los problemas de drogodependencia, cabe recordar que tampoco el alcohol o el tabaco evitan tales efectos; pero sí se pondría freno a las mafias que siembran el terror y se lucran a costa de los más débiles. El debate es complejo, pero tenemos razones para explorar esta vía más allá de la hipocresía y el negocio. Merece la pena intentarlo.
Antonia Merino
Con perspectiva sureña¿Qué hacemos con las drogas?
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Foto: EXTRA JAÉN
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