Con perspectiva sureña

Antonia Merino

Sin impuestos no hay Estado de Bienestar

“Un presidente que no baja los impuestos no tiene corazón”, dixit el recién estrenado líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. No es la primera vez que un...

“Un presidente que no baja los impuestos no tiene corazón”, dixit el recién estrenado líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. No es la primera vez que un dirigente de la derecha hace de la bajada de impuestos el lema electoral de su campaña. Según ellos, conviene reducir los impuestos, obviando que esa medida favorece a las rentas más elevadas, y afirmando que así aumentará el consumo, el ahorro, la inversión, el empleo y el crecimiento económico. Es decir, producirá un efecto dominó desde las rentas más altas hasta las clases medias y bajas. Lo reiteran siempre que pueden y lo llevan a la práctica allí donde gobiernan. Su compañera de partido Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, es una fan de la bajada de impuestos, pese a que Madrid encabeza el ranking de desigualdad; es la región de España con más diferencia entre el 20% de la población más rica y el 20% de la más pobre de España, según el informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social. Esta desigualdad no es un fenómeno natural, sino que es la consecuencia de la aplicación de unas determinadas políticas económicas. Así, en Madrid crecían los servicios privados a la par que se abandonaban los de carácter público. Esta dinámica es clara en tres ámbitos: la sanidad, la educación y la vivienda. Pero no hay medida más populista que decirle a la gente que va a pagar menos, que basta ya de que el Estado se lleve el resultado de tu esfuerzo, pero poco hablan de la estocada que asestan las grandes fortunas de este país a las arcas públicas, las de los papeles de Panamá, las de la amnistía y los paraísos fiscales, culpables de más del 70% del fraude; en torno al doble de la media europea, según la Oficina de la Agencia Tributaria. ¿Pero hay algo menos patriótico que pagar impuestos? Los impuestos contribuyen al bien común, a la educación, la sanidad, la investigación, el desarrollo y esa ‘paguita insignificante” que son las pensiones. Sin impuestos no hay Sanidad Pública, Estado del Bienestar y Estado social, buenas comunicaciones, sistema de trasplantes o ayudas a los colectivos más vulnerables. Liberarse de los impuestos significa liberarse de las políticas redistributivas que sacan a la gente de la pobreza y la marginalidad y les garantiza una cobertura asistencial. Y a la vez, implica aumentar esa brecha entre una parte de la población, cada vez más amplia, y esa otra de los que más tiene. No habría que recordárselo a estos abanderados de la reducción de impuestos, pero la mayoría de los ciudadanos se gana el pan con el sudor de su frente; es decir, no está a Rolex y yates.