Con perspectiva sureña

Antonia Merino

Macarras de la moral

Los ‘cayetanos’ son los nuevos pijos insaciables del siglo XXI. Los patriotas de banderita en el reloj. Ya no disimulan ni su impudicia, ni su desfachatez...

Los ‘cayetanos’ son los nuevos pijos insaciables del siglo XXI. Los patriotas de banderita en el reloj. Ya no disimulan ni su impudicia, ni su desfachatez. Son de veraneos en Ibiza o Marbella, de escapadas a Punta Cana (Rep. Dominicana), de fiestas exclusivas privadas, de reservados y botellas nominales en las discotecas, de marcas de lujo e iniciales bordadas en la pechera de la camisa… Reivindican el orgullo de clase (porque yo lo valgo). Defensores a ultranza de las reliquias del franquismo y de los títulos nobiliarios. Para muestra, Luis Medina Abascal (Marqués de Villalba), perteneciente a la Casa Ducal de Medinaceli, una de las principales familias de la aristocracia española. Este personaje, durante el confinamiento, cuando la gente se estaba muriendo por cientos y los demás estábamos metidos en casa con la mayor de las incertidumbres, se embolsó, junto a un amigo, más de cinco millones de euros en comisiones estafando de forma sangrante al Ayuntamiento de Madrid, gastándose ese dinero en coches y relojes de lujo, en un yate, en una casa en Pozuelo con tres plazas de garaje, valorada en más de un millón de euros. Pero él no es un español medio. Su “libertad” y su avaricia están por encima del resto. “La Fiscalía, ya sabes, son todos de izquierdas”, así se defendía en una entrevista de los hechos que le imputan. Y lo dice a sabiendas de que existe una alfombra roja para aristócratas, ultras y cualquier sinvergüenza acostumbrados a desvalijar al personal sin despeinarse. Son los mismos que llaman “social-comunista” al gobierno elegido legítimamente en las urnas. Este tipo de personajes dicen que no tienen ideología, porque priman sus intereses y negocian según les conviene. A ellos no les habréis visto manifestarse por la sanidad o la educación pública, mucho menos contra los desahucios, ni por supuesto contra la crisis financiera, porque a ellos no les rozó un pelo; siempre hay a mano un primo de un alcalde para obtener dinero fácil. Tampoco dieron. cacerolazos contra el rey emérito porque, según ellos, tiene derecho de pernada y el súbdito no le discute, aunque se enriquezca a su costa. Aplauden la caridad del multimillonario, critican la subida de los impuestos y llaman paguita a una renta básica para los más pobres. Por supuesto, cuestionan un salario mínimo y justo, porque entienden que el trabajador está a su servicio y debe contentarse con lo que tengan a bien pagarle. Y eso de los derechos laborales es un invento que llevaría de nuevo a sus antepasados a la tumba si se les ocurriera salir de ella. Son, en palabras de Serrat, “macarras de la moral”.