El bar de la esquina

Antonio Reyes

¡Aleluya, hermanos!

Los descerebrados han desembarcado en la madre patria, así que, ¡oremos al señor! Virgensantísimadelamorhermoso

 ¡Aleluya, hermanos!

Eddie Murphy.

Y ahora llega una predicadora desgañitándose en el mitin del partido de la oposición. ¿Creíais que esto se veía solo en las pelis de Eddie Murphy, en USA o Sudamérica? No, no, no, Los descerebrados han desembarcado en la madre patria, así que, ¡oremos al señor! Virgensantísimadelamorhermoso. Pero, ¿qué hemos pasado por alto para que esta raza de ángeles salvadores de almas campe ente nosotros? ¿Tan malos fuimos en nuestra vida anterior?

He visto el vídeo varias veces para confirmar que no estaba ante alguien que me quería vender una manta, una enciclopedia o la moto y para sorprenderme de cómo es capaz de hablar varios minutos sin respirar. ¡Aleluya! A mi corto entender, el espectáculo quedó vacío. No puede ser que alguien así se suba a un escenario a gritar como una descosida sin una banda de góspel detrás, un par de personas en sillas de ruedas para obrar el milagro de hacerlas andar y un buen puñado de homosexuales para curarlos en directo, que eso es a lo que se dedica un buen creyente, ciego de fe y hambriento de nuevas almas que reclutar para su ejército de reconquista espiritual de un mundo que camina sin remedio hacia una libertad que nadie le ha prometido.

Y una vez que nos hemos reído bastante de esta predicadora homófoba y ultraconservadora que lleva años haciéndole ojitos a la derecha nacional siendo invitada muchas veces a actos de este partido, que promete curar la homosexualidad y que se vanagloria de estar del lado de Trump y Bolsonaro, deberíamos ponernos serios, porque las repercusiones pueden ser catastróficas si ese espectro político le compra el discurso, a pesar de que ellos siempre han sido de la misma cuerda. ¿De verdad el cristianismo tiene tanto odio dentro al diferente? Me da a mí que no, que para eso soy un experto teólogo gracias a mis varios años como monaguillo.

A pesar de esta señora con cara desencajada, hay que decir que gente como ella vive entre nosotros desde siempre, en Jaén, Andalucía, España y la humanidad. Fanáticos católicos que no ven más allá de su rancia forma de entender la vida, llamar depravado al que no es como ellos y poco más. Detrás de esas máximas solo está el intento de conseguir poder y dinero que disfrazan de creencias que ni de lejos el mismísimo Cristo aceptaría a menos de tres galaxias de distancia. Son el mal, lo antisocial, el macho cabrío que quiere prenderle fuego a quien no abrace su fábrica de adoctrinamiento enfermizo. En fin, la prueba irrefutable de lo malo que es fumar durante el embarazo.

Hace tiempo que pusieron su pica en España atraídos por políticos fanáticos religiosos. El problema que subyace de este hermanamiento es esa forma tan especial que tienen de predicar el amor por el prójimo. ¿Amor? ¿En serio? Las leyes del hombre se las pasan por los bajos. Ellos pretenden instaurar sus propias leyes, ni siquiera las que se supone que su dios les envió en las tablas. Ni están ni se les espera a la puerta de los bancos que maltratan sistemáticamente a nuestros mayores, ni cuando se pretende parar un desahucio inhumano, ni en la Cañada Real, ni en las puertas de las administraciones que fueron colaboradoras necesarias en las miles de muertes de ancianos en residencias durante la pandemia, ni gritando contra los abusos sexuales de decenas de sacerdotes a niños. No, para esta turba eso no es lo importante. El dinero y el poder, sí. Ni la venta irracional de armas den USA, ni el hambre, ni las familias que no llegan a final de mes, ni los niños que se amontonan en centros de protección de menores. Porque, claro. Da más rédito alentar la conciencia troglodita de esa muchedumbre que te vitorea que aplicarte tu propia doctrina. Ningún pistolero escupe tabaco de mascar sobre sus propias botas.

A pesar de todo, hay algo que comparto a ciegas con estos predicadores especializados en ver la paja en el ojo ajeno y no las mentales que ellos se hacen. Estoy deseoso de que sea cierto que Cristo está por venir de nuevo al mundo. Y ahí estará el tío, con su paquete de palomitas y sentado en el pico más alto para ver cómo uno por uno se van quemando en el infierno. Qué mal ojo tuvo el altísimo al elegir nuestra civilización para enviarnos a su hijo.