El bar de la esquina

Antonio Reyes

Penitenchiachite

Los sentimientos religiosos son el punto G de la comedia que todavía muchos osan acariciar creyéndose simpáticos

 Penitenchiachite

Foto: EXTRA JAÉN

Parodia en TV3.

Se nos atragantan los casos de burla hacia los sentimientos religiosos como una bola de pelo a un gato. Si es que hay formas y formas, hombre. ¿A quién se le ocurre tocar el mayor icono religioso de esta tierra? Ella, que lleva velando por sacarnos de cualquier crisis desde que el mundo es mundo (Fátima Báñez, 2012) y que ahora mismo está planeando cómo convencer a la Junta de Andalucía para que se eche atrás en su plan de legalizar miles de pozos ilegales en Doñana y evitar que la mayor reserva natural de Europa se seque, aguanta con estoicismo todos estos envistes hacia su figura.

Los sentimientos religiosos son el punto G de la comedia que todavía muchos osan acariciar creyéndose simpáticos. Hay quienes luchan para que nadie les toque esa parte de su anatomía por respeto a unas creencias personales, por el folclore terruño o porque sí, punto. Los mismos que justifican que hace treinta años se pudiese hacer chistes sobre maricones, gangosos o gitanos con la impunidad moral que te da creerte superior por ir todos los domingos a misa o salir de vez en cuando en una cofradía o hermandad, ahora salen en banda a cagarse en to lo que se menea.

Jamás se me ocurriría hacer alguna broma en público sobre las creencias o tradiciones de nadie porque creo sobre todo en el respeto del espacio personal de la persona y la fe que profese. Que intenten parodiar una imagen religiosa y una lengua me parece tan patético que lo único que demuestra es falta de imaginación humorística y poca vergüenza al continuar con estereotipos absurdos que se derrumbaron hace tiempo. Además de servir únicamente a alimentar la estrategia del odio español para continuar teniendo excusas en clave política.

Ahora bien. Salvando las diferencias de las repercusiones que tuvo, me viene a la cabeza lo que ocurrió con la portada famosa de Charlie Hebdo con sus caricaturas de Mahoma y la defensa a ultranza que en aquel momento creyentes y no creyentes hicimos de la libertad de expresión. ¿Qué ocurre entonces, que solo cuando nos tocan lo nuestro es cuando no todo vale? Y mira que los andaluces sabemos reírnos de lo que haga falta, pero qué mal nos sienta cuando nos tocan nuestros santos. En ese sentido somos un poco especiales, porque en Andalucía también tenemos ejemplos de burlas religiosas que no nos han sentado nada bien.

Pero ya puestos, y viendo la vehemencia con la que se defienden los símbolos religiosos, sobre todo aquellos que parecen llegar a más gente, ¿qué tal si estas mismas personas creyentes que afilan las navajas para defender sus imágenes se enfadan igual por cada caso de abusos sexuales de sacerdotes a niños, por cada desahucio, por las muertes de los mayores en residencias durante la pandemia, por los escándalos del Vaticano, por ese fajín de la Macarena y por haber albergado la tumba de un asesino durante tantos años, por arropar una orden religiosa a un dictador en un espacio de todos durante otros tantos, cobrar por entrar a las catedrales, por los casos de inmatriculaciones o por el dineral aberrante que la iglesia gasta todos los años en una emisora de radio y una televisión con el único objetivo de hacer política? ¿Estos ejemplos no molestan, de esto no hablan aquellos que parecen tener la piel fina para lo que quieren? Cómo era aquello… Ah, sí, sepulcros blanqueados, que diría aquél.

A veces piensa uno que las creencias de quienes se alteran de esta manera tienen sus límites en los palios y tronos en los que procesionan sus imágenes, que más allá de eso no sienten nada por nadie y que tan solo rezan por las personas que nos necesitan, no luchando para que sus vidas cambien por pura necesidad. A este ritmo, el día que Cristo regrese a la Tierra igual se lo piensa dos veces. Una, porque seguramente la limpia que hará de supuestos creyentes dejará el planeta desolado. La otra, viendo los siglos que la gente lleva diciendo aquello de «que Dios te lo pague», la deuda va a ser tan infinita que no creo que a Cristo le quede saldo en la cuenta para tanto bizum.

Sea como sea, me cabrea muchísimo no poder ser testigo de ese supuesto momento. Os prometo que me ofrecería voluntario como reportero gráfico para no dejar escapar ni una sola reacción al ver abrirse las puertas del infierno para recibir a tanto creyente que hoy sueña con dormir a la derecha del Altísimo en el reino de los cielos.

A pesar de todo, siempre sale a relucir mi época de monaguillo y los posos que mis padres dejaron en mí como ejemplos de buenas personas, así que, teniendo tantas incongruencias entre el verbo y la carne, solo me queda decir: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Bueno, y a los creyentes que callan y demuestran continuas contradicciones, también, que en el fondo puede que sea más cristiano que todos ellos. Por cierto, feliz día de la República.