El bar de la esquina

Antonio Reyes

Non mi piace il tuo olio

Hemos puesto toda la carne en el asador con los medios a nuestro alcance, pero ha llegado el momento de dar un paso más para alcanzar la excelencia

 Non mi piace il tuo olio

AOVE.

He tenido varias oportunidades de probarlo, pero en esta última es cuando más atención le he prestado. Y hay que decirlo alto y claro para que lo escuchen desde Milán hasta Sicilia: el aceite de oliva italiano es el más malo del mundo. ¿Cómo es posible que sean los reyes del AOVE en Estados Unidos? ¿Qué saben hacer que nosotros ignoramos? ¿Son sus campañas en el extranjero, su forma de vender los aceites, el país en sí…? Se escapa a mis conocimientos.

Que nuestros aceites de oliva son los mejores del planeta no hay nadie que lo ponga en duda a estas alturas. Sabemos cultivar y producir los mejores y más galardonados caldos. Entonces, ¿dónde fallamos? ¿Cómo es posible que los italianos fabriquen unos aceites tan malos y con tanta fama al otro lado del charco? Cuando uno los prueba lo primero que te viene a la cabeza son los aceites lampantes, esos que nadie quiere ver ni en pintura. Y claro, al mismo tiempo te dan ganas de llevarte una pequeña botella en la maleta y decirle a los dueños de los restaurantes y turistas: «a ver, probad este y me decís cuál preferís».

En mi inexperta opinión, debemos tomar nota del mundo del vino y sus campañas de marketing para hacer ver a los consumidores finales que reunirse alrededor de una botella de vino no tiene nada que envidiarle a hacerlo alrededor de una de AOVE de Jaén. Quizá esté ahí el terreno sin explotar que necesitamos, la educación, la tradición, la cultura, esa cata privada en cada casa y deslumbrar a nuestros comensales con una degustación variada. ¿Por qué no nos convertirnos cada uno de nosotros en sumilleres de lo nuestro?

Hace poco acompañé a un grupo de vigueses que estaban de visita por aquí a una almazara. En ella les contaban la historia de cómo han ido mejorando los métodos de extracción de aceite, de la recogida de la aceituna y la evolución que han tenido los AOVE en la provincia. Qué ilusión ver sus caras al probarlos, al olerlos, al meterse de lleno en nuestra cultura. Por suerte, lo he vivido muchas veces con amigos gallegos. En Galicia también presumen de producir sus aceites, pocos, pero los tienen. Pero claro, cuando un servidor llega con la crem de la crem en una bonita botella, sus alegatos patrios se quedan en la puerta. «Qué barbaridad. Esto sí es aceite». Y ahí es donde empiezan las preguntas: «¿Esto es solo para las tostadas, para el pan con tomate, para las ensaladas, para condimentar en frío…?». Para lo que vosotros queráis, bonicos, pero adentraos en nuestra cultura, dejad que os cuenten los beneficios para la salud y comprobad en vuestros paladares la diferencia entre unos aceites y otros.

Tenemos los mejores mimbres para impulsar de una vez nuestros aceites en los países que todavía no saben lo que significa tener en casa AOVEs de Jaén en sus mesas. Hagamos más campañas publicitarias donde los consumidores finales prueben in situ nuestros aceites, caten con un experto y aprendan con cocineros cómo usarlos. Seguimos siendo los mejores productores, no solo en cantidad, sino en una calidad contra la que nadie en el mundo puede competir con nosotros por ahora, así que más vale que afiencemos cuanto antes esta posición mundial, no vaya a ser que cuando China comience a producir nos coma la tostada en dos días. Quien da primero da dos veces, pero nuestra bofetada al mercado se está haciendo esperar demasiado.

Hemos puesto toda la carne en el asador con los medios a nuestro alcance, pero ha llegado el momento de dar un paso más para alcanzar la excelencia y la mejor situación en el mercado mundial donde los consumidores buscan de verdad la calidad.

Vayamos todos de la mano y en la parte que nos toca a cada uno de nosotros, aportemos aunque solo sea un granito de arena en este océano de olivos y aceite y hagamos también nuestra campaña publicitaria a pequeño nivel que hará seguramente que a base de pequeños impulsos llevemos cada vez más lejos nuestros aceites.